Previo al inicio del festival de cine Distrital, entrevistamos a los realizadores Iván Lowenberg y Gabriela Gómez Mont, quienes participan en la sección Estrenos Mexicanos con sus películas La Castración (2012) y El Hombre que Vivió en un Zapato (2012) respectivamente. Esto fue lo que nos dijeron.
¿De qué va la película?
G: El documental narra mi reencuentro con El Guero –personaje casi mitológico de mi infancia- quien, entre muchas otras aventuras y desaventuras, vivió durante dos años y medio en un zapato con su esposa. Entre líneas y anécdotas también se exploran en la película varios cruces que siempre me han fascinado: la genialidad y la locura, la poesía y la patología, los amores desenfrenados, la imaginación y la realidad desbordada y confundida...
I: Lourdes tiene casi 24, trabaja en una agencia de castings y cuida a su padre inválido, ya que su madre los abandonó hace varios años sin mayor explicación. Extraño para su edad, y a pesar de la guía de su mejor amiga Victoria, Lourdes nunca ha tenido novio.
En el fondo, es una película sobre el perdón, sobre dejarse llevar en la vida, dejar que el amor llegue de la forma que sea, y deshacerse de todo tipo de castraciones que impidan
la felicidad.
¿Qué puede esperar un cinéfilo y qué un espectador promedio con sus filmes?
G: La verdad es que me cuesta trabajo dividir y categorizar el público de esa manera. Espero que ambos puedan pasar 90 minutos amenos, y de alguna forma ver, pensar y sentir lo que vivimos nosotros al hacer el documental, hacerse varias de las preguntas complejas que nos hicimos nosotros –y otras que ni se nos ocurrieron– acerca de este terreno interesante e intenso que es la vida desatada de convenciones sociales. De lo que significa tratar de hacer de la vida un cuento de hadas.
I: Es difícil decirlo, realmente no hicimos la película teniendo en mente qué tipo de público la vería, qué cosas apreciarían y qué no, la hicimos tratando de hacer la mejor película que podíamos hacer. En ese sentido, lo único que puedo asegurar es que verán el trabajo de un equipo muy comprometido, en el que volvería a confiar al 100%. En cuanto a qué esperar de la película como tal, sólo me puedo remitir a las reacciones que he visto en las funciones donde se ha presentado: he visto gente muy conmovida, gente que se ríe bastante (que aunque el título puede espantar, tiene su sentido del humor), gente que dice que el tiempo se le pasó como agua y por supuesto, gente que simplemente no le gustó. En lo que casi todas las opiniones están de acuerdo, es en que la actuación de Victoria Santaella es toda una revelación.
¿Cuál es su perspectiva del cine mexicano en los últimos 5 años?
G: Siento que el cine mexicano independiente está pasando por un gran momento. Hay una interesantísima generación de cineastas que está yendo más allá de las fórmulas cinematográficas, reinventando las posibilidades narrativas del cine; pienso, por ejemplo, en Carlos Reygadas, Nicolás Pereda, Michel Lipkes, Tatiana Huezo, entre muchos otros. También me encanta que el documental mexicano esté dando tanto de qué hablar y creando diálogos tan interesantes alrededor de esto que llamamos realidad, prestándonos otra óptica, otro lenguaje, y hablando desde otro lugar.
I: Me da mucho gusto ver cómo ha proliferado tanto en género como en gustos, actores, formas, etcétera. Ya no sólo es una generación de cineastas filmando, sino muchas combinándose y entregando por lo mismo gran variedad. Creo que difícilmente se le puede seguir reclamando al cine mexicano de ser siempre sobre lo mismo. El problema sigue estando en que la gente no se entera de que existen.
¿Por qué crear dentro del cine independiente?
G: El llamado cine independiente tiene más espacio para el riesgo y la experimentación, y normalmente está más comprometido con el contenido y la forma que con el éxito comercial. Se gesta a menudo desde una fascinación casi irracional por el cine, en vez de una medida sensatez de mercado. Eso me gusta. Qué maravilla que una película encuentre su público y se vuelva muy taquillera, pero no a expensas de la substancia; no a expensas de querer explorar obsesiones o visiones personales y crear un diálogo con aquellos quienes se comparten ciertos intereses y formas de entender (o desentender) el mundo.
I: En el caso de La castración en particular, fue realmente porque no teníamos otras opciones. Todo el crew era muy joven, de 24 años para abajo, y es difícil que en México se le apueste a los jóvenes, íbamos a tardar años en conseguir un financiamiento formal, y aun así, entrar al sistema de producción tradicional iba a implicar empezar a hacer sacrificios. En cuanto al crew, los actores y probablemente las formas en que queríamos filmar. Es común y entendible, que la gente que entra con inversión a tu película quiera tener cierto tipo de decisiones, y más si te ven joven. Así que decidimos asumir todos los errores que de la película puedan salir y tratar de filmarla con la mayor libertad posible.
¿Qué significa para México el cine independiente?
G: Es el corazón del cine mexicano, sin duda.
I: Creo que es benéfico en cualquier país tener cine independiente porque responde a intereses distintos a los del llamado cine comercial. Creo que debe haber los dos, pero el cine independiente en particular, al no tener en la mira ser el siguiente éxito taquillero, el tratar de complacer gustos de audiencias o directivos de casas productoras, las posibilidades de encontrar "voces genuinas" son más altas. Y estas voces son las que a la largan nos irán platicando la historia del cine.
¿Qué están viviendo ahora las escuelas de cine, creen que es su momento?
I: Definitivamente la carrera de cine se ha puesto cada vez más de moda. Yo espero que no sea simplemente una moda sino que cada vez haya más gente interesada en estudiarla y perfeccionarla, sin duda eso desembocará en tener mejor televisión, mejor cine y mejores medios audiovisuales en general.
Coméntanos sobre tu colaboración con Marcelino Islas
G: Marcelino –director de la película Marta– es el productor de El hombre que vivió en un zapato. Fue un gran apoyo en todo el proceso, y una de las cosas que más disfruté fue poder compartir toda esta aventura de hacer mi primera película con él y con Rodrigo Sandoval, cinefotógrafo tanto de mi documental como de Marta. Los tres tenemos una idea muy similar acerca del mundo que idealmente se debe de construir alrededor de una película, y también creen en la importancia de crear complicidades con la gente con la que trabajas. Fue una maravilla trabajar con ellos. Y Marcelino me prometió cuando se estrenó el docu en el Festival de Morelia que –aunque ya quiere regresar a dirigir más que a producir– será el productor de mi primera película de ficción. Se la haré buena.
I: Marcelino y yo somos amigos desde la carrera, y por fortuna hemos podido trabajar juntos después de los estudios. Hay mucha confianza, mucha crítica y autocrítica, y eso a mí me permite saber que en cuanto ponga un proyecto en sus manos o él en las mías, habrá un compromiso casi instintivo por llevarlo a cabo de la mejor manera. Y esto aplica de la misma forma con Rodrigo Sandoval Vega Gil, el fotógrafo de Martha y La castración.
¿Qué película de la historia del cine te habría gustado dirigir? G: ¡Me la pones difícil! Son tantas las películas que me encantan y que me han provocado sensaciones y reflexiones tan diferentes. Pero quizá Sans Soleil y La Jetté de Chris Marker.
I: No sé si dirigirlas, pero me hubiera encantado observar a Buñuel concebir y realizar Los olvidados o El discreto encanto de la burguesía, o a Bergman cuando filmaba Persona o Herzog en Lecciones de la oscuridad. Creo que podría seguirme con una larguísima lista de películas que admiro, aunque no pienso en ellas como películas que me hubiera gustado dirigir, sino más bien en las que me hubiera gustado ver de cerca a sus directores en acción.
¿Qué es lo primero que te viene a la mente cuando te dicen FILME?
G: Todo un mundo posible.
I: ¡A filmar se ha dicho!
03.06.12