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Rezeta

Un tributo a la belleza y a la inseguridad

por Mariana Dávila Moreno


Existe una tiranía en la belleza: una perversión en la modificación de los cuerpos para alcanzar los estándares que dicta la moda en turno, o en la sensación de que nuestra imagen determina nuestro valor. También hay una soledad de la que rara vez se habla: una inseguridad y un rechazo que la acompaña. Será porque impone, porque enceguece o simplemente porque sentimos que no la merecemos. Este es el tema que Luis Fernando Frías (Calentamiento local, 2008) aborda en Rezeta (2012).

La película se enfoca en la vida de Rezeta (mismo nombre Velui), una modelo nacida en Kosovo que decide probar suerte en México. Viviendo en un pequeño departamento con otras modelos, la joven emprende rápidamente su camino hacia el éxito, a la par que va dejando una serie de conquistas a su paso. Después de dos relaciones fallidas, una con un fotógrafo (Sebastián Córdoba) y otra con un intelectual (Emiliano Becerril), Rezeta decide arriesgarse e intentarlo con su amigo Alex (Roger Mendoza). La trama se centra justamente en la evolución de estos dos personajes a través del tiempo, en el salto que emprenden de la amistad al amor, del amor al desasosiego.

La primera parte del filme plasma el acercamiento inicial de la pareja. Es la etapa de la inocencia y el descubrimiento. Esta transcurre en recorridos en bicicleta alrededor de los parques, caminatas por la ciudad en busca de objetos vintage y una escapada de fin de semana. La segunda expone la ternura del enamoramiento. Hasta aquí, la película posee todos los elementos de una comedia romántica, sin embargo, transgrede al género con el realismo de su desenlace, el cual demuestra el deterioro de una relación que se ha estancado en la desconfianza y los celos.

Los problemas comienzan cuando Alex y Rezeta comienzan a vivir juntos, y el primero queda envuelto en la frivolidad del mundo en el que se desenvuelve su novia, mismo que saca a flote su propia inseguridad y lo hace cuestionarse si realmente es merecedor de su belleza.

A pesar de ser cómica, la obra de Frías está empapada de tintes melodramáticos que crean un discurso en torno a los prejuicios y el miedo a la pérdida del ser amado. A nivel técnico cuenta con una fotografía que, a momentos, da la sensación de que estamos ante un filme que fue trabajado tiempo atrás. Asimismo, con una cámara que presenta secuencias sencillas de un México amable –en donde no caben ni la violencia, ni la miseria que azotan con fuerza al país– Rezeta nos coloca en la intimidad de la vida en pareja. La interpretación de todos los personajes es convincente y, considerando que es la primera vez que la mayoría de ellos actúan, representa un gran logro para el director.

La cinta es bastante disfrutable. No sólo muestra situaciones hilarantes que avanzan de manera ágil, sino que también cuenta con una profundidad que raramente se ve en trabajos de este tipo. Hay una dimensión en sus protagonistas que, aunque a veces los hace insufribles, los vuelve entrañables. Ninguno de ellos es plano: Rezeta no es la típica modelo que se contenta con tener una horda de hombres deseándola, Alex no es un simple rockero irresponsable y sin rumbo.

Ambos intentan ser la mejor versión de sí mismos sin lograrlo del todo, se esfuerzan por combatir las preocupaciones que los aquejan. Sin embargo, pese al tono esperanzador de esta premisa, tal vez Fernando Frías tenga razón y haya extremos que no se pueden unir, batallas perdidas de antemano y aviones que es necesario tomar para despegar hacía nuevas soledades.


26.02.13



Mariana Dávila Moreno


@manzanita_zeta
Biodegradable, comunicóloga, cafeinómana, escritora, periodista en formación. Amante de las bellas artes, las tardes lluviosas y las enfrijoladas sin pollo. En búsqueda de realidades inusitadas.....ver perfil
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