siguenos
Cómo el cine ucraniano llevó el lenguaje corporal a Cannes

 

Una película no necesita palabras para ser escandalosa; es sólo otra declaración revolucionaria.

por Pamela Pianezza

 

Durante la última década las actrices nacidas en Ucrania, Milena Markovna (también conocida como Mila Kunis) y Olga Kostyantynivna Kurylenko, atrajeron más atención internacional que las películas ucranianas. Una pena teniendo en cuenta la increíble contribución de éste país a la historia del cine, uno de los primeros en contar con mujeres entre sus cineastas más reconocidos. Por ejemplo Larisa Shepitko (1938-1979), cuya Krylya (Alas, 1966) contaba la historia de una piloto muy condecorada en la Segunda Guerra Mundial. O la sorprendente y vanguardista Kira Muratova, nacida en 1934, quien venció no sólo la censura en la Unión Soviética, sino también cada una de las (supuestas) reglas aplicables en el cine. Afortunadamente, ella continúa haciendo películas.

En el último festival de Cannes, dos realizadores confirmaron la vitalidad retadora del cine ucraniano. El primero de ellos, Sergei Loznitsa, es un cineasta experimentado y reconocido mundialmente. Un especialista en cibernética que se graduó como matemático del Instituto Politécnico de Kiev antes de darse cuenta de "lo que era realmente serio e importante en la vida: la literatura, la historia y el cine". Optó por hacer películas. El segundo, de 40 años de edad, Myroslav Slaboshpytskiy, ganó tres premios en la Semana de la Crítica con su primer largometraje. La mayoría de los espectadores de The Tribe (Plemya, 2014) coincidió al calificarlo como el filme más poderoso del certamen francés. Además de su ciudadanía, ambos directores comparten un talento extraordinario: ofrecer al público una experiencia cinematográfica irresistible sin usar palabras.

 

Maidan de Sergei Loznitsa

De diciembre de 2013 a marzo de 2014, Loznitsa colocó su cámara en el centro de la Maidan Nezalezhnosti (Plaza de la Independencia) en Kiev, la zona cero de la revolución ucraniana que finalmente derrocó al presidente pro-ruso Viktor Yanukovich. Este gesto no puede calificarse como oportunista, pues documentar el mundo que le rodea siempre ha sido primordial en la obra de Loznitsa. Sin embargo, fueron sus dos únicas ficciones, Mi felicidad (Schastye moe, 2010) y En la niebla (V tumane, 2012), las que le valieron los honores de la competición oficial de Cannes.

Las cosas comienzan de manera pacífica. Las multitudes en la plaza entonan canciones patrióticas, poemas y discursos en un ambiente casi de carnaval. La gente viene y va mostrando un sentido de comunidad que une a los participantes. El punto de inflexión se produce el 19 de enero con la presentación, por parte del gobierno, de las represivas leyes anti-protesta. Después de eso las tensiones aumentan exponencialmente, las armas se vuelven contra la multitud, más de un centenar de personas muere, otros desaparecen misteriosamente y muchos más resultan heridos.

Haciendo uso exclusivo de tomas largas y estáticas Loznitsa captura cómo una manifestación se convierte en una revolución. En otras palabras, cómo el poder político creó su propio monstruo incontrolable al estimular la decepción, el cansancio y la rabia.

Loznitsa no es el primer director que aprovecha sus habilidades para registrar el cambio social. Recientemente, muchos de sus colegas más o menos profesionales hicieron lo propio durante la Primavera Árabe. Pero si esas películas lograron atestiguar el momento, la mayoría de ellas no perdurará. El método de Loznitsa es radicalmente diferente del que por lo general adoptan los directores que trabajan, filman y editan el desarrollo de un acontecimiento histórico: su documental no tiene argumento, no se centra en ciertos personajes en particular, no interpola noticias de televisión o secuencias activistas, no hay voz  en off ni comentario alguno. En ese sentido, se trata de una meditación abstracta acerca de las multitudes, el movimiento, el ruido y la determinación que se niega a interpretar una situación seria (aunque la edición es, obviamente, una forma de interpretación). Como introducción a esta película, Loznitsa sólo dice: "Les ofrezco Maidan. Les muestro Ucrania", dejando que el espectador decida en última instancia el resultado.

 

The Tribe de Myroslav Slaboshpytskiy

Myroslav Slaboshpytskiy no es un principiante, ya ha dirigido seis cortometrajes, dos de ellos nominados al Oso de Oro en la Berlinale. Su primer largometraje, The Tribe, es la captura más ambiciosa de una sociedad disfuncional que Cannes podía ofrecer. No sólo porque la película es enteramente contada en lenguaje de señas, sin diálogo hablado y sin subtítulos, sino debido a que el filme se atreve a desafiar a los espectadores y les prohíbe permanecer pasivos en sus asientos. A pesar de no contar con una sola palabra hablada, la narrativa de The Tribe es completamente clara.

El nuevo internado para niños sordos al que acude el joven Sergey  (Grigory Fesenko) al principio se parece a cualquier escuela secundaria regular, hasta que todos los empáticos profesores desaparecen repentinamente de la pantalla, excepto el maestro de carpintería, que parece ser el cabecilla de una red de prostitución. Toda la escuela es en realidad una plataforma para el crimen, regida por King, el chico más violento de estos jóvenes vándalos.

Para mí, el objetivo principal era hacer una película muda natural, más realista, que fuera fácil de entender sin palabras. Hoy en día existen muchas películas que se podrían simplemente escuchar.

Myroslav Slaboshpytskiy

 

Tras un desagradable período de novatadas, Sergey finalmente es aceptado como un peón en la pandilla y se le asigna trabajar como padrote de dos internas que se prostituyen con los conductores de camiones por las noches, con la secreta esperanza de ganar suficiente dinero y contactos para ir a Italia. Sergey se enamora de una de ellas, Anna (Yana Novikova), y comienza una aventura sexual que el director capta de la manera más cruda, con la misma intensidad que él usa para hacer cualquier lenguaje corporal universalmente legible. –Por cierto, la joven actriz estaba completamente en contra de aparecer desnuda en la pantalla hasta que Slaboshpytskiy la convenció de ver La vida de Adèle (Kechiche, 2013), la cual se encontraba en cartelera en Kiev, y Nobikova se convirtió en la fan número uno de Adèle Exarchopoulos.

"Este es un homenaje al cine mudo, donde los actores se comunican a través de la pantomima", explicó Slaboshpytskiy a la reportera de Positif, Ariane Allard. "Este tipo de películas se producen casi todos los años, pero todas las que he visto siguen la estilización del cine mudo. Para mí, el objetivo principal era hacer una película muda natural, más realista, que fuera fácil de entender sin palabras. Hoy en día existen muchas películas que se podrían simplemente escuchar. Por otra parte, hay películas en las que todos los actores permanecen en silencio todo el tiempo. Pero ahora, con The Tribe, he encontrado otro camino. La lengua de señas es como la danza, el ballet o el teatro kabuki, y no es grotesco porque la gente realmente se comunica de esa manera”.

 

* Traducción: Ana Karina Peña Sanabria.Texto publicado originalmente en el mes de junio en Dazed.

 

28.07.14

Mr. FILME


@FilmeMagazine
La letra encarnada de la esencia de F.I.L.M.E., y en ocasiones, el capataz del consejo editorial.....ver perfil
Comentarios:
comentarios.