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El Mar Muerto

 

por Fernando Bustos Gorozpe

 

El cineasta oaxaqueño, Ignacio Ortiz, que ha sido homenajeado con sus anteriores trabajos, Cuento de hadas para dormir cocodrilos (2002) y Mezcal (2006), presenta por fin El mar muerto, un trabajo que aunque terminó y exhibió en 2010 únicamente en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara y en Cine Capital, es hasta ahora que consigue su exhibición en salas nacionales.

Ahora el director decide apostar por un escenario diferente, deja atrás ese mundo desértico y se muda a la ciudad de México, para mostrar que también el corazón de ésta gran urbe puede ser solitario en cierto momento del día. La temática que mueve a Ignacio Ortiz, nuevamente es existencialista y termina por presentar una cinta con tufos rulfianos, aforismos obscuros y personajes que apelan a un misticismo que requerirá un trabajo de desciframiento por parte del espectador, característica que en ocasiones puede resultar poco benéfica pues todo director de cine que decide aventurarse por lograr una película “profunda” parte del supuesto de que la gente que verá la obra –su público- tiene cierta competencia semántica y cultural que le permitirá acceder a éste, pero esto más bien asemeja un posicionamiento snob sobre la cultura, que termina por alejar a gente de este tipo de cine. El mar muerto es una obra que requiere, casi necesariamente haber leído la sinopsis para comprender mucho de lo que allí sucede.

En El mar muerto, Ortiz retrata y sigue la noche de una serie de individuos que han tenido una vida difícil, cargan culpa, miedo, rencor y esto es lo que los hace moverse en las sombras. Un boxeador fallido, dos prostitutas (llamadas María y Magdalena), un sacerdote y una mesera, todos con un rezago ético que les ha permitido seguir de pie, hasta que un apagón, lo cambia todo. Dios se aleja unos minutos y todos pecan, esa noche se vuelve, recordando a Hegel, la noche del mundo:

El ser humano es esa noche, esa noche vacía, que lo contiene todo en su simplicidad –una riqueza interminable de múltiples presentaciones, imágenes, de las cuales ninguna le ocurre a él- o que no están presentes. Esta noche, el interior de la naturaleza, que existe aquí –puro-sí-mismo en presentaciones fantasmagóricas, es noche completa; aquí surge una cabeza sangrienta –aquí otra forma blanca, súbitamente ante ella, y de inmediato desaparece. Se tiene una vislumbre de esta noche al mirar a los seres humanos a los ojos- en una noche, que deviene terrible, suspende la noche del mundo aquí en oposición.[1]

Intentado lograr una interpretación de la cinta (y que es el problema de hacer un trabajo visualmente aforístico o bien, tener dicha intención), se podría decir que lo que sucede en aquel momento, cuando todos los personajes obran mal (en ese vacío de la noche del mundo), es donde se reformula la típica frase “Si Dios está muerto, todo está permitido”. Ante la ausencia de Dios se busca el placer directo sin mediación del gran Otro, pero al regresar la luz todos se vuelven conscientes del error cometido (mediante la culpa) donde comenzará el camino de la rectificación: “Si Dios está muerto, nada está permitido”. La culpa no viene de haber gozado las fechorías, sino de haber sido vistos por ese gran Otro.

El mar muerto es un compendio de actores magistrales que dan lo mejor de sí aunque a veces la trama parece extraviada, el retorno de Mario Almada (como el gran padre perdido) en la película, es más la nota que su presencia en la pantalla. Claro, Ignacio Ortiz nos da algunos vestigios para leer éste que es su más reciente largometraje y mucho tiene que ver con un estadio religioso, pero –en lo personal– la obscuridad reflexiva, lejos de enriquecer su trabajo termina volviéndolo algo ufano.

Lo mejor de la cinta, es una frase que a manera sosa y cotidiana busca problematizar la existencia humana con relación al tiempo infinito: qué tal que somos como esas estrellas que dicen que se extinguieron hace mucho y que a pesar de eso percibimos su luz. Una película situada entre pretensión y arte que será poco entendida pues siempre hará falta coger la fantasía (dispositivo que permite estructurar) del autor que no está dada, y sólo a partir de cierta perspectiva es que se puede volver realmente significante, entendible.

 

29.11.13

 

[1] G.W.F. Hegel, Gesammelte Werke 8, Hamburgo, Meiner, 1976, pág. 187. Citado en Zizek Slavoj, Todo lo que usted quiso saber sobe Lacan y nunca se atrevió a preguntarle a Hitchcock, pág. 145.



Fernando Bustos Gorozpe


@ferbustos

Filósofo. Especialista en nada. Profesor en la universidad Anáhuac Norte. Colabora también en: La Tempestad, Nexos, La ciudad de Frente y Cuadrivio.

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