por Crhistian J. Benítez
Cualquier destino, por largo y complicado que sea,
consta en realidad de un solo momento:
el momento en que el hombre sabe para siempre quién es.
Jorge Luis Borges
César Chávez (2014) dirigida por el actor y realizador, Diego Luna, es la segunda entrega del mexicano tras la cámara, donde a manera de biopic narra la historia del activista y adalid chicano, que a favor de los derechos civiles entre los años de 1962 y 1970 comulgó a inmigrantes mexicanos, de Centroamérica, de Filipinas y quienes quisieran luchar por cambiar sus misérrimas condiciones laborales. Principiando por fundar la Asociación Nacional de Trabajadores del Campo, que después cambiaría a la Unión de Trabajadores Campesinos, realizaría un boicot nacional parando la recolecta de uvas, poniendo en jaque a la empresa de un croata a quien le patearía el trasero y a su vez, se convertiría en el trending topic de Robert Kennedy.
El trabajo de la casa productora y distribuidora, Canana, de quienes por cierto es su primer filme en Hollywood, y la mancuernilla entre Diego Luna y Gael García ha posicionado a América Latina, en los últimos años, ya no sólo como tema que se analizaría desde la agenda setting, sino como cosmogonía que se sumerge en los otros, en los de abajo, en los agachados, e incluso, llega a yuxtaponerse, empero, es parte de la hibridación cultural que hemos vivido.
Los intérpretes
Dentro de cuadro y en la producción el excelente John Malkovich nos muestra aquella “tercer” mirada que conjuga bien, para interpretar a Bogdanovich Sr., un buen hijo de Sam a pesar de su estatus migratorio. La participación del personaje de Dolores Huerta (que en el filme es interpretada por Rosario Dawson), fue pieza clave para la construcción de la narrativa, pues al ser la compañera entrañable de Chávez, coadyuva en el trabajo de pesquisa para perfilar tan estoico personaje, y no sólo el de él, también el de Helen Fabela –o de apellido Chávez– esposa del protagonista y quien es interpretada por America Ferrera.
El cuento
Cabe destacar el trabajo como guionista que realiza Keir Pearson. No es gratuita su participación en el presente filme, pues con su talento ya plasmado en Hotel Ruanda (Terry George, 2004), perfila muy bien a un César Chávez que deja de actuar como víctima para convertirse en personaje idóneo para impulsar un cambio social.
De Delano a Arizona, de Tucson a Coachella, pero nunca quitando los pies de los campos de Sonora, pues es allí donde se realizó la mayor parte del rodaje. El trabajo es alentador, no sólo por el hecho de buscar y rescatar la memoria, o investigar a personajes que levantan la palabra y que en ocasiones sólo los llega acallar la muerte. Bien confiesa Eduardo Galeano “mucha gente pequeña en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas pueden cambiar el mundo”.
La película es una muestra fílmica que hace recordar a la magnífica –pues es su obvia referencia y antecesora– La sal de la tierra (Salt of the Earth, Herbert J. Biberman, 1954), y pone en primer plano a la huelga no sólo como recurso manifestante de la desigualdad, o denunciante del mal accionar del estado y las empresas trasnacionales, sino como un derecho. El trabajo de Diego Luna es pertinente pues en el contexto de la reforma migratoria, las proezas trasatlánticas que tienen que realizar los migrantes y el necrológico camino que representa México para miles de personas que buscan calidad de vida, resulta relevante, pues a su llegada nos encontramos con otro gran problema de la tan sonada multiculturalidad que aún no consensuamos. César Chávez pone en la pantalla el cómo un personaje trascendió al fincar las bases de la Ley de los Derechos Laborales; es un filme que intenta provocar, comenzando por los dedos índices que se encuentran del otro lado, indicando qué si y qué no.
08.05.14