por Xidarto P. Legribés

Todo en el Festival es movimiento, pero de pronto, a esta altura parecemos todos viejos conocidos. Aunque no te detengas entre cambios de sala, pequeños paseos para hacer tiempo, todo parece hallarse suspendido. El laberinto de espejos te muestra el camino de salida. O lo tomas o te transformas en un monstruo de celulosa que se alimenta de entradas de cortesía al cine. Lo mejor es ir tomando precauciones y despedirse.

Muy dispuesto a participar de otro festín cinematográfico, me topé con una bomba que me estalló en la cara: Tierra de los Padres (Prividera, 2011) desarmó toda pretensión de continuar con la tardeada de filmes agendados, lo que más o menos se agradece en otro texto más amplio que, usted, lector, deberá buscar más adelante en su revista F.I.L.M.E.

Cineminuto: la perseverancia

Pero antes de la sorpresa, saciar la curiosidad de nadie: a fuerza de estarlo enseñando ¿quién es el artífice del cineminuto que promociona función a función al FICUNAM? Cristian Manzutto, maestro sonidista de joyas como Los herederos (Polgovsky, 2008), encontró, paseando por París, a ese ciclista irreductible que, a su ritmo, va abriéndose camino al ritmo de una colección de instrumentos musicales a los que también les cuesta trabajo formalizar una decorosa pieza, pero no importa porque van marcando el paso de su objetivo: el esfuerzo del viejo montado en la bicicleta.

A todas luces es un confeso homenaje a la factura plástica que profesan los honrados artistas que llegaron al Festival a mostrar un nuevo grado al que ha llegado el cine, pero también es una linda metáfora de la programación que exhiben los rótulos que se van sucediendo sobre la imagen, de las pretensiones de la fiesta cinéfila que está por concluir. Todo lo representado en la persecución en ralentí, se logró conjugar en los hechos.