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El futuro del cinematógrafo: el cine digital I

por Daniel Valdez Puertos

Viajemos al pasado para vislumbrar el futuro del cinematógrafo, pues tal parece que su historia es una cinta de Möbius.

1. La ilusión de la imagen en movimiento tiene como principio la exhibición de una serie de fotogramas en orden secuencial para generar el efecto óptico de la kinesis. Este hallazgo fue producto de largas investigaciones y complejos experimentos enmarcados por riñas y controversias entre la élite científica del tardío siglo XIX[1]. Entre ellos, el más concluyente de estos logros fue la labor hecha por Edward Muybridge, fotógrafo enfebrecido por retratar con precisión la locomoción de los seres animados. Y en esencia no hacía otra cosa mas que animación, tal y como hoy la conocemos. Muybridge trabajaba con animales y personas, así que no le fue necesario dar un soplo de vida a sus objetos con técnicas como el stop motion o la elaboración fastuosa de dibujos en cuánticos movimientos, algo que pasó después, gracias a un ingeniero español llamado Segundo de Chomón, pero esa es otra historia. Lo importante aquí es subrayar que el cine tuvo como principio fundador la construcción de la animatio, y por el momento quedémonos con eso.


2. Así bien, en El tragaluz del infinito[2] (Burch) magnífico tratado-marxista-historiográfico en torno a los orígenes del lenguaje cinematográfico en el que se expone el cómo y el por qué la linterna mágica, (juguete de la aristocracia del siglo XVII, vuelto a usarse a mediados del siglo XIX para contar relatos moralmente edificantes dirigidos a la clase trabajadora) figuró un papel cardinal para la evolución del lenguaje cinematográfico desde las primeras vistas de los hermanos Lumière hasta la consolidación de un código narrativo que a la postre y hasta hoy sigue teniendo la lógica de la industrialización (la fabricación en serie y nada seria de una estética y de un tipo de relato hegemónico, como si de automóviles se tratase) Cuando el cine se adapta a esta mecanización de producción industrial por la que todo tipo de mercancía debe pasar, inmediatamente la ilusión se resquebraja. Es en este punto de desilusión en el que el ímpetu original del arte emerge al rescate de la magia (Mélies lo entendió muy bien, literal y hasta sus últimas consecuencias). Es así que se buscará un cine libre del autoritarismo del relato, de la opresión del gran significado impuesto por las clases poderosas, aquellos que detentan los medios para su producción. Es por eso que manifestaciones como el cine dadaísta, surrealista, expresionista y todas las vanguardias y movimientos cinematográfico del siglo XX fueron una reacción natural del curso de la historia. Querido Benjamin[3], cuando el arte pierde su áurea, más bien debemos crear nuevas formas técnicas de reproducción y prolongar la experiencia de esa ilusión primigenia, ¿no crees?

3. Estamos en los albores del siglo XXI y es posible desde ahora vislumbrar las vetas promisorias por las que el cine, en todas sus aristas ( espectáculo, arte, industria, ciencia) irá transitando, por lo menos, durante la primera mitad del siglo. A reserva, de que todo explote más temprano que tarde en una esplendorosa nube nuclear.


De primera mano habrá que considerar los más recientes dispositivos de registro. Desde la proliferación de cámaras fotográficas con capacidad de tomar video con extraordinaria calidad como las Canon 7D, 5D, 1D y sus casi semestrales versiones aumentadas y mejoradas (tras la consigna de la obsolencia programada, cuestión que con magistral desempeño saber hacer Macintosh para horadar los bolsillos), hasta los celulares con cada vez mayor capacidad y calidad de imagen; estos dispositivos, (al igual que lo hizo la compañía de cámaras ARRI a finales de los cuarenta y más tarde Bolex), hacen asequible la posibilidad de que cualquier persona con mediano poder adquisitivo pueda convertirse en un cineasta (películas hechas con puro celular las hay y la lista es vasta) o simplemente el hecho de registrar lo que pasa alrededor dota de material invaluable tanto a los futuros estudios de historia de la cotidianidad así como al campo de la etnografía. Al momento que escribo esto, debo resaltar la aparición de una cámara que es muy probable que imponga un parteaguas en el quehacer cinematográfico. Se trata de esa curiosa videocámaras en miniatura: la Gopro, capaz de procesar un nivel de imágenes hiperreales en los resquicios más insospechados con un grado de nitidez endemoniado, que hasta el mismo Chivo Lubezki ha de estar haciendo malabares literal o metafóricamente con varias de ellas. Este prodigioso gadget fue fabricado para capturar lo que un deportista extremo logra visualizar al momento de cruzar las olas australianas, vuelos ardilla en las rocosas regiones canadienses o el enfrentamiento con osos grizzli; su versatilidad llegó al punto de hacerlas resistentes al agua, y es así que el uso más artístico que se le ha dado se cristaliza en el reciente documental... (Fin de la parte I)

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1. Virgilio Tosi, El cine antes de Lumière. México, UNAM, 1993
2. Noël Burch, El tragaluz del infinito, Barcelona, Cátedra, 2010
3. Walter Benjamín, La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, México, Itaca, 2003

Daniel Valdez Puertos


@Tuittiritero

Textoservidor. Lic. en Técnicas de la alusión con especialidad en Historia de lo no verídico. UNAM generación XY. Editor en Jefe y cofundador de la revista F.I.L.M.E. Fabricante de words, Times New Roman, 12 puntos. Es....ver perfil

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