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Big Joy: The Adventures of James Broughton

La utopía, la quimera

por Amado Cabrales

 

El arte es una utopia, una construccion fantástica que busca articularse en la realidad. El lenguaje de este espacio etéreo es la poesía –la creación misma–, que susurra sus caminos y ensalsa sus promesas. Big Joy: The Adventures of James Broughton (Silha & Slade, 2013) narra los senderos de un habitante de este lugar, creador de mitos y susurrante tanto de la imagen como de la palabra, quien enuncia con su obra la utopía del arte en la tierra. Señoras y señores, desde Modesto, California, con ustedes ¡James Broughton!

El documental de los realizadores, Stephen Silha y Eric Slade, recrea la vida de esta quimera andrógina, que a partir de testimonios de su seres queridos y colegas, de fragmentos de sus películas, diarios y poemas, articula cuadro a cuadro sus transformaciones estilísticas, la lucha con su naturaleza dual de poeta infantil irrisorio y sombrío, de amante de la muerte y de la vida. La vasta (aunque poco conocida) obra de este artista, trastoca de manera profunda las vanguardias norteamericanas de los años 40´s en el llamado esplendor del San Francisco Renaissance, que incide fundacionalmente en la Generación Beat, que trasciende luego a nuevas generaciones y que explota en el movimiento contracultural de los años 70 como estandarte cinematográfico del amor californiano, llevando una filmografía de carácter homosexual que hacía un panteísmo de los afectos y los cuerpos a los que llevaba hasta sus expresiones más liricas.

Para hablar del documental, como mérito fílmico, tenemos que desligar el propio trabajo de Broughton (1913 – 1999) de la ficción documental. Es evidente que el artista expone su vida bajo connotaciones mesiánicas, plagadas de reflexiones y elocuencia dentro de sus diarios. Aquí nos encontramos con que su pensamiento y alegorías guardan relación no sólo con el cine de Cocteau y la filosofía –sí filosofía, no psicología– de Jung, sino que son, como él menciona, manifestaciones de sus sueños, construcciones de celuloide que responden a la búsqueda de la fijación de los sueños.

Por el otro lado, está la construcción de la dupla Silha-Slade (James también trabajo a cuatro manos con sus parejas a la hora de hacer cine) responde con la exhibición “literal” de los escritos, mediante tipografía flotando en fondos de texturas que semejan papel y manchas de tinta. En lugar de una confrontación creativa, de un diálogo entre las imágenes del artista y las propias, los directores se limitan a un montaje y presentación de la vida del artista, no sin ello, claro, llegando a friccionar ellos mismo los hechos presentados. Los encuadres trabajan en función de la obra visual del artista sin tomar protagonismo, se mantienen fieles al formato documental estándar. Existe un carácter por demás loable en el hecho de amalgamar dentro del documental el prisma de creaciones de James, pues sirve de antesala al centenario de su llegada a esta tierra y como alfombra que nos lleva hacia sus cortometrajes y a su lírica.

El protagonista del documental, como personaje, es una construcción compleja (incluso más que la persona), plagada de irregularidades e inconsistencias. James Broughton habita dentro de sus sueños en technicolor, dentro de las danzas en blanco y negro en 16mm, de sus defectos como padre y de sus periodos con pensamientos suicidas, aunado a su deseo de ser monógamo y heterosexual, subyacen en la creación de sí, quedan velados en su obra basada en el absurdo y la metáfora. El propio mito que generó de su persona, es ese ser alegre, es una oscuridad que florece, en la utopía del cine.

 

08.08.14



Amado Cabrales


@Amado4
Artista plástico, cinéfilo y estudioso del cine autodidacta, amante de toda expresión libre y consiente de la fuerza de la imagen, interesado en las formas y significados que encierra el uso de la información y el ocio.....ver perfil
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