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En el último trago

por Praxedis Razo

 

Vuelve Jack Zhaga a las pantallas después de su retrato metafórico (filme valiente y autoconsciente de sus limitaciones) del trabajar en la ciudad, la simpática Adiós mundo cruel (2010), esta vez con un vuelo más alto, pero también con título de canción popular: En el último trago (2014), una clásica road movie en ralentí que revisita lo descubierto en el viejo viejo oeste por Lynch (Una historia verdadera, 1999) y potencia lo fijado en Por si no te vuelvo a ver (Villaseñor, 1998), guiño de Huijara incluido, y que va exponiendo la situación de ser anciano hoy en el cine mexicano (¡hasta revive a doña Columba Domínguez en grata secuencia bucólica!), carne para la comedia armónica y de paso para la lección.

De un clasicismo ya hoy en desuso en el cine mexicano (académicamente perfecta la película), el filme sigue los avatares de una generación cinematográfica perdida (José Carlos Ruiz viviendo al máximo su Goitia, un dios para sí mismo (López Rivera, 1989), Eduardo Manzano Polivoz por siempre y Luis Bayardo) rumbo a Dolores Hidalgo, Guanajuato, radicalizando sus propias taras en busca de uno de los orígenes mitológicos del ser mexicano (“El cura Hidalgo puso la música y José Alfredo la letra…”, le dice Manzano a su esposa fantasmal), el blues de José Alfredo Jiménez, para saber si así le encuentran sentido a su desgracia.

En taxi, en camión (con un Carlos Chávez, Chin chin teporocho, de chofer sorprendido), en burro, en aplanadora, en andadera van raudos los viejitos a cumplir un último deber (último trago) con su estentóreo amigo (Weber Chatanuga robando cámara, cual debe), y queriendo exhibir el estado actual de la senectud (un apocalipsis caricaturizado), logra, eso sí, lucir la ¿digna? (¿importa?) posición de los actores vetustos en las películas de hoy: payasos acomodaticios para la fiesta/taquilla que quiere ser hoy la “industria” cinematográfica (cfr. Plan en Las Vegas (Last Vegas, Turteltaub, 2013) et al.).

Burlándose a lo grande, haciendo reír a la gente con situaciones precarias bien reales, la tarea de los viejos del ir despojándose literal y simbólicamente de sus vidas, al final también impone dos formas de haber entendido la pieza fílmica, y el espectador puede irse a casa con la que más convenga y con ganas de turistear por un Dolores tan artificial como el monigote de látex que hace las veces del maestro Jiménez en una banquita de alameda.    

 

13.04.15 

Praxedis Razo


Un no le aunque sin hay te voy ni otros textículos que valgan. Este hombre gato quiere escribir de cine sin parar, a sabiendas de que un día llegará a su fin... es lo que más le duele: no revisar todas las películas que querría. Y también es plomero de avanzada. Mayores informes y ofertas al 5522476333. ....ver perfil
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