Durante el estreno del más reciente Batman (el último de entre los hermanos vástagos de Nolan), un loco -como suele suceder en estos casos- llamado James Holmes, salió por la pantalla de un cine en Estados Unidos -como suele suceder en estos casos- y abrió fuego frente a los espectadores del cine, en medio de un tiroteo dentro del film.
Testigos afirman que muchos pensaban que se trataba de efectos especiales de última generación, hasta que vieron caer muertos a sus amigos, con quienes se desvelaron, disfrazados y todo, para ver el estreno de una de las películas más esperadas del año: Batman, el caballero de la noche asciende.
Hasta este momento, luego de más de 72 horas transcurridas, se cuentan 12 muertos y 58 heridos, de los cuales siete se reportan como graves. El fusil del gatillero James Holmes, que afirmaba ser el mismo Guasón, un AR-15 semiautomático (con el que pasó desapercibido en medio de todos los asistentes al estreno) se atascó, lo cual obligó al asesino a usar otra pistolita que llevaba por si acaso. De no haberse atorado el fusil, se entiende que pudo haber matado a cientos, pues la policía informó que el muchacho llevaba consigo un cargador para cien cartuchos, es decir que le alcanzaría para dar entre 50 y 60 disparos por minuto.
Holmes, al ser pacíficamente arrestado, advirtió que en su departamento, en un refugio estudiantil, se hallaba una bomba líquida, que los expertos antibombas que la neutralizaron describen como "una mezcla hipergólica" conectada a un artefacto explosivo.
Desde lo que fue hace más de un siglo, el 4 de mayo de 1897, en el que un espantoso siniestro envolviera en llamas a un gran ramillete de la burguesía parisina en el Bazar de la Caridad, cuando se llevababa a cabo una función de cine, no había ocurrido tal situación que manchara con tal lujo de sangre la noble y tranquila actividad que se supone es ir a ver una película.