Como sabemos la base de todo producto audiovisual, que retoma más o menos el lenguaje cinematográfico (llámese videoclips o anuncios comerciales), es el montaje. Es decir, la unión de diferentes elementos, sean visuales o sonoros, ordenados de una manera específica para crear una emoción en el espectador. El logro de estas cápsulas, para conseguir obviamente la legitimidad de la que carece la reforma energética, es precisamente hacer uso del montaje para poder manipular a quien lo mire y convencerlo de que dicha propuesta del poder ejecutivo es una buena idea. Grandes planos generales que vuelven impresionante la grandeza de nuestros recursos naturales, música “motivadora”, emotiva (aunque sí cae en cliché) y la colocación de niños que interactúan con dichos elementos son la mezcla perfecta para que una serie de sentencias sin fundamentos y para los cuales no hay argumentos de por medio, sean fácilmente asimilados y memorizados por la audiencia: “...sí a la Reforma energética. Con ella vamos a tener más energía y a menor costo para impulsar el progreso de todos los mexicanos.” Ok, suena muy bonito, pero ¿cómo es que dicha falacia funciona?

Las intenciones del actual sin-Gobierno son no proteccionistas, tanto que han tenido a bien mencionar como “mitos y dogmas del pasado” a los argumentos que intentan poner en claro la falta de sustento, ya sea científico o político, del discurso privatizador. A este respecto, el mismísimo George Sadoul hablaba de algunas de las consecuencias de la política sí proteccionista que vino con las expropiaciones de 1938 en México:

Si las producciones comerciales fueron entonces numerosas y mediocres, debe considerarse fecundo el esfuerzo de independencia nacional, de “mexicanidad”, que se manifiesta durante la presidencia del general Cárdenas (1934-1940), tanto en el cine como en otros dominios culturales.

Después de 1940, y durante los diez años que siguieron, el cine mexicano conoció una expansión industrial y artística, que lo hizo conocido en todas partes. La producción sube de 27 (1940) a 121 films (1950); los cinematógrafos de 830 (1938) a 2459 (1953); y los frecuentan de 66 millones (1938) a 162 (1954), que da casi siete boletos por habitante, algo próximo a la asistencia en Europa. Esta expansión se debió a dos medidas de protección que el gobierno de Cárdenas había iniciado, y al favor de público (60% de espectadores para los films mexicanos después 1950). En fin, México se asegura, o sus exportaciones, el primer lugar en los mercados hispánicos. ³

Justo es Sadoul quien nos da una pista sobre las consecuencias de una mexicanidad que proteja sus propios recursos y una que no, tan sólo en un aspecto, en este caso la bonanza cinematográfica. La Reforma Energética que dice el investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, Fabio Barbosa, “Es un discurso festivo sin sustento científico que recuerda los días de Foxilandia […] no habrá combustibles más baratos, ni se crearán los cientos de miles de empleos…”. Entonces cómo es que funciona este spot que reza “no a la privatización, sí ala R.E.”, simple, no hay argumentos, sólo un gran montaje efectista.

Aquí una veloz y breve muestra de una idea bien comunicada gracias al lenguaje audiovisual. No hay razones, no hay argumentos, sólo un empático personaje con una afirmación. Una combinación de datos simples, música estimulante y una imagen atractiva; montaje pues. ¿Cómo sustenta su propuesta? No lo hace, la idea de dicho documento visual es simplemente convencer. Comenta Ana Vásquez Colmenares, problematizando pros y contras del discurso oficial audiovisual que “Está hecho para causar un impacto muy positivo en jóvenes y en sectores de clases medias y altas."⁴ Justo se hace patente el único motor de la campaña comercial (sí, repito, vendedora de ideas y actitudes) del Gobierno, y es sin más influenciar la opinión pública y legitimar una propuesta por demás nociva para una gran mayoría.

Sin más, sí, el trabajo hecho por los técnicos del Churubusco Azteca es notable y funcional, perfectamente armados los recursos totalmente efectistas bien aprendidos y reapropiados desde los maestros Griffith y Eisenstein que proponen un México que debe ignorar sus carencias, sus problemas y sobre todo, sus diferencias de clase.

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