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El caracter nebuloso de Vargas Llosa

por Aranxa Sánchez

 

Siete en punto: todo estaba listo. Libros, plumas, cámaras, grabadoras, cuaderno de notas, asistentes, reporteros y la implacable ausencia. La emoción feliz y morbosa por la presencia del escritor peruano Mario Vargas Llosa en la inauguración del ciclo “Mario Vargas Llosa en el cine” en la Cineteca Nacional se debatía entre el enojo y la paciencia.

7:10, 7:22, 7:35, 7:40.  Impuntualidad, retraso. Vestidos y alborotados: séquitos de fans, reporteros, cinéfilos y Alejandro Pelayo Rangel veían impacientes los relojes. El secreto a voces de la controversial figura del escritor se cumplía: función agotada, organización tensa y cuando éste ingresó a la sala de la Cineteca fue recibido con un tibio aplauso.

Pelayo, el realizador Luis Llosa (primo de Mario que presentaba su película de 2005, La fiesta del chivo y directorazo de películas de la estatura de Anaconda –presentando a Jennifer López–, de 1997, o El especialista –rescatando del olvido a Stallone–, de 1994) y "el escribidor" saludaron y ofrecieron las disculpas protocolarias, ¿qué otra cosa se podía esperar? El rumor entre los reporteros de la agenda apretada y el poco tiempo que dedicaría al evento ocasionó un ambiente febril de obtener una premisa aburrida.

Empujones, flashazos, discretas discusiones con los organizadores de prensa de la Cineteca Nacional acompañaron las palabras cuasi explicativas y tediosas del cineasta peruano: la función inaugural del ciclo estaría en manos de su adaptación del libro La fiesta del chivo. Sí, que las dictaduras en Latinoamérica; sí, que Trujillo; sí que el respeto a la historia original literaria; los reproches a la falta de violencia…

Y Luis Llosa, el que debía decir algo, estaba escondido, serio, ausente. ¿Las secuelas de las dictaduras en América Latina también se verán reflejadas en el carácter nebuloso de sus escritores? En realidad el único que importaba era Mario Vargas Llosa. Por eso la espera, por eso la paciencia y en cuestión de segundos ese escritor dubitativo y distante se convirtió en el orador simpático y bromista del formulismo, ¿habrá dicho algo diferente a lo que los lectores asiduos saben ya? No. Y su carácter conservador y espinoso tampoco faltó.

              

Ironías. En una función inaugural de un evento cinematográfico el homenajeado afirma y cree que, sin lugar a dudas, en la literatura es más difícil –y, por eso mismo, más entrañable– la creación de imágenes para el lector. Esa dificultad gloriosa de los personajes que son sombras en la mente del escritor, la labor de investigación, de verificación, de recolección de testimonios (en el caso del libro que se hablaba, a propósito de su adaptación)… Sí, años gloriosos del siglo XX. Del pasado.

Y de este modo, en un momento de la vida, es indispensable separar la obra literaria y la opinión de determinados escritores. Y con Vargas Llosa no es la excepción. Si bien el libro La fiesta del chivo (2000) es una pieza literaria rítmica, fulminante, seductora y muy efectiva, su adaptación cinematográfica tiene el mérito de querer producir algo similar.

A pesar de que en el filme de Luis Llosa aún perdura la pesadez de un original antecesor evidente en el capricho cinéfilo de querer ser fiel a una historia literaria, ese introducir tanto y nada en dos horas, la tensión que carcomió las actuaciones y la plástica, a pesar de eso, la adaptación es rescatable.

La fiesta del chivo recurre a una versión más humana a través de la mirada de Urania, la hija de un colaborador cercano a Rafael Leónidas Trujillo, dictador en República Dominicana entre las décadas del 40 y 50. La película tiene una buena dirección de arte, vestuario y ambientación que trata de recompensar la sensación de corte y alejamiento en el espectador.

Luis Llosa no toma muchos riesgos y hace una conciliación limpia, pulcra, sin mayores complicaciones, con un elenco adecuado e interpretaciones ajustadas al conflicto que plantea el libro. La fiesta del chivo es una película ubicada en lo palomero aderezado con una interesante carga dramática.

Este ciclo dedicado a uno de los autores latinoamericanos, vivo, con mayor reconocimiento mundial, tan controversial por sus opiniones conservadoras y elitistas, estará sucediendo hasta el 1 de diciembre, y consta de cinco largometrajes basados en su obra.

Vargas Llosa afirmó no saber demasiado sobre el universo cinematográfico (“Yo sólo me siento y veo a los monitos en la pantalla”), y pensar en esta unión extraña entre una especie de detractor del cine (en su opinión, el cinematógrafo banaliza la cultura) y homenajes audiovisuales a su producción literaria, darán como resultado una ironía bastante interesante del tipo "¿qué carajos hago aquí?"

Todos miraron sus relojes por millonésima vez en la noche: 8:30. La espera valió para un discurso de alrededor 15 minutotes. Vargas Llosa bajó del escenario y una horda de fanáticos consumió su noche.

 

28.11.13

 

Arantxa Sánchez


@mentecata_
Hace un esfuerzo constante por caminar el línea recta. Le gusta el punto y seguido, la literatura, coleccionar imágenes y ver la tele. Dicen que es odiadora de profesión pero los servicios escolares de su universidad dicen que....ver perfil
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