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Atempa: sueños a la orilla del rio

 

por Amado Cabrales.

 

Pensemos la figura de la mujer como auto empoderamiento, como medio de incursión social y sexual en la sociedad. La feminidad como una percepción, como una fuerza que es pilar y reformulación de su espacio, de su gente. ATEMPA: sueños a la orilla del río (Edson Caballero Trujillo, 2013), es un documental que narra las identidades de tres habitantes del pueblo de San Blas Atempa, donde se muestran sueños y luchas en un pueblo zapoteca del istmo de Tehuantepec.

El escenario es un pueblo que es independiente de Tehuanepec desde el 2 de octubre de 1868, por decreto del general Díaz,  fruto de su colaboración en la guerra contra los franceses. El antecedente histórico es importante, puesto designa un espacio en el que  la lucha de sus habitantes por una autonomía es también llevado a cabo en las batallas del día a día. El pueblo está integrado en su mayoría por Indígenas Zapotecas que hablan en díidxa záa, en donde entre sus velas (es así como llaman a sus fiestas y carnavales) se cuenta la celebración Muxe[1]  de la “Reina de las garzas”. 

Los protagonistas son Maira, Tino y Raciel, quienes viven a las faldas del Cerro del Tigre. Tino es muxe. La cámara lo sigue mientras camina por el pueblo con sus sandalias plateadas, adornado de lentejuelas siempre con su sonrisa cautivante. Tiene solo diez años pero sabe muy bien lo que quiere ser y tener: celebrar sus quince años con vestido y chambelanes, y  convertirse en la Reina de las garzas. Nosotros como espectadores lo seguiremos en su lucha por lograr su cometido, entendiendo y observando cómo es la vida de un niño indígena muxe.

Raciel es maestro, da clases de baile y es un activo colaborador de las campañas sobre la sexualidad responsable, tiene una relación con alguien más joven, no se hace ilusiones, pero está enamorado; es miembro activo de la comunidad muxe de Atempa, en donde se organiza desde el 2005 la vela de las garzas. Algo le pesa a Raciel y es que a pesar de sus logros o alegrías, existe un dolor que no le abandona: el rechazo de sus hermanos, la violencia con la que fue tratado desde pequeño, apedreado, insultado y exiliado. Poco le sirvió que viviera con su abuela, que saliera de su casa desde muy joven y encontrara y ejerciera un oficio. El dolor lo lleva, le brotan lágrimas en los ojos de solo recordarlo. Entre tanto, Raciel zurce  sus vestidos, se maquilla y arregla para la vela, recorre el pueblo orgullosamente.

Para Maira ser mujer, en una comunidad donde los hombres son descritos como salvajes, es un reto, el cual asume no sin complicaciones. Atempa está bajo un régimen político que ha paralizado la actividad en el palacio municipal, además de encontrarse en condiciones deplorables. Maira realiza talleres didácticos y artísticos para niños y adultos, en el patio del Palacio. Sin embargo su labor no acaba aquí, en las elecciones de planilla y en toda discusión que afecte a los pobladores de Atempa, ella se encuentra involucrada; es además coproductora del propio documental en donde participa. Es madre soltera pero desea volver a casarse con su actual pareja.

Muxe no es algo despectivo(no del todo), no es una maldición ni una carga. En la comunidad zapoteca es considerado un milagro para su familia, el mejor hijo, el que ayuda y protege en la vejez. Es un tercer sexo, que desde el siglo XVII tiene injerencia en las decisiones de su pueblo, tomando acciones de mujer y decisiones en las que solo los hombres pueden participar. A pesar de la relación histórica del pueblo zapoteca con la homosexualidad, esto no evita la marginación, la desaprobación y la violencia; la figura de la mujer, su manifestación en la identidad de los  muxes, es tomada con distancia. Tal condición ambigua afectara las vidas de los personajes. Raciel no puede ver a su madre, la tiene vedada por sus hermanos; la madre de Tino lo dejo a él y a sus hermanos a muy temprana edad; Maira, como madre sola y activista política, debe buscarse un lugar en medio de un cacicazgo de más de dos décadas.

Atempa… transcurre a lo largo de seis años, en este lapso de tiempo, se observa el paso de la infancia de Tino a su adolescencia, la muerte de la madre de Raciel y el compromiso y trabajo de Maira. El documental destaca por el tratamiento de estos tres personajes, se percibe una aproximación intimista a la vida privada de los tres, pero sobre todo a la de Tino, pues somos participes de sus transformaciones. Existen momentos en que la voz de Maira nos adentra en la cosmogonía de su pueblo, en el cruce de la vida a la muerte a través de un río. La vida, y por lo tanto los sueños a la orilla del río, son los que trascurren al margen de la norma, aquellos que se desbordan de un estado relegado y dan paso a nuevas formas de entender estas identidades marginales.

Hacia el final del documental, vemos los sueños de los tres personajes, actuados por ellos mismos. Esto sorprende, no por el hecho de usar actores no profesionales, sino por ser ellos quienes escenifican los recuerdos, tragedias y anhelos. A un nivel psicológico, dicha escenificación debe implicar un proceso de reconocimiento muy profundo. Lo onírico en lo documental, se percibe como una transición natural, sin complicaciones, ya de antemano el filme tiene momentos así entre narrativas.

La identidad marginal –aquella que se gesta en la periferia de lo que es considerado el centro de imagen que tiene la sociedad de sí misma– es aquí protagonista. Damos cuenta de que el tema de las sociedades indígenas y su relación con la homosexualidad es poco conocido. La manera en que éstas dos formas de percepción se conjugan, generan un sincretismo que se expresa en la vela. Tanto las bodas muxe como sus “reinas”, son una suerte de ritual y espectáculo de lentejuelas. Lo que no se debe perder de vista es el papel de la mujer, como ser y como idea que se metamorfosea y se expresa en los personajes. Es, por ejemplo, la forma en la que Maira se agrega a la ecuación, no la homosexualidad como tema, si no la feminidad como identidad marginal en la cultura zapoteca.

 

[1] Identidad de la dualidad sexo-genérica que no es hombre ni mujer. En la cultura zapoteca del istmo de Tehuantepec se les llama muxes ('mushes') a las personas nacidas con sexo masculino que asumen culturalmente roles femeninos en cualquiera de los ámbitos social, sexual y/o personal. Tiene como origen la derivación fonética por parte de los zapotecos de la palabra mujer.

 

 

30.05.14



Amado Cabrales


@Amado4
Artista plástico, cinéfilo y estudioso del cine autodidacta, amante de toda expresión libre y consiente de la fuerza de la imagen, interesado en las formas y significados que encierra el uso de la información y el ocio.....ver perfil
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