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Piel de serpiente

Después de una estancia larga en el hospital debido a una pulmonía mal curada, y de pasar por una mala temporada como director teatral (él describe esa crisis como un “bombardeo fétido”), Ingmar Bergman se sentó a escribir Persona en la primavera de 1965, un poco desanimado por no haber podido realizar su ambicioso filme Los antropófagos, basado en el aguafuerte La vieja tienda de antigüedades/ La pequeña Dorrit de Axell Fridell. En esos mismos meses, Holanda le otorgó, junto a Charlie Chaplin, el premio Erasmus por su contribución a las humanidades. En tal ceremonia lee el breve e intensísimo texto que reproducimos a continuación, con el único pretexto de tener presente al cineasta sueco que tanto bien hizo en el cine.

 

Piel de serpiente

por Ingmar Bergman

 

Pero un soñador no es artista más que en sus sueños.

Es bastante lógico que la cinematografía se convierta en mi medio de expresión. Era un modo de que me entendieran en un idioma que dejaba a un lado la palabra que me faltaba, la música que no dominaba, la pintura que me dejaba indiferente. De repente tenía la posibilidad de relacionarme con el mundo en un idioma que literalmente habla de alma a alma en giros que, de una manera casi voluptuosa, se sustraen al control del intelecto.

Con el hambre retenida del niño me abalancé sobre mi medio de expresión y durante veinte años he transmitido, incansablemente y con una especie de furia, sueños, vivencias, fantasías, ataques de locura, neurosis, conflictos de fe y puras mentiras. Mi hambre ha sido constantemente nueva. Dinero, fama y éxito han sido consecuencias sorprendentes, aunque en el fondo sin importancia, de mis correrías. Con lo dicho no subestimo lo que haya podido llevar a cabo. El arte como autosatisfacción puede, evidentemente, tener su importancia –sobre todo para el artista–.

Si quiero ser completamente sincero, por consiguiente, debo considerar el arte (no sólo el arte cinematográfico) como algo intrascendente.

Literatura, pintura, música, cine y teatro se procrean y se dan a luz a sí mismos. Surgen y se aniquilan nuevas mutaciones, nuevas combinaciones, el movimiento visto desde fuera parece nerviosamente vital –no es más que el extraordinario afán de los artistas por proyectar, para sí mismos y para un público cada vez más distraído, la imagen de un mundo que ya no se ocupa de sus gustos o de sus ideas–. En unas pocas reservas, los artistas son castigados, el arte es considerado peligroso, digno de ser reprimido o dirigido. Sin embargo, el arte es libre, desvergonzado, irresponsable y, como ya lo he dicho: el movimiento es casi febril, parece, creo, una serpiente llena de hormigas La serpiente lleva mucho tiempo muerta, devorada, desposeída de su veneno, pero la piel se mueve, llena de vida bullente.

Espero –estoy convencido de ello– que otros tengan una opinón supuestamente más objetiva y equilibrada. Si ahora saco a colación toda esta miseria y a pesar de ello afirmo que quiero seguir haciendo arte es porque hay una razón muy sencilla. (Prescindo de lo puramente material).

La razón es la curiosidad. Una insoportable curiosidad, ilimitada, jamás calmada, constantemente renovada, que me empuja hacia adelante, que nunca me da descanso, que sustituye por completo el hambre de comunidad de tiempos pasados.

Me siento como preso que después de muchos años de cárcel, de pronto, aparece tambaleándose en medio del estrépito y los alaridos de la vida. Se apodera de mí una indomable curiosidad. Anoto, observo, ando con los ojos bien abiertos, todo es irreal, fantástico, aterrorizador, o ridículo. Capturo una mota de polvo en el aire, tal vez sea una película. Me paseo con mi objeto, que es sólo mío, capturado con mis propias manos, y estoy alegre estoy o melancólicamente ocupado. Ando a empujones con las otras hormigas, realizamos un trabajo colosal. La piel de serpiente se mueve. Esto y solo esto es mi verdad. No pido que sea verdad para otra persona, lo cual como consuelo para la eternidad naturalmente es muy poca cosa, pero como base de una actividad artística para los años venideros es completamente suficiente, por lo menos para mí.

El ser artista por su propio bien no siempre es muy agradable. Pero tiene una extraordinaria ventaja: el artista comparte sus circunstancias con cada ser viviente, que también existe únicamente por su bien. El conjunto será probablemente una cofradía bastante grande, que de esta manera existe formando una comunidad egoísta en la cálida y sucia tierra bajo un cielo frío y vacío.

 

16.07.14

Mr. FILME


@FilmeMagazine
La letra encarnada de la esencia de F.I.L.M.E., y en ocasiones, el capataz del consejo editorial.....ver perfil
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