Praxedis Razo: Este año el festival se ensanchó, engordó, porque en el mismo número de días de los años pasados hay casi tres veces más películas, ¿fue por el número de espectadores o es una apuesta de parte de la programación?
Roger Koza: La inflación cuantitativa del festival fue un poco azarosa, o en todo caso es el resultado indirecto de otra decisión: presentar cuatro retrospectivas. No es frecuente que un festival en la actualidad programe cuatro retrospectivas en una edición. Es un gesto decisivo y político, y al hacerlo aumenta inexorablemente la cantidad de funciones. Deseo profundamente que el público se permita conocer todo lo ancho de la programación. Estoy convencido que nosotros hemos hecho todo lo que debe hacerse a la hora de programar un festival.
PR: ¿Cómo definirías a los espectadores del FICUNAM, luego de tres años de haber visto crecer esa cinefilia? ¿Crees que se han formado nuevos espectadores o los que se sientan en esas butacas llegan a un lugar ya determinado desde hacía tiempo?
RK: A lo largo de los años voy reconociendo algunos rostros que se repiten edición tras edición, pero de allí a pensar que existe una entidad homogénea llamada público y que puedo intelegir sus pareceres es otra cosa. El público así entendido es una entelequia muda, una otredad más imaginaria que real. Igual me animo a decir que todavía no hemos experimentado ese instante en que el público se adueña del festival, le da su tiempo, confía en él, le empieza a exigir porque siente que el festival le ha exigido. He visto ese fenómeno una sola vez en mi vida: la tercera edición del BAFICI en el 2001. La formación del público y la constitución de una cinefilia se pueden constatar cuando nada, absolutamente nada, parece interponerse entre el festival y el deseo (de ver). Llenar salas, sacar boletos antes de tiempo, esperar el día de la inauguración como quien espera al amor de su vida, son actitudes y conductas que no he visto aún en relación a FICUNAM. Debo ser justo y decir que tampoco lo he visto en otros festivales de México.
PR: ¿A dónde crees que vaya a parar toda la experiencia visual de los espectadores del FICUNAM? Es decir, ¿para qué sirve (cultural y políticamente, no los términos rupestres del servir), en tus palabras, ver ese cine?
RK: En esta pregunta siento el mismo grado de dificultad que puede experimentar un teólogo frente a un tratado sobre los efectos de las plegarias en la intimidad del cenobita o del hombre común: no tengo idea qué hace cada persona con las películas que ve.
Puedo recurrir a mi propia experiencia: cuando iba a los festivales como espectador iba en búsqueda de una experiencia radical; me disponía por una semana a que el cine hiciera conmigo lo que él quisiera. Trataba de ver todo, leer sobre lo que veía, sentirme envuelto en una expedición inmóvil en la que no había certezas, excepto una: si era persistente, al terminar ese viaje, yo no sería el mismo. Intuía que el cine era mucho más que un entretenimiento popular y sofisticado. Intuía que se trataba de una práctica poderosa que modificaba mi sensibilidad y mis creencias en todos los órdenes. El cine me ha enseñado a mirar y escuchar, y a relacionarme de otro modo con todo lo que veo. Un día descubrí que Tati había modificado mi relación con el espacio de las ciudades; otro, que las últimas películas de Michael Mann tenían efectos colaterales positivos sobre cómo miraba las nubes en la noche.
Políticamente, y esta edición del festival es política como pocas, el espectador podrá repensar el lugar de la imagen y su relación privilegiada con el poder. Farocki interroga esa dimensión ontológica de nuestra vida: el ser en imágenes. Y dado que el régimen sonoro y visual del festival es muy diferente al régimen dominante, el propio festival propone un modo de ser en imágenes.
PR: ¿Cómo recomendarías a un nuevo espectador acercarse al festival?
RK: Mi primera recomendación es informarse activamente, leer sobre las películas del festival, leer el catálogo, intentar formular preguntas sobre lo que se va viendo y buscar relaciones entre todas las películas que están programadas. Hay un difuso discurso cinematográfico que se constituye entre todos los filmes que se van a exhibir. También sugiero tomar a un director y seguirlo sistemáticamente en todas sus películas. Además, en este festival seguir la competencia tiene sentido, porque entendemos que en ella se juega una idea de cine, no es sólo el premio lo que está detrás de la elección de los títulos en disputa.
PR: ¿Cómo fue esta nueva experiencia de curaduría cinematográfica?
RK: La búsqueda de películas en esta edición ha sido ardua. Hemos visto muchísimos filmes, pero hemos tardado mucho en definir la programación porque se discutió a fondo cada una de las elecciones. Era fácil dejarse llevar por algunas películas que parecen llevar un letrero que dice “Soy programable, soy importante, estoy en todos los festivales”, pero en lo personal, desconfío enormemente de esas películas. Tardamos, porque no se trata de consensuar o imponer un capricho frente al consenso. Se trata de entender qué estamos haciendo. Hemos avanzado en un entendimiento conjunto, lo que no significa un acuerdo total, que tampoco es deseable. La tensión ha estado presente desde el primer título elegido.
PR: ¿Cuál fue el criterio de la selección de este año?
RK: El criterio es múltiple pero preciso: en primer lugar, reconocer las películas que parecen proponer algo nuevo, posibles ejemplos de un nuevo estadio en la evolución del lenguaje cinematográfico (p. ej. Manakamana, Historia de mi vida, Albino); en segundo lugar, distinguir ciertas películas que pueden reavivar críticamente la noción de cine de autor, buscar un conjunto de directores que demuestre la vigencia de ese concepto siempre problemático pero indispensable (ahí están Iosseliani, Fontán, Guiraudie); en tercer lugar, se trata de demostrar que existen otras formas de narración en el cine contemporáneo, que escapan o se desmarcan enteramente del modelo narrativo de Hollywood (se verá claramente en P3nd3jo5, Lukas, el extraño, Sacro Gra, De golfo a golfo a golfo; Tres ejercicios de interpretación); en cuarto lugar, insistir con una tradición radical del cine moderno, fundamental para ver y pensar el cine contemporáneo, que no surge de la nada, sino que es producto de una historia (claramente expuesto en Un cuento de Montaigne, Diálogos de sombras, El lapso de vida del objeto encuadrado); en quinto lugar, proponer una relación directa del cine con lo político, una predica de una política de la forma (obviamente Redención, las películas de Farocki, País bárbaro, El último de los injustos, Nepal por siempre, Zanj Revolution); y finalmente, queremos propiciar una experiencia sensible a través de ciertas películas que ponen en juego otro orden perceptivo frente a la imagen en movimiento (se verá en El rostro, Viaje al Oeste, Costa da Morte, En el mar).
PR: Ya para concluir, menciona una ruta crítica recomendada para un espectador sin demasiado tiempo.
RK: Diría que las películas imperdibles son: 1) ¿Y ahora? Recuérdame; 2) Pastorale; 3) La orilla que se abisma; 4) El desconocido del lago; 5) P3nd3jo5; 6) Norte, el fin de la historia; 7) Que tu alegría perdure; 8) La sociedad joyceana; 9) Vamos a jugar al infierno; 10) Nuestra Sunhi. Pero, sinceramente, podría haber enumerado otras diez.
07.02.14