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Manchester junto al mar

Conmovedora sin adornos

por Elizabeth Rugarcía Christianson

 

En diciembre tuve una hija. Los cambios en mi vida fueron muchos, pero uno de los más trágicos (sí, es una hipérbole) fue que no pude ir al cine en más de un mes. Después de un tiempo, cuando las hormonas emigraron a otro cuerpo y gracias a las abuelas-niñeras, salí de mi encierro maternal y fui a ver Manchester by the sea.

No había leído suficiente sobre la película. Así que entré a la función en blanco, sin saber cuál era la trama, supongo que como cuando naces y no sabes qué está pasando a tu alrededor. Sales a un mundo lleno de luces y sobras que te golpean la mirada. Y eso me pasó con la película de Kenneth Lonergan (You can count on me, 2002; Margaret, 2011): las luces y sombras me golpearon el corazón.

Las primeras imágenes de la cinta nos muestran a Lee Chandler (Casey Affleck) y su sobrino Patrick (Luckas Hedges) paseando en un bote pesquero que recorre el mar de Manchester, Massachusetts. Lee es divertido, bromea con su sobrino mientras el barco cruza las aguas marinas. Instantes después nos damos cuenta que es un recuerdo de Lee, a quien ahora vemos en su rutina diaria: es el encargado de mantenimiento de un edificio en Boston. Lee ya no es divertido. Lo vemos callado, alejado, apático. Se limita a hacer su trabajo. La curiosidad empieza a matarte: algo pasó, ¿por qué está así? El cuarto en el que vive está casi vacío, no convive con nadie más (más que con dos tipos que golpea en un bar porque “lo estaban viendo”).

Tu curiosidad comienza a difuminarse cuando Lee recibe una llamada telefónica que lo hace volver a Manchester. Es entonces cuando descubrimos, a través de flashbacks que entran y salen, lo que le sucedió. Ahora lo entiendes todo y un pensamiento cruza las olas de tu cerebro: “nadie puede superar eso, nunca”. El invierno de Manchester se instala en tus pies y tiemblas. Un invierno interminable, infinito. A pesar de esto, la película tiene momentos irónicos y risibles, lo que hace que la tragedia sea menos dramática.

Pero lo que más me gustó es una escena en la Randi (Michelle Williams), la ex esposa de Lee, habla con él y le pide perdón por las cosas que hizo, por lo que sucedió entre ellos. En esta sociedad llena de personas religiosas, que hablan del perdón y la misericordia de Dios, ¿cuántas de ellas en verdad llegan a perdonar, a entender profundamente a la otra persona, a ponerse en sus zapatos y conocer el infierno que están viviendo? Creo que muchas no perdonarían lo que sucedió. Es por eso que el diálogo entre Randi y Lee me movió el alma. Me la movió gacho y, además, me dio un poco de esperanza.

La cinta de Lonergan es conmovedora sin adornos, con un protagonista que se transforma bajo la sombra de su propia historia. El frío invernal entrará en su cuerpo, sé paciente, espectador. Aguanta. Al final, la primavera alumbrará lentamente tu cabeza, rompiendo el hielo con un diminuto rayo de luz.

 

Un dolor silencioso

por Edgar Aldape Morales

 

Las frías y grises calles de Boston son el preludio de la tragedia. La nieve cae sobre las estáticas casas de ladrillo. El viento, las hojas de los árboles y los coches estacionados son figuras paralizadas en una ciudad indiferente a los sentimientos de los humanos. Y ahí está Lee Chandler (Casey Affleck), un conserje que aguanta las recriminaciones, terquedades y deseos amorosos de los inquilinos del edificio donde trabaja. Una rutina irónica y nada optimista. Su mirada revela un vacío existencial sólo llenado cuando asiste al bar, donde se embriaga y pelea con los demás comensales. Una monotonía sin alegrías o sorpresas que cambia cuando recibe una llamada: su hermano mayor Joe (Kyle Chandler) ha muerto, y deberá regresar al pueblo pesquero donde creció para arreglar los asuntos de la muerte de Joe. Sin embargo, también tiene que hacerse cargo de Patrick (Lucas Hedges), el hijo adolescente de su fraterno.

Manchester junto al mar (Manchester by the Sea, Estados Unidos, 2016) es una exploración cómica y silenciosa sobre el dolor y el luto provocado por la muerte de un ser querido. Y digo cómica y silenciosa porque el tema se esconde bajo una capa de humor negro que hace explotar destellos de furia, ternura y comedia, sobretodo en la relación entre Lee y Patrick. Cuando Lee vuelve a la región costera de Massachusetts, se configura poco a poco un intrínseco dispositivo emocional en torno a su personalidad: él es un ser sobrio, frío y cerrado, con una nublada mirada de acero que esconde un sentimiento de vergüenza y frustración debido a una tragedia que lo despoja de toda felicidad. La muerte de su hermano es sólo el punto álgido de su rabia, y hacerse cargo del hijo de Joe le conlleva una fragilidad alimentada por los fantasmas del pasado, por la figura de su exesposa Randi (Michelle Williams) y sus tres hijos.

Como lo había hecho en Puedes contar conmigo (You Can Count on Me, Estados Unidos, 2000) y Margaret (Estados Unidos, 2011), el director Kenneth Lonergan vuelve a cavar en las complicadas relaciones familiares y sus efectos colaterales. Sólo que en Manchester junto al mar se enfoca en un dolor silencioso. El duelo se esconde, el luto se matiza con chispas de humor y bajo una sutileza en la cual Lee poco a poco se desvena hasta ofrecer un amargo y ácido retrato de la masculinidad y la muerte conforme se van revelando sus recuerdos traumáticos. En ese sentido, la actuación de Casey Affleck pondera un desgarrador retrato de un corazón roto y quebrado, como se muestra en una escena en torno al encuentro que tiene con Randi en la calle. Una postal silenciosamente devastadora de una conversación que revela la inseguridad, el miedo y la angustia de aquellas personas que saben lo que se siente cuando se pierde a un ser querido.

 La virtud de la película recae no tanto en la historia, sino en la fuerza dramática de sus personajes, quienes son la fuerza motora del filme al ofrecer un puntual potencial sin necesidad de llegar a la cursilería y el llanto. La sobriedad es lo que impulsa al relato, definida por figuras desentonadas no con su realidad, sino con la inmediata reacción de cara a la muerte de Joe. Lee es un ser sobrio, serio y reprimido, con un pasado que no podrá superar aun cuando lo intenta enfrentar. Patrick encarna la negación del luto, al preferir ver a sus amigos, tocar con su banda de música y frecuentar a sus dos novias; sin embargo, la caída es engañosa y vertiginosa, y el chico no puede soportar la idea de ver a su padre muerto o saber que éste se halla congelado. Randi es la redención del pasado, y su arrepentimiento solo se traduce en el perdón y el reconocimiento del amor que le tiene a Lee. Son personajes comunes que ofrecen diversos matices del duelo, tal como se neutraliza en la realidad.

 La música de Lesley Barber y la fotografía de Jody Lee Lipes impulsan y le dan una fuerza idílica a la estética de la película, enraizada en paisajes típicamente estadounidenses. No obstante, el motivo central del relato se halla en airados individuos detrás de las casas de madera y los caminos cooptados por la nieve. Manchester junto al mar es un relato tierno sobre el luto y una comedia sobre el trauma que representa perder a un ser querido. Una visión íntima y veraz sobre el significado de la pérdida, y como ésta se traduce en la cotidianidad. El dolor es silencioso, amargo y ácido; esto lo sabrán quienes hayan perdido a un ser querido. Y con esta película se muestra una importante premisa: el cine no tiene la necesidad de evidenciar explícitamente el llanto y la melancolía que supone la muerte. Solo basta con observar el silencio y la evasión de los personajes para saber que el luto está ahí, y seguirá por siempre sin que se pueda superar.

 

25.02.17

Mr. FILME


@FilmeMagazine
La letra encarnada de la esencia de F.I.L.M.E., y en ocasiones, el capataz del consejo editorial.....ver perfil
Comentarios:
07.03.17
Nameless17 dice:
La reseña de Elizabeth es pésima. Pensé que era de Elizabeth Limón. Ella si hace buenas reseñas. A mi que me importa lo que más le gustó de la cinta. Muy diferente el tratamiento que da Edgar. Logra plasmar la escencia del filme. Cualquiera se puede subir al tren de la crítica cinematográfica, no obstante, Edgar y Elizabeth Limón, si conocen su trabajo.
22.03.17
Dwain dice:
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