por Mr. FILME
Luego de un largo ayuno espiritual, los duendes, hoy casi ascetas y extintos, que solían campear por las salas de la vieja Cineteca Nacional, podrán volver a la vida a partir del 7 de noviembre, fecha en que Paula Astorga anunció que habrá un gran evento al aire libre dentro de las nuevas instalaciones del emblemático recinto de Xoco que tendrá una linda cara de fin de sexenio.
La película con la que se inaugurará la nueva Cineteca Nacional lleva por nombre Devoción, un encargo especial que se le hizo a Emilio Maillé, realizador conocido por la serie XY y el monumento a la mujer que es Rosario Tijeras (2005), quien confesó haber elaborado para la ocasión un gran homenaje sentimental al cine mexicano que será musicalizado ¡y en vivo! por el muy llevado y traído este año en nuestro país Michael Nyman, quien en su minimalismo tradicional experimentó con la construcción de un trabajo para orquesta. La cita es el 7 de noviembre a las 19 horas, en la explanada del santuario con olor a nuevo.
Por supuesto, la 54 Muestra Internacional de Cine (cuya programación aún no es develada) será el gran reto para las nuevas instalaciones, ya que será inaugurada dos días después, la noche del 9 de noviembre, con la copia restaurada del legendario filme Macario (1960) de don Roberto Gavaldón, en la que brillarán con más fuerza que nunca las velas mortuorias del finísimo trabajo de don Gabriel Figueroa y el trabajo actoral de otro convidado a la fiesta, el milenario Ignacio López Tarso, quien será condecorado este año con la Medalla Salvador Toscano, insólito que no tuviera ya (!ja!)
Por si fuera poco, en el marco de esta reinauguración, se homenajeará ¡en vida! a la diva moral de nuestro universo fílmico: Lupita Tovar, oaxaqueña como pocas, musa de Paul Kohner, Santa (de 1931), mujer de talkies que supo moverse de la foto a tiempo, y que hoy seguramente regresará triunfante para encarnar a una especie de madrina cósmica, virgen impoluta del celuloide, de la Cineteca Nacional que, promete finalmente, ponerse al corriente de su programación, hoy desparramada por toda la ciudad, a partir del 15 de noviembre.
Poco a poco se abrirán al público el Museo del Cine, las nuevas salas ya bautizadas con los olímpicos restantes de nuestra era cinematográfica primigenia (Ismael Rodríguez, Juan Bustillo Oro y Emilio “el Indio†Fernández) y el Laboratorio de Restauración Digital, que llevará el nombre de otro tipo de diva, una vampiresa del cine mexicano, Elena Sánchez Valenzuela, mujerón de la era silente, otra Santa (de 1918) pero subvertida y más cachonda.
Los precios conservarán el monto en que se quedaron y, hasta ahora, no se suspenderá la programación en sedes alternas que podrían quedar siempre como casas chicas de nuestra querida Cineteca, ya se irá viendo, pues no se debería abandonar a su suerte a esas comprometidas ermitas de la cinefilia que tanto impulso han tenido durante estos últimos meses –que no rotundo éxito, habrá que aceptarlo–.
Este deslumbrante teatro de los hechos sólo es posible debido a la inconfesada pasión por el cine que, sospechamos en esta mesa de redacción, mueve a nuestro triste presidente Felipe Calderón, quien tímido y perverso (cfr. El fantasma de la ópera), ha dado de qué hablar a nuestro cine, incluso muy a su pesar (cfr. El infierno, El baile de San Juan et al. bicentenarias películas y su entrañable y caprichoso Morelos de próximo estreno).
La Cineteca que alegrará a unos –nada podremos decir aún de los vecinos y su novísima torre de Babel–, será el hermoso jaquel del blasón en el que Felipe de Jesús aparezca rampante, rizándose el rizo de un sexenio que nomás no pudo encauzar decididamente serio. Ni modo: habrá que disfrutarla al máximo; eso nos queda.