Por definición la narración es una ficción, ya que la intención de ella subyace en el hecho de construir una idea semejante a la aparente realidad. O sea, que se intenta fingir en la mente del otro una serie de eventos que construirá la narratoria.

Bien, imaginemos que con lo único que contamos es un bosque, dos tipos junto a mí, uno en cada costado, y un lago que se encuentra debajo de mí, como si yo lo viera desde las alturas. Aparentemente por el orden en que son mencionados ya llevan una intención, pero necesito más indicios, anclajes que me indiquen el camino. Bueno, pues de esta manera es como se podría percibir uno de los roles que el protagonista del film futurista La última muerte (Ruiz, 2011) atraviesa: el de una confusión de realidad, el de imágenes sin sentido, como de ensueño.

El personaje central de la historia, Christian (Kuno Becker), muestra una narración con toques de sci-fi, en la lógica del fondo es figura –la aparición de aquel interior futurista nos da pie a afirmar esto–.

El perfil psicológico de este personaje recae en el hecho de que es “castigado” por los errores antes cometidos, insertando imágenes aleatorias para que exista en él la imposibilidad de recordar en orden y forma quién es. Se verá envuelto en una persecución que involucrara a un psicólogo de nombre Jaime (Álvaro Guerrero), que intentará ayudar al joven sin identidad. Sin embargo, tanto él como sus amigos padecerán las consecuencias de encubrir al hepático muchacho afectado.

Creo que es justo mencionar aquel fondo que no se le escapa a David Ruiz “Letxe”, escritor y director de la película: a pesar de los temas complejos que aborda, como la clonación de órganos, la pena de muerte y la moral frente a dos argumentos opuestos –uno disfrazado por un deber social y otro guiado más por la venganza que por el deber (¿o su deber es vengar?)–, la implícita corrupción en los distintos niveles sociales permea todo lo que pasa en el filme.

La última muerte es la segunda apuesta más alta de Lemon Films, asegura Alex García, productor, e indudablemente marcará una pauta para repensar el cine mexicano desde la buena narrativa de la ciencia ficción.