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60 Muestra. La asesina

Sinestesia del lejano oriente

por Carlos Rgó

 

Situados en China, cerca del siglo IX, cuando la vista todavía no tiene un predominio sobre nuestro conocimiento, el tacto y el oído dominan cualquier enunciado que uno pueda lanzar al mundo. Sin olvidar eso, el caso de La asesina (Hou Hsiao-Hsien, 2015), película diecinueve del director taiwanés, narra la historia de Nie Yinniang (Shu Qi) quien regresa a casa tras algunos años de exilio. Su educación en las artes marciales le ayuda a buscar justicia y asesinar a cualquier tirano que su institutriz le ordene. Cuando le piden asesinar a Tian Ji’an, antiguo prometido de nuestra matadora y gobernador disidente de la provincia militar de Weibo, ella se debate silenciosamente entre la fidelidad y la pasión. Nie Yinniang tendrá que elegir entre sacrificar al hombre que ama o rendir obediencia a la secta en la que fue educada.

Después de 8 años de silencio creativo, Hou Hsiao-Hsien realiza una película de género clásico en China: el wuxia, pero construido sin manierismos ni fórmulas adscritas al género, sin sangre en las batallas, ni ralentis y sin una docena de actores en cuadro. Gracias a ello, la película posee una delicadeza visual inusual, que nos hace percibir el movimiento en cada secuencia a través de una gama de luces y colores que impacta sobre los objetos.

Los cinecríticos sitúan a la película a un lado de etiquetas como: “cine en estado puro”, “cine clásico” o “lo mejor del año”, cada una de esas etiquetas pueden parecer banales sin mediación del objeto a la cual se adscriben, pero hay algo de razón en ellas. Quiero proponer entrar a mirar a La asesina desde lo inusual de sus imágenes y ver en ellas el indicador de permanencia en un mundo sobrepoblado de películas. Hay que seguir los fotogramas y las peleas sin dejar de pensar lo útil/inútil de una imagen, para tratar de corroborar, al mismo tiempo, que la mayoría de las imágenes están en el lugar adecuado. Si Mark Lee Ping Bing (director de fotografía) consigue una película delicada y sensible es en gran parte a una estilización de un siglo como el IX, en el que el predominio del papel, es decir, de la escritura, todavía no separa el conocimiento de la memoria y eleva las marcas de lo escuchado muy por encima de lo visual. Estamos en un universo que quiere oír, y en ello se basa su epistemología cinematográfica, la empatía es sonora y táctil, antes que de los ojos. (Hay que notar cómo el primer asesinato en pantalla se escucha pero no se ve).

En nuestros hábitos de lectura podemos afirmar que un texto “se oye bien”, y en La asesina, si se me permite la expresión: “Vemos con los oídos”. La sinestesia despierta ante semejante propuesta fílmica. Sin movimientos distractores propios de un cine de acción atiborrado de imágenes que buscan de manera feroz su utilidad, la experiencia sensorial en el filme de Hsiao-Hsien está completa y dirigida “en estado puro”, gracias a una coreografía de elementos cinematográficos llenos de juegos de luz y un poco de inutilidad en sus imágenes: “[…] libre de expresar su esencia sin ningún interés subjetivo, logrando así crear en el espectador una satisfacción verdadera”, como dicta alguna definición de la belleza en la que, parafraseándola, las imágenes más bellas son las más inútiles, quizá hasta las más simples en apariencia, pero que junto a otras imágenes más enraizadas a la utilidad de un guión o a una secuencia pueden, reitero, coreografiar una epistemología visual dentro de una de “las mejores películas” del año pasado.

Sin más, las épicas de Zhag Yimou o los tratamientos estilísticos de Wong Kar-wai pueden relacionarse a la película. Sin olvidarnos de Ozu, Ang Lee, Kurosawa, o personajes como Irma Vep, la película tiene el impulso de estos directores para subrayar la genialidad de Hou Hsiao-Hsien para crear un universo cinematográfico que se sabe del oído y, por supuesto, también del espectador.

 

El poder de la imagen

por Jeremy Ocelot

 

Merecedora del galardón a mejor director en la pasada edición del festival de Cannes, La asesina (Nie yin niang, 2015) es el más reciente trabajo del director taiwanés Hou Hsiao-Hsien. Mucha expectativa se había generado respecto al más reciente largometraje del realizador, debido a que abordaría el género wuxia. A diferencia de las apabullantes y efectistas obras de Ang Lee y Zhang Yimou, que popularizaron el género con los espectadores de occidente, y cuya pirotecnia visual es evidente, el trabajo de Hou es inequívocamente parte de su filmografía, con un ritmo pausado, deliberadamente lento y contemplativo, su filme se antoja más retador pero mucho más recompensante para el espectador, sobre todo en el aspecto visual.

En la China del siglo IX, en la que la dinastía Tang reinaba, el relato de esta película sigue a grandes rasgos a Nie Yi Niang, una joven entrenada como asesina por una monja, cuyo trabajo consiste en eliminar a blancos elegidos por su mentora, quienes representen una amenaza para la Corte Imperial. Todo parece ir planeado, con la protagonista llevando a cabo su primera encomienda de manera sigilosa y eficaz. Pero es en su segundo blanco donde el personaje encarnado por Qi Shu, se verá invadida por la duda. Ante esta situación será enviada por su maestra en un viaje que representará regresar al pasado.

El filme de Hou abre con una hermosa y elegante secuencia en blanco y negro donde vemos al personaje principal cumplir con su primer encomienda. Hou demuestra su maestría como director desde los primeros planos de su película, con escasos diálogos, cediendo el poder de su discurso primordialmente al aspecto visual y sonoro de su filme, sin necesidad de que las palabras hagan interferencia. A través de un diseño sonoro que va guiando la acción, en unión con una hermosa puesta en escena. El filme de Hou rosa de manera casi poética las convenciones del cine silente, pues incluso sus escasos diálogos podrían actuar como intertítulos y el filme seguiría funcionando de manera excepcional. La diferencia recae en que el sonido es demasiado importante en la construcción discursiva de esta producción.

La fotografía se torna a color a partir de la misión fallida de Nie Yi Niang, pero el formato de la pantalla sigue siendo un académico 4:3, una vez más apuntando al clásico cine silente del que tanto toma inspiración Hou. A partir de ese momento nos sumergimos en una narrativa bastante hermética, donde el espectador adivina el tejemaneje político de la China Imperial, además del explícito drama familiar que vincula a la protagonista con su siguiente encargo.

Pero lo importante para Hou no es la narrativa en sí misma, su trabajo trasciende las cuestiones del relato, para poder crear un festin audiovisual que se nutre de dos cuestiones que se contraponen y se complementan al mismo tiempo. Primeramente unos elaborados diseño de vestuario y producción, detallados al infinito, saturados hasta el punto de lo barroco, donde encontramos las más variopintas texturas y colores en una bacanal visual plagada de cromáticos a los que el espectador se encuentra invitado, acompañado de un diseño sonoro más expresivo que los diálogos de películas enteras. Segundo, una economía en movimientos de cámara que ayuda a potenciar la belleza de lo que se está viendo en pantalla; así encontramos que no es necesario un emplazamiento la mayoría del tiempo, pues los movimientos se encuentran dentro de los encuadres fijos de Hou. Por supuesto la cámara fija da pie a creativas decisiones, como la utilización de una cortina durante la toma de una conversación, que no solo resulta en una hermosa subjetiva, sino que brinda un cambio de texturas de una manera fantásticamente sencilla.

Los diálogos escasean, y si bien las escenas de enfrentamientos son fenomenales, son dotadas de una naturalidad que contrasta con las expectativas de ver a personas volar por los aires, misma que ha creado la explotación del género en tiempos recientes. Incluso el espectador, podría perderse fácilmente en la narrativa, debido a los aparentemente inconexos episodios, y los intencionalmente triviales diálogos del filme. Esta desviación del aspecto narrativo convencional por parte del relizador, no es nada raro cuando se toma en cuenta su filmografía. Pero eso no significa que no haya una historia en este filme, la misma se encuentra ahí, pero su mayor sustento es la imagen en movimiento.

El filme quizá dividirá a audiencias, pero si hay algo que se le puede y debe resaltar, es la convicción que mantiene ante el poder de la imagen. Si la narrativa es elusiva y el diálogo se trivializa, ante todo logra salir avante la belleza absoluta de los encuadres creados. Superando las convenciones del cine de festival, lo creado por Hou no se queda en crípticos simbolismos ajenos al público, se convierte en una sucesión de fotogramas cuya belleza absoluta no puede ser negada de ninguna manera. Si como Norma Desmond menciona en Sunset Blvd., ellos tenían rostros y no necesitaban nada más, Hou parece decirle al espectador, si no entiendes mis simbolismos, la belleza de mis imágenes es universal. El director reivindica el poder de la imagen por sí misma en un mundo que ha sobrecargado de simbolismos al cine, eso ya es una gran proeza.

 

25.03.16

Mr. FILME


@FilmeMagazine
La letra encarnada de la esencia de F.I.L.M.E., y en ocasiones, el capataz del consejo editorial.....ver perfil
Comentarios:
05.06.16
Abril dice:
Yo fui a ver esta película con demasiadas esperanzas, la Cineteca me la pintó como una historia de amor y yo esperaba diálogos tristes y desesperanzadores y no pude más que encontrar conversaciones escuetas y enredadas; no hay duda de que la película visualmente es HEEEERMOSA, pero para una servidora donde un buen diálogo casi siempre puede ganarle a todo, quedé tremendamente decepcionada.
comentarios.