Ni la gran fe, ni la gran educación de gran burgués podrán salvar a la clase que Buñuel representa en esta película que ha sido calificada como una de las obras maestras de nuestro cine. Desde La edad de oro (1930) pasaron más de veinte años (y toda una saga industrial) antes de que el cineasta volviera a poner su dedo en la llaga de la sociedad noble que sigue vigente desde entonces.
3x10 sin Buñuel. Él, límite de la perversidad
por Cuauhtémoc Pérez-Medrano
Dicen que cuando se estrenó duró sólo tres semanas en cartelera, dicen que la gente al verla se reía, dicen que fue un fracaso. Para mí y para muchos otros, la película Él (Buñuel, 1953) es una de las mejores películas del director aragonés.
¿Qué se conjuga en este filme para poder decir esto, queridos filmenautas?
Rasgos y filias de Luis Buñuel, pero también se encuentra una de las mejores actuaciones de nuestro cine-ché galán Arturo García Rodríguez, alias Arturo de Córdova, una historia simple (si está uno acostumbrado a esa posesividad que linda con el machismo egoísta de saco y corbata) y más que conocida aún si usted sabe que la película está basada en la novela homónima de Mercedes Pinto, novela que no sólo encontró un pretexto digno para ser reinterpretada, sino también algunas características incitantes que pudo explorar a través de imágenes.
¿Además de Buñuel, alguien de ustedes ha leído la novela? ¿De verdad importa? Quizá no, pero aún así debo confesar que la leí. Y obviamente encontré otra cosa distinta. En la novela de Pinto está más cerca a cualquier hombre, como dije antes, forjado dentro una sociedad machista, egoísta, envidiosa e hipócrita que se pueda vislumbrar. Una sociedad tradicional, provinciana y católica: la España de inicio de siglo XX. Quizá ese rasgo le gustó tanto a Buñuel que por eso le hincó el diente para satirizar, una vez más, la pureza de un hombre casto y, con ello, a los valores propios de la iglesia: candidez, pureza, perfección, resignación, obediencia, bondad, verdad. Y de paso poner en entre dicho estos valores como parte de una auténtica locura o como prueba del surrealismo cotidiano de la sociedad capitalista.
Un hombre, él, Francisco Galván, rico, noble y más puro que la parafina de una iglesia sufre trastornos obsesivos y paranoides. Conoce a Gloria que, a punto de casarse con el amigo de la infancia de Francisco, se deja llevar por el “flechazo” que se da entre ella y él un jueves santo, encuentro que, luego de una sertie de secuencias angustiantes, fantasmales, culminará con la ruptura del compromiso previo, seguida de la boda entre Francisco y Gloria, y el martirio psicológico para ambos: él, loco; ella, cuidadora, amante y continente de la locura.
La cámara-narrador abre y cierra la película. Y es la voz del relato de Gloria que provoca el ensamblaje de escenas, que, como postales o ejemplos de la enfermedad paranoide, se empalman para conformar la película. Para adecuar a su personaje dentro de ese ambiente provinciano y santidad obsoleta, Buñuel filmó algunas escenas al aire libre en dos zonas que en la primera mitad de siglo XX nítidamente expresaban el provincianismo (¿expresaban?): Coyoacán y Guanajuato.
Pero vamos a delatar los rasgos, los detalles, las secuencias, que combinadas con los parlamentos de los personajes hacen una joya barroca… neo-barroca, diría Severo Sarduy.
13.08.13