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Cuestión de Tiempo

por Brianda Pineda

No, no, tu destino ni ha muerto ni es tu esclavo.

Tomás Segovia

  

La cinta Cuestión de tiempo (About time, 2013) del británico Richard Curtis, director y guionista que se colocó en el escenario de la fama gracias a su filme Realmente amor (Love Actually, 2003),  es lo que podríamos llamar una aceptable comedia conversacional con toques románticos. La vida de Tim, un joven suspendido entre la isla (y familia) que lo vio crecer y el fracaso de no conseguir una novia, es alterada cuando su padre revela el secreto familiar: los hombres de su estirpe son capaces de viajar en el tiempo. Claro está, había que dejar lugar al desencanto, sólo es posible visitar el pasado.    

Con escenarios amenos, casas decoradas con cuadros inspirados por diversas musas, libros regados por los suelos y jugando a la muralla del conocimiento, calles londinenses transitadas por la prisa, encuentros de la cámara con el mar, ¿puede pedir algo más el cinematógrafo? Se suma, quizás para algunos, una de sus debilidades: la música (en un inicio atrevida con Mr. Brightside y el recuerdo tragicómico de dos mujeres rusas bajo la lluvia cantando All the things she said); ésta, siguiendo la secuencia, es cada vez más blanda y cursi, pues así lo exige el melodrama. Finalmente el afiche de Amélie (2001) en la puerta del protagonista es guiño reflexivo y frase oculta en una imagen, pues reconocemos con cierta nostalgia que aún son tiempos difíciles  para los soñadores.  Curtis teje la maraña del deseo.  

Lo interesante es la superficie a la que se aferra el viaje fílmico. Un modo ordinario de viajar en el tiempo es enunciado, pues Papá (el siempre genial Bill Nighy) advierte al heredero de su secreto: No puedo tirarle una piedra a Hitler o acostarme con Helena de Troya, desafortunadamente […] ni viajando en el tiempo puedes hacer que alguien te ame. Algo tan mundano como la experiencia es la llave para comprender y conceder sentido a nuestros pasos por los laberintos que teje el instante; Tim (Domhnall Gleeson) desanda sus pasos, consiguiendo con ello hacer del fracaso un chiste. La máquina del tiempo lo lleva a un recuerdo específico –el número de la puerta buscada–, y tanto en oposición como acierto argumental, aparece Kit Kat (Lydia Wilson), la hermana salvaje, perdida en la espiral del instante porque alguien, quizá eso que podríamos llamar su naturaleza, le mostró en la infancia la alegría de andar descalza por todas las habitaciones. Este personaje ríe dentro de un mundo púrpura, su presente carece de suspensiones abiertas al veneno del pasado o a la preocupación del futuro, de cuya tragedia sólo algunos inmersos en trucos de magia y máquinas del tiempo pueden salvarse. Mala suerte, rebeldía desenfocada o algo que escapa a nuestro entendimiento: Kit Kat le recuerda a su hermano el anverso de la realidad, su fragilidad.

  

La agudeza y perseverancia por desvanecer el error, obsesión exaltada por Tim en su mareo de regresos –los que perfeccionan el momento a través de su transfiguración en el pasado–, se ve afectada cuando descubre que el nacimiento de un hijo supone el pasado vedado del padre. El primer grito es un límite y una trampa del don. Los días son inalterables sólo antes del retoño si no se desea desatar el caos.    

Mientras en la máquina del tiempo el viajero tiene permitido borrar huellas, evitándose así la vergüenza a la que nos expone el ridículo, en el presente los errores son señalados, a menudo, por alguien cercano al fracasado. Ante los desajustes y la inutilidad de los viajes al pasado, pues no importa la atención puesta ni el ánimo reparador, siempre se deja escapar un detalle y es éste el perseguidor y verdugo… la película guarda un as bajo la manga, la receta de la felicidad: el despertar conjurado por el alba y su promesa de un día nunca repetido. Se trata de la esperanza iluminada por el Humor, ese motivo por el que quizá la existencia de Meursault en el patíbulo hubiera sido menos gris. Mas hay que completar la fórmula mágica según el designio fílmico: Amor.    

En pocas palabras, no hay que olvidar que Tim está felizmente casado con Mary (interpretada por la bellísima Rachel McAdams). En los sitios donde deambula el amor, ¿la metamorfosis del Señor K. en un insecto resplandecería, imaginándolo ya petrificado en el centro de un amuleto precioso, si una hermosa joven lo llevara colgado en el cuello? El filme de Curtis es sobre el tiempo pero no conseguirá engañar a nadie, su tema principal es el amor y la confusión que provoca.  

Inmersos en la trama, tenemos un poco de claridad cuando, después del funeral de su padre, Tim se sabe permitido viajar al pasado. Es el encuentro donde aún es posible la visita a la estela de eternidad que toda muerte deja, las puertas que aunque nos empeñemos en cerrar con olvido el recuerdo abre y, metáfora deudora quizá de la comedia romántica, es un momento cuya realidad tiene forma, peso y sangre gracias a la máquina del tiempo activada desde un lugar en tinieblas o en el fondo de un armario. Pero la llegada de un tercer hijo supondrá la despedida, dispuesta ya en un lejano recuerdo de la infancia, no por emotiva menos dolorosa, con el sereno padre.    

Lo curioso a estas alturas es que el filme británico destruye la máquina del tiempo sin cuyo impulso no habría tomado altura. Pero es tan cercana su presencia de recordatorio y su discurso sobre la unión (cuyo peligro observamos en los escenarios donde acontece la historia), que el argumento está puesto para servir a una moral y un orden cuestionable; sin embargo ve su realización y acierto en apostar por una de las instituciones más venerada y al mismo tiempo puesta en duda a través de la historia: la familia. La densidad no es característica principal del largometraje, su guión liviano y gesticulaciones a favor del humor nos advierten que, en el cielo del entretenimiento, About time es una estrella más o menos opaca según el espectador decida. Como dato curioso o detalle inútil, faltó enterarnos si Tim habrá de inclinarse por revelar el secreto de la máquina del tiempo a sus hijos o preferirá ocultar la magia para evitarle el truco al mago.

 

02.01.14



Brianda Pineda


@brryanda

Xalapa, 1991. Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas por la Universidad Veracruzana. Ganadora en dos ocasiones del Premio Nacional al Estudiante Universitario Carlos Fuentes. Ha publicado reseñas y artículos en La Palabra y el Hombre y reseÃ....ver perfil

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