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Manakamana

por Julio César Durán

 

En el distrito de Gorkha, Nepal, se encuentra un importante templo para la tradición hindú, que data del siglo XVII: Manakamana. Se dice que a quien llega hasta ese remoto lugar para adorar a la diosa del templo, le es garantizado el cumplimiento de sus peticiones. Es así que cientos de personas realizan un peregrinaje con la esperanza de que el poder divino les conceda sus deseos más profundos.

El Sensory Ethnography Lab de Harvard –conocido laboratorio experimental cuyo propósito es promover una combinación creativa entre la estética y la etnografía–, produce un filme documental a cuatro manos/ojos que observa con lujo de detalle a un conjunto de peregrinos que se dirigen al mencionado templo, quienes llegan hasta él mediante un teleférico. Dirigido por Stephanie Spray y Pacho Velez, Manakamana (Nepal-Estados Unidos, 2013) supone una mirada profunda a dos aspectos que, en principio, parecieran opuestos a nivel técnico: el retrato y el paisajismo.

Si recordamos los inicios del cine, antes de que lo ficcional y lo documental se diferenciaran, e incluso antes de dar por sentado una narrativa visual, las “vistas” –filmes breves donde se emplazaba la cámara para registrar, sin más, lo que ocurriera frente al aparato– hicieron de las miradas del público su reino. Entonces, el largometraje de Spray y Velez revisita aquel modelo de filmación para traerlo a un siglo donde el cine se registra en data.

El documental posee una realización que, al igual que el tema que retrata, ofrece un tributo, ya que fue filmada en 16mm con una cámara Aaton 7 LTR, el mismo modelo usado por el realizador Robert Gardner (antropólogo y documentalista) en su película Forest of Bliss (1986). Aquí el aparato es colocado dentro de una cabina del teleférico y frente a él van apareciendo y desapareciendo los peregrinos que usan el servicio.

En apariencia, se trata de un filme sencillo: 11 planos fijos, cada uno de ellos con la misma duración que un rollo de película (8 a 10min.),  en los que van desfilando una serie de personajes quienes van mostrando su particular personalidad. La complejidad de este documental, que es donde radica su belleza, es el montaje, momento en que hubo que decidir qué personajes aparecerían en pantalla y el por qué.

Manakamana sin duda es, por un lado, entrenamiento y, por otro, serenidad. Estos planos con sus respectivos personajes (entre otros, un abuelo y su nieto, una mujer con un ramo de flores, unas cabras, 2 músicos, un par de turistas) contribuyen a la perseverancia de nuestras miradas y desarrollan una atención quizá perdida, al obligarnos a observar las expresiones de estas personas, su ropa, sus distintos colores, la interacción entre ellas. Al estar frente a la cámara durante el recorrido que hace la cabina de teleférico, damos cuenta del interior de estos protagonistas, surge de ellos algo que no puede expresarse con palabras y a la vez experimentamos su viaje hasta el lugar sagrado.

A la manera de un documental de pretensiones originarias, Manakamana parte de 11 “vistas” que capturan el alma de sus personajes al mismo tiempo que realizan una labor cartográfica con una paciencia envidiable. El ojo se vuelve activo en una propuesta de esta magnitud indagando en cada personaje, en sus razones, en su historia personal al mismo tiempo que vemos/experimentamos con ellos y ellas un breve pero significativo periplo.

El singular laboratorio audiovisual de Harvard, responsable también de Leviatán (Lucien Castaing-Taylor & Véréna Paravel, Reino Unido-Francia-Estados Unidos, 2012), consigue uno de sus propósitos, hacer que tanto el realizador como el espectador se conviertan en investigadores experimentales, al llevar a cabo un ejercicio estético convertido en labor antropológica y social.

¿Por qué ver un documental como este? Cuando nuestras capacidades de observación y entendimiento se ven minimizadas en un mundo donde toda información (significante o no) es exigida con urgencia, se vuelve valiosa la iniciativa que nos devuelva un poco de paciencia y de entendimiento con el otro, esto a través de una mirada atenta a una serie de personajes en contrapunto con el ir y venir de un escenario natural. Así, nuestros ojos son puestos a prueba al tiempo que recobran un poco de humanidad.

 

* Este texto fue publicado en el Programa de mano "Talento Emergente" (septiembre, 2015) de Cineteca Nacional y reeditado para los lectores de F.I.L.M.E.

 

06.10.15

Julio César Durán


@Jools_Duran
Filósofo, esteta, investigador e intento de cineasta. Después de estudiar filosofía y cine, y vagar de manera "ilegal" por el mundo, decide regresar a México-Tenochtitlan (su ciudad natal), para ofrecer sus servicios en las....ver perfil
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