El Cinema Novo, movimiento que a través de la ficción quiso representar la miseria del latinoamericano al norte de Brasil, tuvo una figura imprescindible: Glauber Rocha. Este director, nacido en 1939, quien aprendió a hacer cine con los rusos, era rojo hasta la médula y filmó, en las 19 películas que conforman su obra, un cine estilizado que intenta plasmar en la pantalla ese concepto tan nordestino de sertão (término intraducible).
Se podría decir también que, en relación al sertão y todo lo que implica, Glauber Rocha es como Guimarães Rosa. Sin caer en un localismo castrante e incomunicante, tanto el cineasta como el escritor lograron hacer del sertão un símbolo universal de la desesperación, la aridez del mundo, el hartazgo de la opresión y la decepción de vivir. En nuestro país, sólo Juan Rulfo logró tanto con algo tan aparentemente pequeño como la sierra (otro término intraducible).