De primera mano habrá de considerarse los más recientes dispositivos de registro. Desde la proliferación de cámaras fotográficas con capacidad de tomar video con extraordinaria calidad como las Canon 7D,5D,1D y sus casi semestrales versiones aumentadas y mejoradas (tras la consigna de la obsolencia programada, cuestión que con magistral desempeño saber hacer Macintosh para horadar los bolsillos), hasta los celulares con cada vez mayor capacidad y calidad de imagen; estos dispositivos, (al igual que lo hizo la compañía de cámaras ARRI a finales de los cuarenta y más tarde Bolex), hacen asequible la posibilidad de que cualquier persona con mediano poder adquisitivo pueda convertirse en un cineasta (películas hechas con puro celular las hay y la lista es vasta) o simplemente el hecho de registrar lo que pasa a su alrededor, dotan de material invaluable tanto para los futuros estudios de historia de la cotidianidad así como abonan el campo de la etnografía. Al momento que escribo esto, debo resaltar la aparición de una cámara que es muy probable que imponga un parteaguas en el quehacer cinematográfico. Se trata de esa curiosa videocámaras en miniatura: la Gopro, capaz de procesar un nivel de imágenes hiperreales en los resquicios más insospechados con un grado de nitidez endemoniado, que hasta el mismo Chivo Lubezki ha de estar haciendo malabares literal o metafóricamente con varias de ellas. Este prodigioso gadget fue fabricado para capturar lo que un deportista extremo logra visualizar al momento de cruzar las olas australianas, vuelos ardilla en las rocosas regiones canadienses o el enfrentamiento con osos grizzli; su versatilidad llegó al punto de hacerlas resistentes al agua, y es así que el uso más artístico que se le ha dado se cristaliza en el reciente documental hecho por Lucien Castiang-Taylor y Verena Paravel sobre la industria pesquera, Leviathan (2013), y que ya con su monstruoso nombre nos sumerge más allá del mar y hasta el punto en el que las mantarrayas convalecen sobre la escotilla. No cabe duda de que veremos cada vez más documentales y películas de ficción hecho tras el lente microscópico de la Gopro, capturando ámbitos de la vida como lo hubiera deseado tanto Muybridge o los mismos Lumiére.
d) Además de las posibilidades que la Gopro ofrece, se vislumbra otra veta que romperá, ahora sí de forma definitiva, la experiencia cinematográfica, y que proviene del mundo de la programación computacional. En algún momento Buñuel declaró que el cine llegaría a su estado más puro cuando cada quien pudiera proyectar sobre la pantalla sus sueños a voluntad, sin ayuda de una cámara ni un equipo de personas, como si una máquina de imágenes codificara nuestra imaginación y la transcribiera fielmente sobre un soporte. El sueño buñuelesco se aproxima a realizarse una vez que las nuevas tendencias artísticas exploran lo que estila llamarse “arte generativoâ€, net art o arte digital. Piezas que invitan a interactuar con el público/usuario via una interfaz de códigos informáticos. La pieza no está terminada del todo hasta que no entra en contacto con el público, pues una serie de variantes programadas determinarán el resultado, según la forma en que cada quién juega con la pieza. Es así lo que justo usted podrá experimentar con el pequeño filme Blablabla de Vincent Morisset (y que desde luego nos sitúa muy cerca de lo que ha sido el videojuego, pero que hasta el momento el estatuto de arte no le ha sido concedido pues nunca se había pensando con ese fin). Blablabla, dividido en seis capítulos que sugieren seis etapas de la conciencia del lenguaje de cualquier individuo, clave argumento que hace énfasis en su propia naturaleza, como si de entrada nos dijera que este es el inicio de una nueva expresión. Las posibilidades son muchas, en cada punto en el que usted haga click puede pasar cualquier cosa, su estética, si bien es minimalista, nos invita a imaginar todo lo que se podría hacer si tan sólo se tuviera la mitad de presupuesto de una cansada película de Disney. Blablabla es el cúlmen tecnológico en el que las técnicas digitales al serivico de la narrativa, como en los videojuegos, trasciende al estatuto de arte. Y aunque la continuidad de planos y el montaje aún se encuentra en estado larvario, pensémos su incipiente lenguaje como las primeras narraciones cinematográficas hechas por Edison, Porter o Williamson. Ya habrá un Griffith y un Eisenstein de este Cine Generativo. Pues bien, vea lo que muy probablemente será parte del futuro del cine, juegue a ser dios y diviértase. Aquí el filme.
Textoservidor. Lic. en Técnicas de la alusión con especialidad en Historia de lo no verÃdico. UNAM generación XY. Editor en Jefe y cofundador de la revista F.I.L.M.E. Fabricante de words, Times New Roman, 12 puntos. Es....ver perfil