Mucho se ha habla de la lomografía y de las cámaras Lomo, principalmente entre jóvenes aficionados o en vías de profesionalización fotográfica, y no es para menos, ya que resistirse a la gran cantidad de opciones visuales que estas cámaras brindan, sería prácticamente un pecado.
Existen numerosas publicaciones al respecto, libros que compilan gran cantidad de material lomográfico, su historia, desarrollo y mucho más, pero no es precisamente para darles clases de historia, para lo que estoy aquí escribiéndoles.
El caso es que la lomografía ha desatado nuevamente el poder análogo fotográfico –mismo que se encontraba en sus últimos minutos de vida–, volviéndole a dar fuerza y oportunidad a aquellos viejos formatos que para muchos son engorrosos, para otros inexistentes y que durante décadas nos han acompañado a muchos de nosotros.
Esto ha propiciado una nueva ola de arduos buscadores, encontrándose entre sus filas principalmente, jóvenes creadores que se han dado a la tarea de retomar procesos análogos, como incluso una forma de rebelión ante la constante carrera de megapixeles, posicionada en nuestro país, ya de manera masiva hace no más de 15 años.
A su vez la lomografía ha impuesto una nueva estética, en donde recursos visuales como el fuera de foco, el viñeteado, colores dramáticos, polvo y arañazos, pasan a ser parte creativa y lejos de ser vistos como defectos, son ahora vistos como elementos de buen gusto.
120 y 35 mm son referentes obligados entre los aficionados a la lomografía y es que son estos los formatos más comunes entre la gran variedad de cámaras existentes, que van desde la clásica Diana, pasando por las secuenciales como la Action Sampler e incluso digitales como la famosa Harinezumi, que emula la calidad visual propia de la imagen análoga, en foto y video.
En México ha ganado adeptos rápidamente y para bien o para mal, se ha convertido en un referente de tendencia, en todo el sentido de la palabra. Ahora ya son varios los sitios en donde pueden ser adquiridas dichas cámaras, pero en un principio, en la Ciudad de México, al menos, Lomomágico como parte de los locatarios del tradicional Tianguis de la Lagunilla, era uno de los pocos sitios por donde comenzó el brote lomográfico.
Sin duda alguna y lejos de toda tendencia, la lomografía tiene tantas posibilidades de experimentación visual, como la fotografía análoga convencional, o la también en boga fotografía estenopéica y debemos darle las gracias a todos aquellos responsables de volver a darle proyección a tan encantadores formatos, aun cuando la situación del mercado digital da pocas oportunidades al respecto.
13.06.12