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No sé si cortarme las venas o dejármelas largas

 

Del escenario a la pantalla

por Gabriela Amione 
 
Un guión cinematográfico siempre tendrá limitaciones frentea una novela en muchos aspectos. En la novela se puede narrar exactamente qué es lo que el personaje está pensando y/o sintiendo; en el cine en cambio, estas cosas debe intuirlas el espectador mediante acciones y reacciones de los personajes pero sobre todo, en el cómo son representadas en imágenes.


Un director de cine y/o de teatro lo que busca finalmente es darle vida a  estas imágenes que imagina el espectador para que otros puedan verlo a su manera. Cuando logran mediante las imágenes (recursos y puestas en escena que escogen) llegarle al espectador y hacerle entender su percepción de la historia que se cuenta, decimos que son buenos directores.


Un buen guión, o en este caso una buena obra dramática, no garantiza una buena película. No sé si cortarme las venas o dejármelas largas (Caro, 2013) es un ejemplo de esto. Todas las posibles decisiones que Manolo Caro realizó como director de la película, fueron muy desatinadas. Voy a empezar por lo que más me molestó: no tiene NADA que no hubiera podido ver en el escenario, al contrario. 
Los planos cortos que dominan ¾ partes de la película sobre los personajes, me impiden ver el movimiento corporal de los actores, sus acciones y sus espacios. No sólo nos privan de ver una buena interpretación (de cuerpo completo) sino que además hace que desaparezca el dramatismo. Pareciera que el director quiso enseñarle al espectador de su obra de teatro lo que en una butaca alejada del escenario no hubiera podido ver.


Así, el espectador ya no sabe distinguir lo que realmente tiene importancia dramática y es mucho más difícil interpretar un giro en los personajes. Personalmente tanto close up me dio claustrofobia y me pasé esperando a que el plano se abriera, que hubiera un sólo establecimiento, déjate tú para contextualizarme, nada más para para poder respirar.


Con esta decisión de encuadres, surgen otras consecuencias:desaparece la dirección de arte. No sabría decir incluso si en la película hubo alguna decisión importante al respecto. En la mayoría de los casos vemos a los actores soltar diálogos sin ver contextos, con fondos de pared blanca o, si acaso, de algún otro color.


Es una clásica comedia de enredos que transcurre en un edificio, con personajes que tienen algo que esconder: el ama de casa harta (muy divertida su relación con las novelas y el paralelismo que se juega), el marido infiel (¿a nadie le molestó la uniceja falsa como de personaje caricaturesco?), el que no sale del closet, la estrella venida a menos, la extranjera… en fin. De todas maneras, es un guión hecho para actores, por lo que teniendo actores buenos, se puede rescatar y llevar muy lejos. Pero el director no hizo nada para ayudarlos.


No podemos ver, como en La comunidad (De la Iglesia, 2000) o Delicatessen (Jeunet y Marc Caro, 1991) –películas con historias de enredos entre vecinos– los departamentos de cada uno de los personajes, elementos que hubieran podido hacernos distinguir cómo están acomodados y cómo interactúan con ellos para sumar algo a lo que sabemos sobre sus personalidades.
Creo que dándole espacio a los actores, sin tener instrucciones, habrían montado una puesta en escena ellos mismos, por ello aseguraría que en teatro hubo bastantes logros. Hubiera sido muy divertido ver un balance entre la palabra y la acción, entre comedia verbal y visual. Manolo se quedó sólo en la palabra y no utilizó “la magia del cine” para hacer de ésta una muy buena película.

 

20.09.13
 



Gaby Amione


Estudió cine en el ESCAC (Escola de Cinema i Audiovisuals de Cataluyna) especializándose en dirección. Creyente de que para hacer cine no hay mejor forma de acercarse y aprender que viendo películas. ....ver perfil
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