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FICG31. Nosotras. Ellas

por Karina Paz Ernand

 

Según Emile Zola, “una obra de arte es un rincón de la realidad visto a través de un temperamento”. Esta frase puede aplicarse de manera coherente al universo documental, sobre todo a un largometraje con un estilo marcadamente antropológico como lo es el de Julia Pesce, titulado Nosotras. Ellas (Argentina, 2015).

"Nueve mujeres y una antigua casa cargada de historia familiar. Momentos irrepetibles de un último verano que pasarán todas juntas" reza el texto promocional del filme. La cordobesa Julia Pesce filma a sus hermanas, madres y abuelas, en la imagen fotográfica, corporeizando el vínculo que las une. Una suerte de sociedad secreta o clan que se redescubre desde la intimidad fílmica.

Mucho se ha hablado de cómo, desde la escritura audiovisual, algunas mujeres realizadoras “miran” desde otra perspectiva; una suerte de discurso de resistencia ante el habitual discurso heterocéntrico. Un modo de mirar que deja a un lado la acción y el verbalismo, como códigos dramatúrgicos característicos del cine perpetuador del discurso dominante (ya sea hecho por realizadores o realizadoras), para adentrarse en un nuevo campo: el de la sensorialidad.

Se crea así un regodeo intencional en las vivencias que estas mujeres experimentan. Sus vidas asisten a un universo sensorial que las envuelve y direcciona el discurso que se respira en el documental más allá de la intención primera de “narrar” una sucesión de eventos, que estimularía el modo tradicional de articular el relato. A ello se suma una distensión del tempo narrativo (coadyuvado por la sucesión de planos fijos y planos secuencia tan divinos como exasperantes), que termina fungiendo como una modalidad “otra” de distanciamiento para el espectador, desdibujando las fronteras tradicionales del documental. Es ahí donde nos topamos con eso que muchos han mal llamado “baja narratividad”.

En Nosotras, ellas se narra, y mucho, lo que de otra manera se narra desde la función discursiva de la banda sonora (plagada de dolorosos diálogos sobre el “deber ser femenino” y asfixiantes silencios que complementan la lectura); pero también desde la experimentación con el apego visual a los detalles y las formas, con esos primeros y primerísimos planos. Incluso se narra a través del valor sustancial que se le adjudica a los espacios, sobre todo cuando son abandonados por los tertimoniales, quedando impregnados de la personalidad y la significancia del sujeto que ya no está.

A ello se suma la presencia abrumadora del monólogo interior de la protagonista, apelando a lo que pudiéramos denominar un minimalismo narrativo, como modalidad “otra” de comunicación. Y no se trata de un monólogo interior cualquiera, sino de una suerte de fluir de la conciencia (de profundo anclaje literario), que exacerba el sentimiento del espectador al estar introduciéndose en un espacio desconocido de la existencia de estas féminas.

La reiterada monotonía de espacios y sucesos deviene en otra estrategia de la deconstrucción narrativa, que —sumada al discurso verbal— completa la propuesta estético-conceptual de este documental. No sin tener en cuenta la existencia de una marcada intencionalidad en el hecho de dotar a los objetos cotidianos de un simbolismo particular, a través del punto de vista que nos impone la intencionada angulación de la cámara y la elección del sistema de planos. Se establece, así, una épica de lo cotidiano.

 

11.03.16

Mr. FILME


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La letra encarnada de la esencia de F.I.L.M.E., y en ocasiones, el capataz del consejo editorial.....ver perfil
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