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Death, una banda llamada muerte.

 

por Brianda Pineda

 

La música es una de las formas que tiene la vida de tocar sin cesar la puerta de la muerte, y si hay un detrás de la cerradura, sólo el misterio al cantar ‘keep on knockin, keep on knockin on the door’ lo conoce. El documental A band called Death (Mark Christopher Covino, Jeff Howlett, 2012) retrata el enigma que gira alrededor de tres hermanos afroamericanos de Detroit, quienes en la década de los 70 afectados por la muerte repentina y absurda de su padre, luego de probar el funk en el delirio de sus instrumentos, deciden formar la que descubierta treinta años después será considerada la banda antecesora del movimiento punk encabezado, por ejemplo, por Sex Pistols, Bad Brains o los Ramones: Death.

En un recorrido visual que va de la habitación donde tenían lugar los ensayos anónimos de la banda, el barrio de Detroit y Burlington en movimiento, la aparición de fotografías que ilustran el pasado y que son en la dimensión que el filme les otorga —al combinarlas con grabaciones y canciones de la época— una odisea detrás de líneas de la biografía de la agrupación, así como de los caminos que el destino trazó para cada uno de los hermanos Hackney, el espectador asiste a la víspera de la revelación de una leyenda del rock and roll: David Hackney.

Creador intelectual o espiritual de la banda, David parece mantener una relación de asombro con la muerte. El rechazo es el primer capricho al que los hermanos Hackney se enfrentan en una época donde acceder a los escenarios con una propuesta que desafiaba la lógica convencional en su apuesta a un ritmo estridente y fresco era un hueso duro de roer, por no decir que casi imposible si la hazaña era pretendida por músicos “de color”, sobre todo marginales por llevar los bolsillos vacíos. Rechazo al nombre de la banda. Rechazo al sueño de un hombre hecho realidad antes de su desaparición.

El documental a cuatro ojos de Covino y Howlett consigue adentrarse en el túnel que en vida fuera el genio creativo de uno de los pioneros del punk, cuyo nombre arrancó de la boca de la fama —a modo de pacto oscuro— la muerte. Los hermanos Hackney, luego de la desintegración de Death, cedieron al vaivén taciturno en su calidez del reggae. Dave nunca abandonaría el barco iluminado por las notas y letras que solía escribir, como revela su viuda en la cinta, mirando las nubes y su trayectoria insólita. Cruzaría el umbral de la muerte no sin antes advertir, a modo de presagio amoroso a sus hermanos, que guardaran los discos de Death pues el mundo vendría a buscarlos.

Death, el filme, es una travesía a lo largo de los pasadizos que atraviesan los hombres cuyo amuleto es la sangre, cuyo ritmo vital es la música. Una joya pura para los seguidores de la mítica banda y una dosis de enigmas para todo aquél que guste asomarse a los archivos confidenciales que el género documental muestra como una mano afortunada de póquer sobre la mesa del cinematógrafo. Los límites entre la vida y la muerte son inciertos porque el fenómeno de la desaparición, característica propia de la segunda, es una prueba confusa. Pero en la sala de espera que es el mundo, David ahuyenta el rumor que versa en la muerte, se abandonan los sueños al cantar ‘don´t you cry, we´re gonna make it’.


 

14.11.14

Brianda Pineda


@brryanda

Xalapa, 1991. Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas por la Universidad Veracruzana. Ganadora en dos ocasiones del Premio Nacional al Estudiante Universitario Carlos Fuentes. Ha publicado reseñas y artículos en La Palabra y el Hombre y reseÃ....ver perfil

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