por Elizabeth Rugarcía Christianson
Cuando hablamos de cine es casi imposible no hablar de literatura, porque muchas cintas están basadas en creaciones literarias. Desde Alicia en el país de las maravillas hasta Orgullo y prejuicio, pasando por El padrino y Sueños de fuga, el cine se ha nutrido del arte de la escritura constantemente.
Hacer de una novela un guión es una tarea difícil. Los espectadores tendemos a comparar lo escrito con lo visual, nuestros personajes imaginarios con los actores que los representan; el castillo de Mordor que edificamos en nuestra mente con el que Peter Jackson construyó en Nueva Zelanda.
David Fincher (La red social, El club de la pelea) nos entrega una versión bastante acertada del primer libro de la trilogía Millennium del periodista sueco Steig Larrsson, con algunos detalles que cambian sin mayor impacto, y que se justifican debido a la duración de una película.
Rooney Mara (La red social, 2010) y Daniel Craig (Bond, varios años) son los encargados de representar a los protagonistas de esta historia: Lisbeth Salander y Mikael Blomkvist. Ambos les hacen justicia: Craig transmite al periodista Blomkvist fiel a sus convicciones, coleccionista de “amores†y leal a las amistades. Mara nos entrega a una vulnerable y perfecta Salander –no por nada le valió una nominación al Oscar este año– que me hizo detener en esta revisión sobre el personaje.
A lo largo de la historia de la literatura las heroínas representaban conceptos como belleza, virginidad, pureza, inteligencia, valentía, entre otros. Sufrían de amor, como madres, como hijas, como hermanas, como amantes, como esposas. Lisbeth es una heroína diferente, no es una Julieta, ni una Penélope y mucho menos una Elizabeth Bennet. Es una hacker, bisexual, independiente, solitaria, llena de piercings y tatuajes. Víctima de un sistema de gobierno corrupto y sin escrúpulos, ¿les suena familiar?
Una mujer con ese look que camina en las calles, más en culturas como la mexicana, es discriminada: “mira, qué fachasâ€, “esta juventudâ€, “parece locaâ€, “seguro anda en drogasâ€, son algunas de las expresiones que escucharíamos de ella. Encontrar en esta historia que la heroína es precisamente aquella a la que la sociedad rechaza por ser diferente físicamente, es como encontrar un huracán en pleno invierno.
¿Por qué la adoramos? Porque no deja de ser una mujer que busca justicia, que se ha puesto como misión vengarse de los hombres que lastiman a las mujeres, de los hombres que la han tratado mal (su padre, su supervisor). Es una rebelde que reacciona ante un sistema social impuesto por hombres. Es un símbolo de la realidad de este siglo.
Las instituciones no funcionan, uno tiene que defenderse solo, y por eso Lisbeth “resuelve†sus problemas de una manera que pocos emularíamos. Es interesante, sin embargo, que a pesar de su violencia siente ternura por aquellos hombres que la han ayudado (como su jefe, Blomkvist). Es vulnerable, es humana.
Los invito a conocer a Lisbeth, ya sea a través de las novelas o de las películas (hay tres suecas y esta, gringa), que ha llegado al mundo de lo imaginario como una heroína atípica, la más original que se haya visto desde hace mucho tiempo, y cierro diciendo como Vargas Llosa “¡Bienvenida a la inmortalidad de la ficción, Lisbeth Salander!â€
13.06.12