āMa-ry, yo sólo que-rí-a des-cir-te una cos-sita: que eres in-cre-í-bleā. María (Lucía Uribe) pronuncia tales palabras al mismo ritmo monosilábico en que las escribe. Se dirige a la María de antaƱo, a su yo de infancia, a la niƱa que considera fantástica y ahora se encuentra perdida en el torbellino de la juventud. La María de hoy se detesta, carece de respeto para sí. Es una mujer en crisis y confundida, pero con un objetivo muy claro: ver a las ballenas grises en Baja California. Así, Gabriel MariƱo nos relata el recorrido introspectivo de la joven en Un mundo secreto (2012).
El guión es aparentemente sencillo. Una dieciochoƱera incomprendida, incluso por ella misma, escapa de su irrelevante vida en una gris Ciudad de México, y emprende un viaje hacia el norte del país. En el camino conoce personas, comprende más de sí, el fin de su depresión se consuma cuando conoce a los cetáceos, en otras palabras, evoluciona como personaje en su éxodo: toda una road movie. La complejidad de la película radica en la forma de retratar la psique de la protagonista.
La joven es callada, retraída, inexpresiva. No tiene amigos, aunque suele tener relaciones sexuales con personajes intranscendentes, pero no parece disfrutarlo. Durante el coito destila frialdad. Se considera una puta y se recrimina este comportamiento. Su refugio es una libreta donde plasma sus anhelos, sus miedos, sus planes, sus defectos para que los lea la niƱa que fue en el pasado. Esas hojas de papel constituyen su mundo secreto.
Su conducta obedece a un trauma causado por su madre, que no aparece ni cinco minutos en pantalla, pero con eso basta para comprender el peso específico que tiene en la vida de María. Continuamente presiona a su hija. Fue ella quien disparó el deseo por conocer a las ballenas. En un sueƱo, la muchacha se escondía de su progenitora en la boca de una ballena.