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The Grandmaster

por Paola Parra

 

Las Artes Marciales se dieron a conocer en todo el mundo en gran medida gracias al legado visual que Bruce Lee, la estrella cinematográfica más prolífica del género a la fecha,  ha dejado en la memoria de sus fieles seguidores. Y para hablar de los orígenes de los estilos de combate de este personaje,  es inevitable recordar de mítico Ip Man, héroe cultural en el oriente que mostró al mundo el método, técnica  y sutileza del  Wing Chun.  Maestro  de cientos de discípulos, entre ellos el pequeño Lee.

Entre los filmes que adaptan la ya legendaria historia de este hombre destacan los dos dirigidos por  Wilson Yip (en 2008 y 2010), protagonizadas por Donnie Yen, donde se narra algunos acontecimientos de su vida durante la Guerra de resistencia a la ocupación japonesa (1937-1945) y la postguerra, respetivamente. Un retrato edificador de la  imagen solemne de un ídolo nacional, cuya tenacidad y valores lo encaminaron a recuperar simbólicamente la dignidad de su gente. Servil, fiel esposo, generoso y solemne padre. Una figura de ejemplo para la un país completo.

Quien se ha acercado a la construcción ensalzada de Ip Man no se atrevería a pensar que este hombre podría sufrir o siquiera, en otro orden de emociones, sentir un “breve” enamoramiento fuera de su matrimonio dibujado por las mencionadas películas como un modelo incorruptible. Representación fiel de la excelencia, libre de derrotas y juicios. Imposible le resultaría al espectador cuestionar al semi-dios de la honorabilidad, reflexión,  espiritualidad y lucha fabricado por Wilson Yip. No obstante el presente año, para fortuna de los amantes del cine, el fructuoso director Wong  Kar Wai, consentido de esta publicación,  regala al mundo una mirada distinta de este sifu de las artes marciales.

Con El Gran Maestro (Yi dai zong shi, 2013) Tony Leung Chui Wai encarna a un Ip Man humano, mostrando a la audiencia cómo descubrió, a mediados del siglo pasado, una usual forma de lucha del Sur de la lejana China llamada  “Los 64 puños”, misma que pese a los esfuerzos de sus practicantes, ha perdido vigencia y muy poco se conserva de su tradición. De este modo el protagonista nos lleva a la intimidad de una relación amorosa, de carácter inasequible, nacida a postre de sus 40 años. El vínculo, en apariencia invisible, es detractor del matrimonio por el que el hábil maestro ha velado más de media vida y al que no renunciará por existencia de aquella conmoción sentimental que sufrirá en el otoño de su vida.

Por un lado bosqueja narrativamente la historia de  traición y desencantos de la familia Gong, única heredera de este estilo de pelea –sumados a los mortíferos Bagua y Xingyi. Por otro muestra a  la pequeña Er (Zhang Ziyi),  eterna enamorada del futuro mentor de Lee, que busca vengar la muerte de su padre mientras mantiene una relación epistolar con Ip Man, dándole cuenta de los hechos entorno a la desgarradora historia familiar en la que se encuentra inmersa.

Tony Leung rompe el esquema impuesto por  el actor Donnie Yen, regalándonos la posibilidad de encontrar un maestro del Kung-Fu con debilidades, contrariado, buscador incansable del recuerdo nostálgico de aquel periodo en el que conoció al destino en forma de mujer, e igualmente conoció al amor en la técnica marcial. Gracias a todo esto se entiende que el peso representativo en el filme recaiga en aquellos dos personajes: una trama compartida cuyas interpretaciones son sutiles hasta en las secuencias de pelea.     

Wong Kar Wai reafirma que es un realizador imperdible, singular, cuya preponderancia incrementa exponencialmente al saber elaborar historias visuales de una hermosura única. Con la esencia característica de sus anteriores películas, propone un enfoque delicado de una obra que se podría pensar limitada por la puesta de escena y coreografía de combates, llenos de golpes a diestra y siniestra. Con una estética suave logra encajar un  ejemplar y maravilloso  poema sobre el arte de batalla en el oriente, el honor y el amor.

Las peleas en el filme se desprenden de la aparente necesidad de violencia que el “genero” ocupa, haciendo de estas escenas un homenaje directo al cuerpo y la estética del mismo, a la danza, al arte que hay dentro de este legado cultural de combate, sirviéndose amplia y acertadamente de un elemento esencial en las películas Wong Kar Wai: el texturizado ralentí. Para muchos un recurso que vendría mal a cualquier filme de  artes marciales, resulta uno de los mejores aliados de El Gran Maestro, dando por saco roto aquellas predicciones en las que se aseguraba la obra no alcanzaría la fuerza necesaria para denominarle una buena obra.

De igual modo, se conserva en escena la fuerza y belleza sonora característica del autor, dando potencia a cualquier elemento que tenga lugar dentro de escena. Cualquier entusiasta de la tradición Wing Chun agradecerá la existencia de este largometraje,  el cual no adeuda nada; igualmente, tanto aquel que trate de buscar el error desfundando el dato duro de las fechas y los hechos, como los que conozcan poco este tema, quedarán enamorados a primera vista del resultado final.

Gracias a su encantadora plástica este acontecimiento fílmico será un referente imprescindible de la cinematografía que verse sobre la práctica marcial, el primero en la lista para hablar de The Grandmaster,  Ip Man.

 

10.01.14



Paola Parra


@polapathe
Miss Paola Parra es la Jefa del departamento de limpieza y desintoxicación en la revista F.I.L.M.E.....ver perfil
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