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Björk y su odisea fílmica

por Brianda Pineda

 

In the surface simplicity
Swirling black lilies totally ripe
But the darkest pit in me
It's pagan poetry.

Pagan poetry, Björk

Me rompe. Y es amor a la tierra,
que es buena aunque en ella retumben abismos
de aguas, de estrellas, de luz;
aunque espere, desierto paraíso,
su dios de alma y de piedra.

Espacio, Salvatore Quasimodo

 

En 1974, Efraín Huerta escribió el poema ¿Quién que es no ama a Virginia Woolf? del que nos interesa la pregunta que muda de un personaje intrigantemente literario a un personaje insólito y musical pues ¿quién que es no ama a Björk?

El ritual de iniciación de la artista nórdica ocurrió a sus apenas 11 años con la aparición de su álbum homónimo, en 1977, el cual fue muy bien recibido en Islandia. Desde entonces la imagen fílmica encarna en cada personaje creado según la poética del álbum y sus vídeos, así como dos apariciones importantes en el séptimo arte: Bailando en la oscuridad (Dancer in the dark, Lars Von Trier, 2000) que le valió aparecer junto a Catherine Deneuve, ganar la Palma de oro como mejor actriz en el festival de Cannes ese año y el espanto de no querer experimentar más por ese medio; después vendría Drawing Restraint 9 (Matthew Barney, 2005) cuyo soundtrack fue invención suya.

¿Cuál fue, pues, su primer aparición? Ello nos lleva a este texto que cumple su función de máquina del tiempo y recuerda la magia que engendró —en alguna época histórica lejana al imperio capitalista de los regalos en estampida y las luces vacías adornando el espectro arbóreo en que insistimos convertir nuestros bosques— las fiestas de natividad. En 1976, durante el festival escolar “Barnamúsikskóli”, la pequeña Björk lee la historia de Melchor, Gaspar y Baltazar [lo único comprensible si usted, al igual que yo, no habla islandés] acompañada de unos niños serios que ejecutan melodías clásicas. La pequeña abrió posada, participando en una celebración religiosa en la que acaso no creía pues como confiesa a la revista británica Drowned in Sound en 2011:

De algún modo, la naturaleza es mi religión. Creo que todos tienen su propia religión. Supongo que lo molesto es cuando millones comparten una sola. No puede ser cierto. Uno se pregunta… ¿qué?

     Baste su ternura para recordar al espectador los valores cálidos y familiares de la navidad y su rol importante a la hora de cambiar esta percepción acelerada por el consumo y la publicidad, evitando su desintegración:

 

La odisea fílmica inicia. En su Debut (One Little indian, 1993) deslumbra con el vídeo alegre y urbano Big time sensuality  (Dir. Stéphane Sednaoui); la imaginación fantástica deambulando en la faz nocturna del bosque en Humar Behavior cuyo vídeo es una presunta adaptación del cuento Ricitos de Oro  (Dir. Michel Gondry); la desafiante erótica contra las convenciones del género y su expresión de la belleza en Venus as a Boy (Dir. Sophie Muller); la demencia descabellada en su afán de divertirse con Violently Happy  (Dir. Jean Baptiste-Mondino); cerrando con el magnetismo y sensualidad en Play Dead (Dir. Danny Cannon) director que aprovechó la locación solitaria de su película The Young Americans (1993) para dar vida a esta colaboración visual inquietante por su inclinación al misterio.

Aparece entonces Post (1995), un álbum donde naturaleza y fantasía hacen perfecta mancuerna. Björk vuelve a trabajar, tres veces más, con el cineasta Michael Gondry (Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, 2004; Is the Man Who Is Tall Happy?, 2013). Juntos crean un presagio fílmico que nos muestra una visión bélica entre galerías de museo con la genialidad propia de un poema de Oliverio Girondo: Army of me; también un retrato monocromático de Isobel perdida en reflejos líquidos por el bosque; así como una entrega hiper-tecnológica que eclipsa el drama evolutivo en señales televisivas y vértigo de videojuegos, propios de los 90 como un caos constante donde el usuario está en el centro: Hyperballad.

Se suman el musical alucinante en su alma amarilla en It’s oh so quiet (Dir. Spike Jonze); el desvarío fluorescente en Possibly Maybe (Stéphane Sednaoui en su segunda colaboración) y como telón de fondo a los vídeos nacientes de Post, el creador de Ren & Stimpy, John Kricfalusi, dirige I miss you una animación hiperbólica que ilustra con genialidad y humor lo que aquí solemos llamar "la edad de la punzada".

El puente visual que Björk cruza antes de mudar de siglo, al lanzar Homogenic (1997), arde y con él cinco vídeos donde los detalles computarizados logran crear una atmósfera onírica; dos de ellos dirigidos por el cómplice francés: de paisajes islandeses, Jóga; de escenarios orgánicos al servicio de la trilogía compuesta por Humar Behavior, Isobel, llega Bachelorette. Michael Gondry, hace del videoclip un relámpago que posee la luz propia de una obra cinematográfica (en su brevedad aunque no en su sintaxis).

Después aparecen tres videos más, a cargo de nuevos colaboradores: la cámara como un espejo dispuesto en el territorio blanco de la nada donde al mirarse todo es posible en Hunter (Dir. Paul White); el mito donde Ophelia, además de no morir, goza en la humedad de una selva escamosa en Alarm Call  (Dir. Alexander McQueen), y el último vídeo homogeneiza la fama de Björk al causar un impacto conceptual donde el futurismo es una experiencia erótica entre dos lesbots que desafían la frialdad de un mundo gobernado por las máquinas: All is full of love (Dir. Chris Cunningham).

 

El siglo XXI comienza. Un híbrido entre música y cine surge a raíz del encuentro entre Lars Von Trier y la cantante: Baliando en la oscuridad (2000) una de las películas más desoladoras y poéticas en lo que va del siglo. La orgánica Selma (papel interpretado por Björk), inmigrante checa y madre soltera, encarna una crítica a la vorágine obrera de Estados Unidos, la magnitud de su inocente ceguera es equiparable a la crueldad en aumento de un sistema cuyo progreso en serie va multiplicando una carencia ética entre la sociedad y los valores humanos. El escenario siniestro en desasosiego del filme ayuda a enfatizar una metáfora poderosa que toma la forma de un musical al estilo del Hollywood hecho todo oropel, capaz de desnudarse aún si al hacerlo muestra que el horror es su centro.

 

La cantante halla en la desnudez un fuerte motivo poético. Los vídeos de Vespertine, álbum lanzado en 2001, desafían a los que aún creen en un horario pudoroso y familiar televisivo: Pagan poetry (Dir. Nick Knight) y Cocoon (Dir. Eiko Ishioka) están a la vanguardia de lo que Susan Sontag en su libro Contra la interpretación llamaría una erótica, necesaria, del arte. Fiel a su tregua con la moda luce un vestido diseñado por Alexander McQueen en el primer video y crea con M/M (París), Inez van Lamsweerde y Vinoodh Matadin, el vídeo Hidden place.

Un entremés entre disco y disco engendra el infrarrojo It’s in our hands (Dir. Spike Jonze) y el natural y microscópico Nature is ancient (Dir. Lynn Fox). Después vendrá el maravilloso disco donde la voz es el principal instrumento: Medúlla (2004). La naturaleza y sus sonidos se materializan en la coraza que cubre a Björk, un vestido de campanas diseñado por McQueen en Who is it? (Dir. Dawn Shadforth); cristales como una segunda piel en Oceania (Dir. Lynn Fox), y sacos areneros en el más grotesco de textura y tétrico en trama: Where is the line? (Dir. Gabriela Fridriksdóttir). Pues ¿qué línea separa a una madre de su creación? El ciclo vital es infinito.

Ella eclipsa en misterio de lo cotidiano en uno de los vídeos más divertidos y tiernos que, sin duda, habrá de sobrevivir siete vidas en camaradería con Spike Jonze: Triumph of a heart. La videografía de Medúlla se despide a cargo de Lynn Fox y su contemplativa-marítima bóveda estelar en Desired Constellation; ese mismo año (2004), él dirigirá —efectos secundarios de Homogenic— los vídeos Unravel y Pluto.  

 

La poética musical y filosófica de Björk es, al encarnar el presente, no repetirse. Cualquiera es capaz de reconocer un estilo innovador en su trayectoria. Toma la tradición de Islandia, su lugar de origen, consciente acaso de que pasado y futuro son estaciones ya contenidas en la luz de un instante ardiendo y consumándose en un ciclo constante. En una de sus últimas entrevistas, a una pregunta sobre los giros de su obra, ella responde “hay que dejar que sea lo que es”. La creación es posesión, como creería el buen William Burroughs. En entrevista revela como cada álbum ha significado la aparición de un personaje y con él un mundo visual y sonoro: la creación de mundos posibles (leitmotiv recurrente en el terreno de la literatura), es para la islandesa una consigna y libertad que la lleva a revolucionar la imagen del uróboros. Cada vez que la serpiente se muerde la cola, inicia un nuevo ciclo en su infinita repetición al atreverse a mudar de piel. Cada portada es para Björk un arquetipo, como si de una carta del tarot se tratara.

Así llegamos a Volta (2007), su sexto disco. Sinfonía de danza y colores, el personaje de este disco es, por etéreo, panorámico. Su elocuencia es visible en Earth Intruders (Dir. Michel Ocelot); Innocence (Dir. Fred & Annabelle, ganadores del concurso para ilustrar visualmente la canción) y en el maravilloso encuentro donde la naturaleza es toda ojos frente al ser que sólo mirándola y aceptando su tregua vital que excluye la destrucción como sacrificio evolutivo será capaz de comprender el reinado del misterio: Wanderlust (Dir. Estudio Encyclopedia Pictura). Sorprende también el solipsismo del director que será pieza clave en su videografía, Andrew Thomas Huang, al editar Vertebrae by Vertebrae y su aparición cual bóveda estelar en Dull Flame of Desire (Dir. Masahiro Mogari, Marçal Cuberta Juncà y Christoph Jantos) presagiando, tal vez, la lírica de su discos por venir. Esta época es, en su carrera, explosión. La canción mítica de sus conciertos, Declare Independence, inspira a Michael Gondry y el resultado es un videoclip donde protesta política y creatividad no son sino dos fases de una misma actitud: no dejarse arrastrar por las exigencias de un sistema y estado corrupto e inhumano en su sed de poder.

 

Si visualmente relacionamos a Björk con las prácticas contemporáneas de arte, el séptimo disco, lanzado en octubre de 2011, fue escándalo histórico. Biophilia es el primer “álbum de formato app”, su carácter interactivo ha llevado al llamado “Biophilia Educational Programme” a espacios educativos alrededor de todo el mundo. La sensibilidad musical y la autoconciencia ecológica deben ser, más que preocupación, ocupación en las aulas que están formando a las generaciones del porvenir; quizá aún no está fuera de órbita la idea de que el arte que educa es el arte que salva.

En Biophilia (2011), la voz tensa el hilo. El hilo es la unión energética entre universo y naturaleza, entre animalidad y espacio estelar. Todo está conectado: La luna tensa cuerdas al cambiar de fase Moon (Dir. M/M Paris, Inez, Vinoodh y James Merry); los volcanes, forma en que se manifiesta la madre naturaleza, dan a luz en su erupción a Islas y su fuego destruye solo para que algo más renazca Mutual Core (Dir. Andrew Thomas Huang); el cerebro del planeta es un jardín de cristales emitiendo señales interestelares al crecer Crystalline (de Gondry, otra vez); todo tiene y sigue un ritmo en el delirio microscópico de los abismos de la sangre Hollow (Dir. Drew Berry); el amor es una enredadera evocada en otro mundo Virus (Dir. Andrew Thomas Huang). Así, el personaje de Biophilia reúne, en su excentricidad visual, el perfil de una madre que armoniza en el centro del caos pues su sacralidad es la de quien cree y vive la música como un proceso de curación. Cuando alguien preguntó sobre el sentido del álbum, su respuesta fue:

No estoy diciendo que nos remontemos al pasado y que vivamos en una cueva, pero para tener una ruta tranquila hacia el siglo XXI, hay que tener un sentido de adoptar una tecnología y darnos opciones, no una revolución industrial sucia. ¡Tenemos que tomar un atajo, un camino hacia el camino ecológico!

Biophilia se vio eclipsado en un documental dirigido por Peter Strickland y Nick Fenton, rareza fílmica proyectada en algunas ciudades del país, durante la gira Ambulante. La experiencia visual de este disco, recordando el concierto en Papantla y su noche profunda durante Cumbre Tajín 2012, fue hipnótica.

 

Hemos llegado así a la última estación musical de la carrera de Björk: Vulnicura. En palabras suyas es éste álbum, lanzado en enero de 2015, el más íntimo y doloroso. La separación de Matthew Barney, compañero de vida y padre de su hija Ísadóra, la llevó a crear un personaje más oscuro: su imagen es líquida y extravagante como un ángel caído cuyo corazón, negro por abismal, poseyera en su aura los secretos del color que rige a la naturaleza. La islandesa, al componer desde un aislamiento creativo en compañía del artista venezolano Arca (Alejandro Ghersi), vuelve a las raíces clásicas. Sobre ello dirá:

Tenía que ser el disco cantante/compositor. La vieja escuela. Tenía que ser contundente. Era como estar en las películas de Bergman con Liv Ullmann cuando se pone muy autocompasiva y psicológica, como cuando estás a punto de hacerte cirugía a ti mismo, ¿qué salió mal?

     Mundos introspectivos. En las cuevas de Islandia y sus paisajes el duelo es vivido, después de su reflexión purificadora, como un estallido de lava azul en Black lake (Dir. Andrew Thomas Huang); la gravedad de la mirada es desafiada, amarilla melodía, en Stonemilker (experimento, una vez más, de Huang); el vacío es blanco para el fulgor abstracto de los corazones nunca domesticados en la espera en Lionsong (Dir. Inez y Vinoodh); y el rito liberador de un silencio aniquilante como ruido visual en Mouth Mantra (Dir. Jesse Kanda).

 

Son tiempos de cambio. Björk se ha permitido el riesgo. En marzo de este año el MoMA presentó una retrospectiva de su trabajo multifacético. En el segundo piso, mejor conocido como Marion Atrium, se construyeron dos espacios: uno dedicado al nuevo sonido y videoinstalación, comisionado por el museo, para Black Lake y otro donde tuvo lugar un cuarto de cinema donde fueron proyectados sus vídeos musicales, un recorrido que fue de Debut a Biophilia.

Su primer instinto, cuidando como desde sus inicios no vender su arte por fama o frivolidad, fue rechazar la invitación de Klaus Biesenbach, director del MoMA. Después de un par de vueltas de tuerca, aceptó; quizá dejándose llevar por el entusiasmo de ver reconocido el trabajo artístico de una mujer, pues como ha revelado en algunas entrevistas, desea que el sistema patriarcal deconstruya sus fronteras ideológicas y comience a valorar el trabajo colectivo e individual hecho por mujeres. Rescata del feminismo no su odio expresado en un lenguaje violento que cae, inevitablemente, en la paradoja que el movimiento intenta negar, sino su valentía y creatividad pacífica, su condición humana de amorosamente, ser lo que se es.

 

24.12.15

Brianda Pineda


@brryanda

Xalapa, 1991. Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas por la Universidad Veracruzana. Ganadora en dos ocasiones del Premio Nacional al Estudiante Universitario Carlos Fuentes. Ha publicado reseñas y artículos en La Palabra y el Hombre y reseÃ....ver perfil

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