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Jazmín azul

Variaciones sobre un probable preantepenúltimo Woody

por Praxedis Razo

 

  1. Y sin embargo, Allen sigue vivo. Esta vez lo vemos bebopeando sobre un tema de Tenesse Williams conocido por todos los amantes –hombres y mujeres por igual– de Marlon Brando, Un tranvía llamado deseo (Kazan, 1951), siguiendo espeluznantemente de cerca el caso de la Blanche Dobois venida a menos, que en manos del neoyorquino se transforma en la rubiecita Jazmín que le da título a su obra, una Cate Blanchet que se muestra rigurosa en su cruda realidad, como el trabajo toponímico del brillante Santo Loquasto (el hombre detrás de la silla del director) y fotográfico del vasco Javier Aguirresarobe (sí Los otros, Aménabar, 2001; sí La carretera, Hillcoat, 2009; pero también Luna nueva, Weitz, 2009).

 

  1. Bebopea Allen esta vez sobre la traición entre enamorados, el fraude de quien es, de momento, un dueño del mundo, Alec Baldwin homenajeando a Bernie Madoff (el “inversionista” del año en 2009), resuelto villano de telenovela que arrasa con todo a su paso, principalmente con la familia, en nombre del poderoso caballero, Don Dinero, y que no cesa de atragantarse de razones de consumidor del mundo, como inútil intento del realizador por exponer alguna llaga de actualidad frente sus esperados espectadores anuales, que no se sabe si acabarán justificando las razones del corazón de la desesperada esposa, Jazmín, que, finalmente, termina más desesperada que nunca en la nota final del filme, de camino a la helada locura de la vagabunda local en las calles bajas de San Francisco, también como un signo deliberado de esta vez no ser gracioso, sino francamente severo.

 

  1. Turistea Woody también, como ya nos tiene acostumbrados desde su autoexilio productivo en 2005, año en el que alcanzó en Londres su hoy ya inasequible hasta para él Match Point, pieza sobre la que de nuevo vagamente intenta asimismo seguir improvisando con el tema de falsear la identidad de uno. Turistea por el lado oeste de la costa de Estados Unidos tratando de evitar las tomas-postales abiertas y ofensivas de De Roma con amor (2012), pero sin dejar de fotografiar todas las recomendaciones de un visitante “alterativo” al son que las ciudades en turno le toquen para su propia recreación promocional, pues desde que hay chicas-Almodovar, también se venden baratas las ciudades-Allen.

 

  1. Ya no busca nada el clarinetista (no como De Oliveira, que a sus 105 años aún cimbra la pantalla). Hace lustros que se cansó de conmover profundamente en la pantalla. Quizá Hollywood ending (acá El ciego, 2002) haya sido su última película auténticamente trágica. Las que le sucedieron, ¡poco más de una docena!, son migajas, hojas sueltas que lo mantienen como si de su medicamento se tratase. Amante de la música, eso sí, sigue resolviendo de la mejor manera sus leitmotivs con viejas canciones de la tradición norteamericana que nunca le podrá fallar. Y esta vez toca el turno a Jimmie Noone y su orquesta club Ápex con su cadencioso Blues (My naugthy sweetie gives to me) que persigue a Jazmín precisamente con sus lamentos de clarinete en menor, venidos de tiempos del crack del 29 (ad hoc), en su deambular estéril por la ciudad portuaria. Allá van música y mujer de un lado a otro de San Francisco sin asirse a nada, fragiles, casi volando, tristes, cayendo en desgracia.

 

  1. Si hubiera de rescatar algo, que no puedo, sería el abuso del gestus brechtiano. Los jodidos aparentan serlo, caminan y hablan como si las ojeras de su cansancio fueran reales. Los pseudomillonarios (tomando en cuenta que se trata de un megafraude) se mueven como tales, miran desde su saciedad y con su acento definen los objetos que se les postran en frente. Al respecto, el sobremanejo de ese recurso dramático por parte de la Blanchet homenajeando a la Leigh de 1951 es digno de tomarse en cuenta. Ella fue nada de niña; consiguió un espejismo de altura con su defraudador, en su madurez; y regresa a la cuna, yerma. Ese gestus social es una pequeña ecuación actoral: ella debe aparentar (actuar-representar) que aparenta no ser la que es, y luego debe aparentar que vuelve a ser la que fue luego de haber sido aparentemente otra. Obviamente, el final lógico de ese trayecto es la locura. Nada le sorprenderá al avezado paseante de la butaca.

 

  1. Nada le sorprenderá al avezado paseante de la butaca de esta Jazmín azul (Allen, 2013). Quizás el descarnado monólogo que hace de fábula Jazmín frente a sus sobrinitos insoportables en una pizzería lo haga levantar alguna de sus dos cejas. Quizás.

 

27.12.13

 



Praxedis Razo


Un no le aunque sin hay te voy ni otros textículos que valgan. Este hombre gato quiere escribir de cine sin parar, a sabiendas de que un día llegará a su fin... es lo que más le duele: no revisar todas las películas que querría. Y también es plomero de avanzada. Mayores informes y ofertas al 5522476333. ....ver perfil
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