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Nepal forever, tragicomedia de una ilusión

por Rodrigo Martínez

 

Tragicomedia de una ilusión. Sergei y Víctor representan una organización civil comunista en el San Petesburgo contemporáneo. Inquietos por el provenir ideológico, viajan a Nepal para conocer a dos facciones confrontadas luego del fracaso de una insurrección en 1996. Caballeros andantes de un proyecto persistente, los autonombrados leninistas atestiguarán las tensiones de una región que percibirán aislada (“no saben qué pasa en el mundo”) sin pensar que ellos podrían ser habitantes de la misma incertidumbre.

En Nepal forever (Polunina, 2013) residen dos pulsiones: la situación social percibida y la razón dramática. Antes que perseguir una explicación, el segundo largometraje de Aliona Polunina es un ensayo de cruzamientos que asume la premisa tragicómica del estancamiento ideológico para contrastarla con la observación de lugares y personas. Piel de crónica y espíritu dramático. Es el afán de concretar una impresión de una idea del mundo a través de las peripecias y los hallazgos de una militancia a menudo soñadora.

Sergei y Víctor son esforzados contribuyentes de una ideología. Estudian, escriben discursos y celebran honores. Resisten la censura de quienes los desconocen como comunistas. Uno busca citas por internet y tiempo en televisión para debatir opiniones políticas. Otro disfruta de la naturaleza y añora los símbolos de su identidad. Quijotescos casi de a de veras, evocan un tiempo de certeza que miramos en la bandera roja que Víctor coloca, casi como astronauta, en el centro de un paisaje de nieve de esos bosques de San Pestesburgo. Sólo que después, en un ejercicio metafílmico, la imagen aparecerá en blanco y negro en una variación de ese plano, y de otros, para exponer el origen (como un detrás de cámaras) de Nepal forever.

Doble búsqueda o ensayo del ensayo. Aliona Polunina acompaña el pensamiento de los viajeros con una propuesta plástica nunca desbordada. Paisajes inconstantes con pantanos de víboras verbalizadas y tierras semi-tropicales de ríos a medias; barriadas envejecidas con cara de ropas colgantes y balcones cincelados; impensables comunas con trajes multicolor y pieles morenas que articulan una sola curiosidad. Katmandú como un ambiente sereno, a pesar de varias carencias, que semeja la cualidad visual con que Joris Ivens reveló Valparaíso (1965) y que va de un ritmo andante a un pleno allegro con el travelling que persigue a la bicicleta en que Víctor viaja cantando como internacionalista y gritando “¡Nepal forever!”.

Si bien la condición documental no busca la profundidad, su tono irónico no es un pretexto para negar la relevancia de su temática. Cuando los comunistas rusos al fin conocen a los líderes de los grupos confrontados en Nepal, el plano a plano intensifica el ritmo, produce una sensación peculiar de campo-contracampo y registra los argumentos de los dos bandos. En medio de ese debate existente creado por la edición (los grupos nunca estuvieron cara a cara), los visitantes procuran conciliar posiciones antes de encontrarse solos ante un río donde verán el viaje quieto de una barca que encarna un futuro incierto. “Puedes pasar toda tu vida intentando comprender un país y sólo lo entiendes en el último momento”, dirá Sergei a pesar de que él y su camarada fueron honrados por la asamblea y la marcha conmemorativa de la aún sagaz comuna de Diwikra Marwal.

Con El pasado de una ilusión (1995), Fraois Fouret pretendió escribir una historia de la ilusión que acompañó al comunismo. En palabras suyas, la ideología que buscó instaurar un estado y un sentido de justicia en las sociedades fue superada por un carácter científico. Sólo que esa razón devino en algo parecido a una fe incapaz de explorar el futuro. Nepal forever también es el estado de un anhelo. Al igual que el ideario de la tragicomedia originaria, el filme sigue a esos hombres que intentan trascender amén del patetismo de un canto disonante, de la soledad de una marcha con apenas seis personas o de la insolación de esos climas tan cambiantes y diferentes como las posturas de los comunistas del país del Everest. Sin juzgarlos o idealizarlos, Polunina anda detrás de Serguei y de Víctor para buscar lo mismo que ellos más allá de la plena incertidumbre. Porque la última vez que los veremos estarán en la barriga de un ambiente tropical que resguardará sus voces y nada más.

 

27.02.14

Rodrigo Martínez


Alumno siempre, cursa estudios de posgrado con el anhelo de concretar un aporte sobre los modos de hacer del pensamiento cinematográfico. Licenciado y maestro en comunicación por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la unam, ha colaborado en las revistas Punto de partida, El Universo del Búho, La revista....ver perfil
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