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Historia de mi muerte conlleva un ritmo nuevo

por Josefina Gámez Rodríguez

 

Pinta las tinieblas, expone al gran Casanova al mito del vampiro, resguarda la Revolución Francesa.

El cine se escribe para nuestra experiencia con tiempo y luz, no más. Muchos realizadores se desviven por el paquetote que representa lo demás, que es perfectamente prescindible. Nada hay más gozoso, para mí, que participar de un filme consciente de ser una bocanada de luz y tiempo en fuga, Historia de mi muerte (Serra, 2013) es una de estas piezas cinematográficas, pero extrema: la luz expuesta es natural (seguramente, en algunos casos, intensificada con espejos) y se regodea en la maleabilidad del tiempo, al punto de transformar al elemento abstracto en el objeto en sí de la película.

Comenzamos en una comilona de aquellas una noche, cerca del fin de siglo XVIII: gran mesa, grandes viandas, pequeña anécdota. Un escritor joven se embriaga y fracasa en su intento de seducir a una mujer, que lo deja solo en la mesa, va en búsqueda de un compulsivo Casanova que se encuentra en Suiza en un gran castillo confortable (donde nunca estuvo, ni en esas condiciones, el humanista aquel; así nos queda claro la libre interpretación del realizador Albert Serra).

El viejo Casanova (perversamente interpretado por el poeta catalán Vicenç Altaió) goza de su decadencia en su casa, da lecciones a su criado Pompeyo (Lluís Serrat, haciendo de Sancho Panza perdido), anota, lee, traga y caga y vuelve al plato. Es la plástica del mundo renacentista del siglo de las luces “tan racional” la que reina en esta parte del filme, claramente partido en dos. Hasta aquí, todo es luz franca y grandes acabados de tapiz que hacen de comentario al interior de un Casanova evidentemente podrido, que presiente la llegada de la Revolución Francesa.

De pronto, y porque sí, el viejo decide enrolarse en un viaje que necesita para continuar sus memorias. Su carreta sufre un accidente todavía a plena luz y el tiempo cinematográfico comienza a distenderse, a vagar. Va hacia los Cárpatos hacia una nueva colección de aventuras, se adentra a la segunda parte de la película y hacia la prevalencia de la noche por sobre todas las cosas, es la primera bocanada del siglo XIX que decide ignorar (¿u obviar?) las turbulencias napoleónicas y pasar derechito al clímax romántico de un elegante, “realista” y sutil Drácula (Eliseu Huertas al dente e ignorando toooooda la tradición vampírica del cine, gracias).

Va de una decadencia –la del siglo humanista–, a otra –la del siglo de la industrialización–. De la luz dieciochesca pasa a la penumbra del XIX con una constante visual: Francisco Goya baña cada plano de Serra, que se ve que construyó todo ese gran cosmos de coníferas, fogatas y lunas con mucha mayor facilidad que Kubrick el de su filme impresionista Barry Lyndon (1975), consiguiendo muchas más cosas de la alienación de sus actores que lo que logró Herzog en la inútilmente sobretrabajada Corazón de cristal (1976).

Va del diálogo y las acciones rocambolescas del Casanova cagando y cagándose de risa en primer plano con guitarras y clavecín de fondo (de un tiempo apresurado), al silencio ensombrecido por una tuba tronante en plena noche de carnicería (a ritmo de fuego lento).  

De la celebración de la vida (comer, coger y apostar), a la consagración de la muerte (contemplar, sacrificar, acallar); del abierto goce por un pasaje en un libro, al estoicismo del alquimista que logra hacer del excremento de animal, oro puro, esta película es una lección monumental de tempo (en contraste con la tendencia mind fucking que prevalece en el cine actual) y alumbramiento pleno de consciencia anteprimitiva del cine (Serra quiere llevar al cine a siglos imposibles; ¡se entiende de que él está enclavado en los años que retrata!), y así conlleva un nuevo ritmo, asombroso, en el espectador arrobado en la ecuación trilliza perfecta: el matrimonio entre Casanova y Drácula en la luz castigadora de Goya.

 

07.03.14

Josefina Gámez Rodríguez


@PepitaGamez

Maldecida por la conjunción de sus padres, está destinada a desgarrar filmes para ganarse la vida, mientras gusta de prostituirse como divertimento cultural. Si de rostro bizantino, su maquinaria torácica pasa atrevidamente por lo más vanguardista....ver perfil
Comentarios:
02.04.15
casa rural antiga dice:
He leido vuestro post con mucha atecion y me ha parecido didactico ademas de facil de leer. No dejeis de cuidar este blog es bueno. Saludos .,,.url,...,http://www.casaruralantiga.com.,,,.casa rural antiga.,,./url.,,,.
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