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FICUNAM 2014, un año más en la picota

En orden alfabético, los críticos hablan sobre sus experiencias con el festival. Algo bueno surge del diálogo entre sus puntos de vista.

 

  • Apuesta interesante, falta definición. Aviña

  • FICUNAM, lo inesperado. Ayala Blanco

  • No multitudes, sino espectadores constantes. Diezmartínez

  • Riguroso y necesario para aquel quiera estar al día. Tovar

 
 

por Praxedis Razo

Las noches frías del fin de febrero de 2011 comenzaron a tomar forma al salir de las salas de cine del Centro Cultural Universitario. Un festival periférico se hacía de un espacio en medio de una Cineteca Nacional venida a menos, y otros festivales de amplia tradición en nuestro país. Una especie de remanente del Festival Internacional de Cine Contemporáneo (FICCO) se conjugaba a los esfuerzos de la UNAM por traer para los estudiantes cine de calidad, frente a lo que ya de por sí ofrecía la programación en el viejo recinto federal de Xoco.

Sorpresas y un nuevo aliento cinéfilo dejaba atrás dicho festival encarrerado, FICUNAM había nacido inquietando. Esa nueva empresa cultural levantaba un vuelo de nuevos rumbos. Las siguientes dos emisiones del festival lo afianzarían entre el público, por un lado, emparejándose con el trabajo por parte de la Universidad de devolverle una vida pululante al CCU (con el MUAC, la remodelación de los cines y la urgente parada del Metrobús), y por otro lado, con la suma de acciones por parte de la Cineteca (renovada) misma y diversas instituciones públicas y privadas de acunar cine de apuesta, cine de inteligentes cuestionamientos y no de respuestas accesibles.

En 2013, FICUNAM tuvo su primera gira nacional y siguió cosechando afinidades e inquietudes, coincidía. Una república de cinefilia alzó la mirada, ese cine incomodaba con éxito, crecía. La gente pasaba jornadas enteras perdiéndose en las filas de la taquilla, preguntándose cosas en la oscuridad…

Hoy, a punto ya de la cuarta edición del Festival, nos acercamos a los críticos mexicanos que han vivido varias décadas de otros festivales, y comenzamos por preguntarles si les gustaba lo que se veía en las pantallas del FICUNAM, cómo lo vivían, qué significaba y, en fin: este es el drama.

Rafael Aviña, el más reservado, y como miembro del Consejo Académico de la Filmoteca, comenzó diciendo que aunque no acaba por convencerlo, pues le parecía que el Festival aún no se ligaba a su público natural (jóvenes universitarios y preparatorianos, “el estudiante promedio”), tiene la virtud de proponer alternativas exquisitas en medio de una cartelera paupérrima y atraer a un público exigente del cine a la UNAM.

A Jorge Ayala Blanco le encanta. Se le ve recomendándolo entre sus alumnos y sus amigos, ansioso por descubrir cosas nuevas entre las butacas: “En nuestro ámbito, es el mejor festival programado, hurgando sin piedad entre las propuestas extremas que aún conservan forma y sentido”, acota sobre su gusto.

Para el sinaloense Ernesto Diezmartínez, el FICUNAM es ya insustituible entre los cinéfilos más arriesgados de la Ciudad de México; en su óptica, llegó en calidad de sustituto del FICCO pero, y ese es su valor, se atrevió a más, un poco “con la ventaja de la infraestructura y apoyo de una institución como la UNAM, pues no creo que este modelo pueda repetirse en otra parte del país, por lo menos con el tipo de programación y con la ambición que conlleva un festival como este”, comentó.

Luis Tovar, por su parte, responde que trata de ser un activo y participativo visitante del festival que, en sus palabras, llegó a la Ciudad en un momento de ayuno de eventos de esa altura, de corte internacional, amplios e inclusivos, “no focalizado como por ejemplo el de cine judío, o el de cine alemán”, aclaró, y dijo sentir que al festival siempre le falta tiempo para reafirmarse en calidad entre los espectadores que recibe. “Tengo la sensación de que a muchísima gente el festival le pasa de noche”, advierte así Tovar sobre la falta de presencia mediática del FICUNAM.

De algo semejante se lamenta Ayala Blanco, que frente a su agenda acepta sentirse “desbordado como crítico, ávido como simple espectador del FICUNAM, afrontando y padeciendo la incapacidad de respuesta de la crítica en México ante nuestros propios festivales, sobre todo por falta de tiempo y espacios”. Mientras que Aviña encuentra el error en la falta de definición: estar en la UNAM y abrirse hacia afuera. “Creo que en la medida en que le den más importancia al cine mexicano podrán internacionalizarse más, aunque parezca una paradoja”, aconseja el también crítico del periódico Reforma.

A lo que Diezmartínez abona: “Creo que desde que apareció el FICUNAM una o varias de sus películas han terminado en mi lista de lo mejor del año, muestra de lo valioso que es su material. También es cierto que estos aciertos en la programación internacional no se repiten en el paisaje mexicano. Pero esto es lógico: mientras su programación internacional está acompañada de premios obtenidos en otros lados, muchas de las cintas nacionales son estrenos mundiales y, por supuesto, el riesgo es mayor al seleccionarlas”, comenta y dice tener la sensación, en cuanto a cine mexicano se refiere, de que “los programadores se rigen muchas veces por el riesgo corrido por nuestros cineastas y no tanto por los logros en pantallas, y los resultados, en ocasiones, han sido terribles”.

Dichos que se encuentran con lo que Ayala Blanco agrega, en pos de tratar de que antes de darle más tiempo y difusión al FICUNAM, valdría mejor refugiar el cine que ahí se exhibe en otras universidades de México, aunque calcula que difícilmente podría llegar a ser así: “La cultura burocrática es en general cauta, repetitiva y, cuando no, temerosa y definitivamente miope”, sentenció.

Ya para concluir, Aviña fue muy claro y dijo que en este Festival ha descubierto tendencias fílmicas alternativas, lo que nos empata con otros festivales “periféricos”, pero que como toda moda tenderá a agotarse: “Hay que estar conscientes de ello”, avisó. Tovar le auguraba al evento un gran futuro, de seguir con su férrea calidad e implementar una dosis fuerte de difusión. Ayala Blanco, también desencantado por la espesura de la realidad, observó que del futuro de este proyecto cultural nada podía tenerse en claro, pues como todo proyecto de avanzada en México, nunca se sabe si su presunta consolidación será duradera, “porque aquí las cosas pueden dejar de existir de un día para otro y sin la menor explicación”.

Díezmartínez (constante inquisidor, desde cinevertigo.blogspot), no quiso dejar fuera el papel del espectador dentro de un festival como éste: “El público en general debe ser tratado con respeto. Sin condescendencia de ningún tipo, sin ningún asomo de soberbia. El pecado mortal de algunos cineastas, críticos y programadores de festivales es precisamente ese: la soberbia. Si el público no llega a ver la película que hiciste, si la gente no piensa de la cinta como tú lo escribiste en el diario, si los cinéfilos no llenaron las salas con las películas que tú programaste, lo que debes hacer es repensar lo que estás haciendo, o seguir haciendo lo que haces pero, en cualquier caso. Pero no se debe comenzar a insultar al público llamándole ignorante, bobo, hollywoodizado, "comercializado" o cualquier otro adjetivo”, y acabó haciendo un llamado al sentido común: se puede ser duro y riguroso sin llegar al insulto, como programador, como público, como crítico.

 

17. 01. 13

Praxedis Razo


Un no le aunque sin hay te voy ni otros textículos que valgan. Este hombre gato quiere escribir de cine sin parar, a sabiendas de que un día llegará a su fin... es lo que más le duele: no revisar todas las películas que querría. Y también es plomero de avanzada. Mayores informes y ofertas al 5522476333. ....ver perfil
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