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Súper Nada


por Iranyela López

 

No soy nada.

Nunca seré nada.

No puedo querer ser nada.

A parte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo…

Álvaro de Campos[1]

 

Una chica clown cuenta que, cierto día, pasó limpiando y limpiando porque algo olorosamente desagradable apestaba en su casa. Al final luego de resignarse y limpiar dos veces el espacio se percató de que su zapato tenía popo y ese acto posteriormente se convirtió en una escena cómica. La vida del clown, entendida en este contexto, son esas situaciones de las cuales formas parte para reírte, encabronarnos o reaccionar.

Súper Nada (Coproducción México-Brasil, 2012) es el segundo largometraje de Rubens Rewald, pieza codirigida por Rosana Foglia con quien también realizó Corpo en el 2007. Tragicomedia que narra los obstáculos de Guto (Marat Descartes), inmerso en la ciudad de Sao Paolo, quien busca cierta consagración profesional en la actuación y específicamente en la comedia. Él es devoto admirador de un programa televisivo, un tanto mentecato, que ironiza sobre situaciones cotidianas llamado “Súper Nada”, presentado por las ocurrencias de un añejo actor, cantante de samba y bailarín Zeca, aquí interpretado por el músico Jair Rodrigues, quien en su vida real participó en programas televisivos para cantantes aficionados como “O Fino da Bossa” (1965) en donde en mancuerna con Elis Regina conquistó al público (véase un ejemplo en este link).

Guto es un comediante que en su vida podría definirse como un clown, sin que necesariamente él lo sepa, si por ello entendemos lo que significa para Jef Johnson –clown integrante de Slava’s Snowshow y anteriormente Cirque du Soleil– “Un clown no es un personaje, es la proyección más pura de un individuo. No hace chistes para hacerte reír: los chistes nacen de las circunstancias, de la casualidad, de la interacción con el público. El clown es un estado de conciencia. Un tipo conciencia en donde la estupidez manda”[2]. Podemos ser marionetas que buscan complacer a sus espectadores o podemos ser actores que disfrutan y aman lo que hacen con sus raquitismos y fortines, sin temor a  fallar.

Guto, quizá sea más lo primero que lo segundo. Se preocupa por el gran papel de su vida olvidando que la danza que interpreta, y ensaya para presentaciones ocasionales, no consiste en poner los pies en el lugar correcto al tiempo correcto, la danza existe en lo que hay entre un paso y otro[3]; entre lo que hay en escena y tras el marco del escenario, en la realidad. Guto, con ojos de niño y mirada ingenua, juega con fuego, con la existencia, con el tiempo, está atrapado dentro de un cuerpo adulto, no se da cuenta de lo que pisa, de lo maloliente y fastidioso que se ha tornado su camino. Por otro lado, su admirado Zeca es un clown consciente que no diferencia entre la realidad y fantasía, para él una se continúa en la otra, aplaude la mofa larga y alborotadora del chiste melancólico de la vida con un carácter desfachatado y narcisista.

Guto tiene una hija a quien cuida la madre y mecenas en su supervivencia vacilante. Se esfuerza en conseguir el papel de su vida en “Súper Nada” quizá para sentir el asombro de su hija que también es constante espectadora del programa; él olvida que hay algo más simple de lo cual puede encargarse es decir, la pequeña.  En la vida de Guto también existe Livia (Clarissa Kiste), amante, actriz y compañera de clase, quién comienza a conjeturar si su estadía y encuentros ocasionales en el departamento de él podrían tener un futuro, un trayecto o algo que valga la pena.

Los espacios sobre los que transita la cautelosa fotografía a cargo de Hélcio Alemão Nagamine (If God Comes Let Him Bring a Gun, Luis Dantas, 2014) son el oxímoron. En casa todo apacible, resguardado lleno de amarillo, en cambio, tanto afuera por las calles como en su departamento la atmosfera esta cubierta de un neutro, tétrico y lastimero sitio con algunos acentos cromáticos como el collage-altar de su pared o la reverberación de los grafitis en donde artistas de madrugada decoran proclamas gráficas en el oasis de las bardas. Rewald recurre repetidamente a algunos compases de Badeniana interpretada por gatoNegro, tango que inunda la historia de nostalgia a la par que se precipita poco a poco de la comedia al drama.

La vida de Guto, Zeca, Dani (Cristiano Karnas), la pareja de actuación-disque amigo, y el resto de los personajes que conforman esta trama son posiblemente una metáfora a la supervivencia de cualquier persona en la que todos, finalmente, somos actores del gran teatro que se llama vida. Haciendo un pastiche de un texto de Kundera[4], el hombre vive todo a la primera y sin preparación, un acto en el que no habrá televisor o telón, que enmarque las experiencias, puesto que no existe posibilidad de comprobar cuál de las decisiones es la mejor, en la vida solo existe un casting para lo que va ocurriendo en el tiempo, y en todo momento nos prepararnos para ese “gran papel”.

 

Cuando se extingue la carcajada y cesa el aplauso,

Nos quitamos las narizotas,

La peluca de zanahoria, el carmín,

El albayalde que blanquea nuestra cara.

 

Entonces aparece lo que somos sin máscara…[5].

 

Considero que Súper Nada es un eco cálido, una reminiscencia de Presencia de un payaso (Bergman, Suecia-Noruega-Italia-Alemania-Dinamarca, 1997), en donde se establece un paralelismo entre el cine y el teatro con una tenue línea entre lo real y la ficción de la inexorable finitud de la vida.  En este filme Bergman retoma temas tan presentes en su obra como las relaciones sentimentales, el dinero que funde el sueño y el arte como vía para exorcizar los propios fantasmas. Rewald, hace lo mismo situando su argumento entre el escenario teatral y la televisión. 

El fantasma en la película de Bergman personifica a la muerte como un payaso desdentado y dotado de atributos sexuales femeninos. En Súper Nada es Zeca quien hace su aparición encarnando el estruendo, lo exagerado, lo distorsionado e irrisorio. El pastelazo o la bofetada, la risa fastidiosa de nuestra verdad más profunda. Para cerrar esta larga nota recurriré a un dato curioso, el título original sueco (Larmar och gör sig till) se refiere al quinto acto de la quinta escena de Macbeth, en la que el propio Macbeth señala: La vida no es sino una sombra pasajera, un pobre actor que se contonea y consume su hora en la escena, y luego no se le escucha más. Es un cuento contado por un idiota, lleno de sonidos y furia, y que nada significa.[6]

 

25.07.14


[1]  Fernando Pessoa, Antología poética: Álvaro de Campos, Tabaquería, Editorial Argonauta. Buenos Aires, 2004, 96.

[2] Jef Johnson y la ciencia de la estupidez. Medio: Noroeste el portal de Sinaloa. Web. 26-08-2012 

[3] Jef Johnson, clown e integrante de Slava’s Snowshow, impartirá un taller en el DF. Carlos Paul Medio: La Jornada. Web. 14-03-2011

[4] Milan Kundera, La insoportable Levedad del ser. Fabula Tusquets editores, México, 2003, 16

[5] José Emilio Pacheco, Circo de noche, México D.F. 2010, 20

[6] Macbeth. Acto V, escena V. Blog: Nota al pie. Web. 11-07- 2011



Iranyela López


@Iranyela
Meliflua, desorientada, cloroformizada con la polifonía de las palabras, el aullido del sonido y la hilaridad de los sentidos. Su andar se guía con el trazo cartográfico de sus retinas hacia un punto de fuga.....ver perfil
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