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Upstream Color

La inducción anómala

por Jorge Ayala Blanco

 

En Los colores del destino (Upstream Color, EU, 2012), heteróclito opus dos del matemático de 41 años, Shane Carruth (Primer, 2004), la infeliz oficinista sin atributos mayores, Kris (Amy Seimetz cual sensitiva Juliette Binoche rejuvenecida) es secuestrada por un “vulgar” ladrón callejero (Thiago Martins) y conducida a una guarida boscosa donde se le inoculará con gusanos metamorfoseados que apenas se calman bebiendo agua de manera compulsiva, pues navegan subcutáneamente por todo el cuerpo y serán inextirpables, ni siquiera a tajos de cuchillo cebollero; aun cuando la chava sea liberada (tras ser despojada de sus cuentas bancarias) y su comportamiento haya sido radicalmente alterado por esa inducción anómala, que sólo le permitirá acometer una atormentada relación amorosa con el perturbado treintón de buena voluntad protectora, Jeff (interpretado por el realizador del filme), también intervenido y trastornado de igual forma que ella, seguramente por un extraño muestreador/compositor/criador de puercos (Andrew Sensenig) que parece estar generando una especie humana mutante, todavía en estado latente, gracias a esos gusanos que emigran de las criaturas posthumanas a los cerdos y al final a las orquídeas.

La inducción anómala propone un novedoso e irritante tipo de relato, ciencia-ficcional y metanarrativo, que de hecho sólo plantea las ensimismadas piezas fascinantes (por autofascinadas) de un misterioso rompecabezas que cada quien puede armar como le dicten su capacidad intelectual, su disposición sensorial o su sensibilidad en despoblado, sobre las huellas dejadas tanto por el futurista horror biológico-quirúrgico mindfucking del primer Cronenberg (Los engendros del diablo, 1979) como por La invasión de los usurpadores de cuerpos (Siegel 1956/Kauffman 1978/Ferrara 1994) y por el diseminado radicalismo subjetivista de El imperio (2006), del profético Lynch, pues todo se ha llevado a un nivel donde el cine ya nada tiene que estructurar como relato, sino reducirse a alucinar briznas o ecos de una ficción por integrarse de veinte maneras distintas en la devastada retina del espectador antirrutinario.

La inducción anómala extrae toda la expresividad y la significación posibles de una autoexcitada estética visualista del esbrouffe, basada en la nerviosa hiperfragmentación por montaje, en el sistemático desenfoque escamoteador de los backgrounds y en una cerrada urdimbre elíptica de secuencias sólo en apariencia dislocadas. Trátese de los sonidos arbóreo-vegetales registrados con potentes micrófonos por el muestreador para elaborarse musicalmente, o las piedrecillas pescadas en el fondo de la piscina por la heroína solitaria cual trabajo de Sísifo reencarnado, o la bolsa con restos de los encantadores marranos infectados que se lanza a la deriva hasta un recodo fluvial, o las claves inscritas en las frases del idílico Walden (1854) de Thoreau –con sólo desconstruirlas bajo diversos procedimientos–, o el odioso criminal ubicuamente baleado por Kris tanto en un inhumano edificio vacío como en el apenas reconocible aunque revisitado bosque-prisión, la mayoría de esos episodios y momentos funcionan muy bien, como si fuesen enigmáticos cabos sueltos o autónomos.

Y la inducción anómala dicta una poética colorista que inicia con la extracción de un pigmento azul, raspando una inofensiva planta silvestre, y concluye con la subrepticia reinvención de restallantes plantas monocromáticas, amarillas, celestes, blancuzcas, desde una posa del río, cual metafísica de los colores a contracorriente de la pesadilla vivida y a modo de renacimiento premonitorio y ese.

 

Texto tomado de Kore-eda y Carruth: reintegrando, publicado por El Financiero el 6/01/2014, reeditado para F.I.L.M.E. Click aquí para leer el original.

 

13.01.14



Jorge Ayala Blanco


Crítico de críticos, entre los críticos, para ellos y en contra de ellos, publica ahora todos los lunes y desde 1989 en El Financiero una crítica siamesa sobre el estado de las cosas en el mundo de los estrenos cinematográficos. Autor de tesoros bibliográficos (actualmente incluso electrónicos) a propósito de e....ver perfil
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