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Ir al cine un 14 de febrero
Por. Anónimo Valdez P. @Tuittiritero

A todos aquellos intelectontos de tiempo completo que se baten a brazo partido con frases académicamente altisonantes para hablar, teorizar y divagar sobre el séptimo arte, y de que si es arte en tanto qué y demás antologías ontológicas, se les ha olvidado que la experiencia cinematográfica trasciende una película, pues ir al cine es una experiencia contingente.

Es cierto que el espectador debe padecer siempre la precaria condición de aprecio cada que se enfrenta ante alguna buena película; en concreto, condiciones materiales. En un país como México esto ha venido a ser un ejercicio que demanda un nivel de mayor concentración a la que el ciudadano promedio no está acostumbrado. En México, el sensible trabajo de cada uno de los que participaron en la realización de cada filme, llega siempre demediado a las salas de cine, debido a diversos percances como el pataleo epiléptico del sujeto de la butaca trasera, del pésimo sonido aglutinado en una sola bocina que se esconde detrás de la pantalla, de los gritos, susurros, masculleos y sibilisancias de aquellos que se dieron cita en la misma sala a la misma función por obra de una divina coincidencia mercadotécnica. Lograr ver a buen término una película en las salas tercer mundistas implica un disciplinado ejercicio de tolerancia. Por eso, para mitigar estos estragos, es preciso ir, siempre, bien acompañado.

Ir bien acompañado

El/La bella/o y sensual compañera/o de a lado es fundamental para que logremos el entendimiento cabal de la estructura significante de cada filme. Para llegar a comprender toda la resonancia sociológica, su lugar en la Historia y cada uno de los aciertos formales que la película intenta comunicarnos es de vital importancia tener la tibieza de su mano en tu mano o tu mano en su pierna o sus piernas anudadas sobre las tuyas o en fin.

En toda relación conyugal, una de las dos cosas que mejor se pueden hacer es ir al cine. Ir a la cama es la segunda. Pero luego para volver al cine y luego ir a la cama y ver una película mientras se retoza solaces y se ven detenidamente en la cama como si fueran personajes que se escaparon de alguna película de Truffaut o Godard o quel autre autor… O cuando por acierto inaudito se exhibe a Passolini en algún festival o cine especializado, o ya una muy picaresca revisión de Tinto Brass -obligado sentarse en la última fila para que nadie se percate de nada-. Aunque inevitablemente todo film tiene que llegar a su fin y entonces se dice "¡Corte!" y se acaba. Para siempre.

Después, quizá por fuerza de costumbre, uno intente repetir la misma escena, con otros actores, en otros escenarios. Sin embargo, cierto es que segundas partes no son buenas… a menos que se trate de trilogías o sagas o tríos o gang bangs o etcétera. Hay un carácter simbólico en el ceremonial de la salida al cine, sostenido por patrones psicológicos de las relaciones humanas. Cuando ella/él acepta la invitación de acompañarte a ver una película, está aceptando también, en un orden simbólico, la propuesta de ir a tu casa, degustar un buen vino e ir a la cama después. Esto no es un obligado axioma, puesto que el ir a la cama con alguien no quiere decir necesariamente que esta persona aceptaría ir contigo al cine.

Curioso que el homo sapiens aún no se ha despojado del estigma del espacio enormemente oscuro, del silencio concertado, ese apenas roce de hombro con hombro y luces y sonidos que van anunciando ya una experiencia de suma intimidad, tan parecido a dormir con alguien compartiendo el mismo sueño.

Este catorce de febrero, al ejercer el único derecho legitimado de nuestra era de capitalismo salvaje, la “libertad” de consumo, cuando menos, veamos buen cine, a oscuritas, con alguien a nuestro lado. Uno nunca sabe qué pueda pasar, quizá nada, pero Bauman tiene razón al decir que la capacidad de consumo se puede extender mucha más allá de los límites impuestos por las necesidades naturales[1], es decir, que en nuestra sociedad de consumo el viajar es esperanza y llegar es una maldición. No encontrar no es malestar, sino promesa de felicidad. ¡Momento que pasas, detente, eres tan bello! Fausto deixit.

14.02.2012

[1] Bauman, Zigmunt, Globalización: consecuencias humanas, ed. FCE, México, 2004

Daniel Valdez Puertos


@Tuittiritero

Textoservidor. Lic. en Técnicas de la alusión con especialidad en Historia de lo no verídico. UNAM generación XY. Editor en Jefe y cofundador de la revista F.I.L.M.E. Fabricante de words, Times New Roman, 12 puntos. Es....ver perfil

Comentarios:
14.02.12
IvaNovelo dice:
Ja! increíble ! me recuerda mucho a un poema de Benedetti "los informales y el frío"
22.04.12
suiFVbhktw dice:
Hola, hola estuve vdenio tu blog y leyendo por encimita me gusta porque tus post son cortos y de cosas interesantes luego curioseare con mas calma
22.04.12
WhSbJQhjjiYjKjC dice:
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24.04.12
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