por Alejandro Javier
A finales del año pasado, durante la exhibición del Festival de cine de Venecia, el célebre director japonés, Hayao Miyazaki, presentó su más reciente obra Se levanta el viento (Kaze tachinu, 2013) y al mismo tiempo anunció su retiro voluntario de la industria cinematográfica. Ciertamente, no es la primera vez que Miyazaki dice retirarse para volver más tarde. No obstante, si esta vez su decisión fuese cumplida cabalmente, se retiraría del medio dejando, por mucho, uno de los legados más sobresalientes en la historia del cine.
El primero de estos legados corresponde al Studio Ghibli (スタジオジブ - Sutajio Jiburi), fundado en 1984 por iniciativa de Miyazaki y otro excepcional maestro del cine animado, Isao Takahata (La tumba de las luciérnagas, 1988). Desde entonces, las películas realizadas en los estudios Ghibli han destacado tanto por las entrañables historias que sus talentosos realizadores nos han contado a través del celuloide, así como por su peculiar estilos de animación, el cual integra un tipo de técnicas tradicionales en la industria del anime (como los zoótropos y rotoscopios) que los realizadores de Ghibli han mantenido deliberadamente hasta en sus más actuales películas, ya no por una actitud retrograda, sino para definir un estilo propio.
El segundo legado de Miyazaki se encuentra en cada una de sus películas, las cuales, desde el año pasado, ya suman once maravillosas obras que se han posicionado en el gusto del más amplio y variado público alrededor del mundo, gracias a su nivel estético, emotivo y profundo. Las historias de Miyazaki se caracterizan por presentarnos a personajes complejos, diametralmente contrapuestos a los arquetipos que algunas compañías occidentales continúan explotando incansablemente (DreamWorks Studios y Blue Sky Studios, por citar dos ejemplos insalvables). Otra característica digna de subrayar en la filmografía de este director, son una serie de motivos que, de modo recurrente y en diferentes grados, inciden en cada una de sus historias: el tema de la guerra; la dicotomía naturaleza/modernidad; el vuelo y los aviones. Estos últimos vehículos, quizás los elementos más evocadores en la obra de Miyazaki, vienen a convertirse en la pulsión medular de su último filme.
Se levanta el viento es una adaptación animada de la novela corta (con el mismo título) del escritor Tatsuo Hori (1904-1953) en la cual fue relatada la vida de Jiro Horikoshi, el creador del avión de combate “Zero” utilizado por las fuerzas niponas en la Segunda Guerra Mundial. Al tratarse de la adaptación de un episodio histórico, Miyazaki tuvo que convertirse en un hábil escultor del tiempo para ofrecernos una imagen realista del pasado en nuestro presente. El protagonista de esta historia, Jiro, es un ingeniero aeronáutico cuyo gran sueño, desde niño, ha sido diseñar los mejores aviones del mundo, inspirado en el célebre ingeniero italiano Gianni Caproni (quien asiste a nuestro protagonista en sus más cruciales sueños, como una especie de gurú espiritual). Jiro desempeña su vocación en un contexto bélico, por lo cual su creatividad y destreza serán aprovechadas por el ejército de su país. En medio del conflicto internacional y de la tensión interna del Japón (generada por el militarismo) Jiro conocerá a Nahoko Satomi, con quien vivirá un profundo romance.
El viento comprende el motivo poético de la película y es también uno de los personajes principales de esta historia: se trata del impulso primordial que juega con el destino de los personajes, hasta convertirse en el cómplice fundamental de la sub-trama de amor entre Jiro y Nahoko: -“Te amo desde que el viento te arrojó a mis brazos.” Por esta razón, el viento comprende algo más que un simple recurso metafórico; se presenta como un personaje también, dinámico, con un dialogo que se manifiesta visualmente unas veces como una ventisca agreste (como en las escenas donde solloza sobre el exuberante paisaje rural) y otras con una estatidad inquietante (como cuando infla las monumentales nubes de la destrucción que se yerguen sobre los cuadros urbanos).
No obstante, el tema principal de la película corresponde a la complicidad de los sueños en aquella monumental empresa humana que significa vivir en este mundo. Los sueños de Jiro integran un imaginario en el que se crea y recrea el mundo (interior y exterior) del protagonista, pues será dentro de esta dimensión onírica donde tendrán origen sus pulsiones vitales: el vuelo y los vehículos aéreos.
El mismo Miyazaki pudiera estarse auto-referenciando en esta historia, no solamente por su fascinación personal hacia los aviones, sino porque él también ha sido un prolífero soñador y la realización de sus sueños le ha implicado un arduo esfuerzo, bajo condiciones adversas, pero impulsado por poderosos motivos. El modelo “Zero” con el que Jiro habría marcado un hito en la aeronáutica japonesa también alude a la película, pues ambas obras han sido esperadas con gran expectativa por un público que no deja de encontrarse maravillado ante los resultados.
Finalmente, podemos encontrar en el último sueño de Jiro Horikoshi el mensaje más significativo del filme; cuando ya todo parece concluso, el motivo más entrañable de Jiro lo conmina a seguir viviendo en este mundo1. Con Se levanta el viento Miyazaki aspira a eso, a invitarnos a todos notros a vivir con intensidad en este mundo, impulsados por nuestros más profundos sueños, deseos e imaginarios, los cuales constituyen las ventiscas vitales que nos arrojarán hacia alturas insospechadas.
03.03.14
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[1] "Se levanta el viento... ¡hay que vivir!". Referencia constante a uno de los versos finales del poema de Paul Valery, Cementerio marino.