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Sé lo que hicieron el FICUNAM pasado
por Mr. FILME

Esta es una muestra de extractos de críticas que se escribieron para el FICUNAM 2011. Aquí habrá palabras, por igual, de la pluma Julio César Durán, Xidarto P. Legribés, Rodrigo Martínez, Praxedis Razo, también de la viva voz de Roger Koza, y es una suerte de mínimo recuento emotivo sobre algunas experiencias gratas, que tiene el objetivo de calentar los motores cinéfilos para lo que viene.

FICUNAM Año 1.
El universo de festivales de cine en México es bastante amplio y sólido, sin embargo son sólo unos cuantos los que se caracterizan por poseer un discurso propio. La idea de modular una sensibilidad y de ser el catalizador de un movimiento que se debe dar dentro y fuera de la pantalla cinematográfica, es parte fundamental del discurso personal que la primera edición del FICUNAM trae consigo y que, entre otras cosas, pretende proponer ante la cantidad de muestras, ciclos de cine, retrospectivas y competencias que se dan a lo largo y ancho del Valle de México. En palabras de Roger Koza, programador del Festival, “creemos en el entretenimiento, una programación debe garantizar placer y distracción, pero el cine entretiene tanto como entrena”.

El camino de Meek (Reichardt, 2010)
Película situada en medio del clímax de un viaje de pioneros en Estados Unidos: seis meses después de haber comenzado una tediosa caminata, donde ya se comienza a revelar en los viajeros un aburrimiento y un desgaste que los hace dudar de sus expectativas románticas sobre la tierra prometida. Contada desde un punto de vista inexplorado, este western con un aire documental, nos sitúa dentro de los capuchones de las mujeres de la caravana. La historia de Meek, un pistolero que guía al grupo sin saber bien por dónde, está bajo el escrutinio de la mirada valiente de las damas que observan cómo los hombres deciden el destino del grupo.

El cazador (Pitts, 2010 )
Con apego a estilo narrativo canónico, El cazador recupera la tradición del neorrealismo italiano para erigir una metáfora sobre los desequilibrios individuales en las sociedades contemporáneas.

Un hombre está sujeto a un pedazo de tubería que emerge de un muro. El matiz azul y rojo de la pintura no logra maquillar el concreto quebrado por humedad y hongos. Sobre un suelo cubierto de tierra y hierbas secas, el cautivo aguarda y mira hacia el exterior. La luz que invade la choza ilumina con vigor la cara de madera, de edad adulta, trazos rectos y tabique en la frente, de un eterno fugitivo que sólo alcanza a notar la lluvia en un bosque iraní. Afuera sus persecutores contemplan la espesura aún sin comprender las verdaderas razones del extravío material y simbólico en que se encuentran. La quietud de este plano en El cazador es una síntesis visual que expresa la enajenación causada por una época en que los seres humanos son despojados tanto de su libertad como de sus raíces. La construcción visual de la película, tal y como sucede con la tradición reciente del cine iraní, apela a la facultad de contemplación de la nueva cultura audiovisual persa. Las acciones apenas dramatizadas que se despliegan ante la cámara se alimentan de símbolos que desatan la exploración incierta del protagonista.

El Ilusionista (Chomet, 2010)
El ilusionista es una película que nos cuestiona técnica y narrativamente, mientras nos carcajeamos nostálgicos, añorando cosas –y especialmente silencios– que se perdieron en el juguetero de Pixar, y no forman parte de las explosiones anime de Miyazaki. Basada en un guión que Jaques Tati dejó pendiente desde 1971, el legendario Monsieur Hulot se asoma al siglo XXI, gracias a los trazos magistrales de Chomet, para darnos otra lección de estética cinematográfica, aunque, se nota en los primeros minutos del film, llega a nuestro siglo cansado y desencantado, pero con todo el ritmo para imponer una nueva dosis de mímica a nuestra realidad verborreica que tanto dice sin expresar nada.

Todo el filme es un cuestionamiento estético, formal y argumental, que se desenvuelve como un trabajado ballet; todos los gags son obviamente visuales y las pocas frases aparecen como un mero acabado en esta magnífica obra que se acerca más a la poesía que a las mismas artes escénicas de las que el ilusionista se vale. Una animación llevada con maestría y dedicación, impregnada con una energía a la que Chomet ha dicho siempre buscar en sus trabajos cinematográficos, se nos revela ante los ojos y no nos deja hasta pasada la hora y media, en un final, que con lágrimas, despide al Hulot que reaparece en pleno siglo XXI y pareciera es una especie en extinción que rehúsa a irse de la pantalla grande.

El día del gorrión (Scheffner, 2010)
Este es un ensayo documental muy cercano a los trabajos que Werner Herzog viene elaborando desde Grizzly Man (2005). Es un filme hecho con la paciente mirada ornitológica de Philip Scheffner, un nuevo documentalista alemán que comienza a incomodar a su gobierno, pues explota una veta poco abordada por el cine de su país: el documental político. Esta película comienza siendo una minuciosa apología de un gorrión muerto en pos de un experimento de reacción en cadena en Holanda y termina difundiendo el espíritu belicista de baja intensidad y/o perfil que rige a la aparentemente neutral Alemania frente al conflicto en Afganistán. En medio de planos fijos de largo aliento y de profundidad onírica sobre el vuelo de las aves, la defensa de los pájaros que conviven con los hombres en las ciudades, la observación obsesiva de bosques y jardines donde nos encontramos a la espera de que un misterioso gorrión salte a cuadro; en medio de todo esto, digo, escuchamos las voces de personajes que están alertas ante la silenciosa política belicista del gobierno alemán.

La Vida Útil (Veiroj, 2010)
Un discurso nostálgico que aborda al cine sin hablar del cine mismo, sino que apela a su propio lenguaje y su propia forma de verse. Un filme sobre la cinefilia que dependía de las casas de arte, los cineclubes y las cinematecas para poder existir; es decir, aquel placer por la imagen que necesitaba de un esfuerzo e interés mayor que el de poner un disco en nuestro reproductor de películas, un placer que para poder satisfacerse, necesitaba de un ritual perfectamente claro y establecido. El formato de 16 milímetros, el blanco y negro, la totalidad de los créditos al inicio del filme, piezas musicales de principios del siglo XX son sólo algunos elementos que dan forma a La vida útil, una emotiva muestra de un tipo de filme intuitivo más que intelectual, pero que deja claro el dominio técnico de su autor y que al mismo tiempo se aleja de las garras del melodrama que en el asfixiante cine convencional se antoja obvio. La narración es acerca de Jorge, el viejo programador de una cinemateca de Uruguay, misma que es cerrada y que plantea la búsqueda de una nueva forma de vida para aquellos hombres que dedicaron su vida y esfuerzos a la difusión del séptimo arte.

Apichatpong Weerasethakul: el último fetiche cinematográfico.
Curiosidad es un elemento que se deja ver en su filmografía, una curiosidad propia para con su misma tradición, ya que esa sensación aparece como viciada por el mismo ímpetu que la posee en occidente y que se ve como motor de la difusión de sus obra por todo el mundo. A ratos el cine de Weerasethakul se ve como pura emoción exótica, pura curiosidad cultural, de aquella que se tiene por la otredad barroca y colorida a la que se ve enfrentado el sujeto occidental en el momento en que se da cuenta que existe un mundo más allá del rock y de las pasarelas; me parece que el cineasta se mueve en el mismo canal al componer piezas cinematográficas que giran en torno a lo real en lo irreal, aquello que está sólo en los recuerdos o como diría él mismo: lo que ya ocurrió, ya está en tu cuerpo.

Pero el desconocimiento interno continúa ahí, la visión exótica, de rareza y –desde un punto de vista extranjero que el mismo Weerasethakul comparte y desprende– de sin sentido de aquellas transfiguraciones me hacen sospechar si de verdad se trata de una forma diferente de estructurar un lenguaje artístico realmente joven y en constante evolución –contrario a lo que pensaría Greenaway– o si más bien se trata de un aburrimiento del mundo cultural europeo claramente ejemplificable en “Hombrecito” –personaje que presenta Werner Herzog en su cinta dedicada a Kaspar Hauser–, donde la clase acomodada, dueña de las letras y las artes busca efímeros divertimentos del mundo no cristiano. Creo que el paso del tiempo nos mostrará tarde o temprano la respuesta de si es un genio o no.

Finalmente, una respuesta acerca de la retrospectiva integral que se realizó de la obra del realizador ruso Peleshyan, por Roger Koza.

"ÂżCómo se entendió, a tu parecer, Artavazd Peleshyan entre los cinéfilos mexicanos?

Si alguien no queda atónito y conmovido frente a Las estaciones, de Peleshyan, para mí su obra maestra indiscutible, que pudimos exhibir en fílmico en la primera edición, creo que no hay posibilidad alguna de entablar una conversación. Lo digo un poco en broma, un poco en serio. Estoy seguro de que muchos quedaron fascinados con las películas de Peleshyan. Probablemente, habrá muchos que no entendieron qué estaban viendo, pero la indiferencia, y de eso estoy convencido, fue desgarrada por la fuerza de esos planos arrancados al mundo y puestos en un conjunto extraordinario; las películas de Peleshyan parecen un organismo viviente en el que palpita su pueblo y a través de él la humanidad entera. Lo que importa es el indicio de que existe un modo de trabajar sobre el montaje que se puede desmarcar del montaje veloz que impera en el cine contemporáneo. Lo que importa en Peleshyan no es sólo su teoría del montaje a distancia, sino su praxis."

20.02.12

Julio César Durán


@Jools_Duran
Filósofo, esteta, investigador e intento de cineasta. Después de estudiar filosofía y cine, y vagar de manera "ilegal" por el mundo, decide regresar a México-Tenochtitlan (su ciudad natal), para ofrecer sus servicios en las....ver perfil
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