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Selma, el poder de un sueño

por Julio César Duran

 

La narrativa lloricona y biográfica norteamericana tiene su lugar en la cartelera nacional para esta temporada de premios cinematográficos del vecino norteño. La otrora publicista y consultora de mercado de mil y un filmes veraniegos, Ava DuVernay, llega a las salas del mundo con una nominación al Óscar gracias a su cuarto largometraje –tercer filme de ficción que hace– donde visita uno de los puntos álgidos de la carrera activista del reverendo Martin Luther King Jr., Selma, el poder de un sueño (2014).

Como no puede faltar en el cine de Hollywood, llega la saturación de biopics o filmes “basados en hechos reales” (llámese Foxcatcher, La teoría del todo o Inquebrantable), pretextos narrativos que más allá de hacerle justicia a uno u otro personaje, por más oscuro o célebre que sea, se han convertido en fórmulas rentables que no siempre preponderan la fuerza del héroe en turno. Para esta ocasión se trata del gran hombre que protegió los derechos humanos y civiles de los afroamericanos en los años 60 de manera más tibia que su contemporáneo Malcolm X, Martin Luther King (David Oyelowo, fetiche de DuVernay). En el filme escrito por el primerizo Paul Webb se nos relata uno de los importantes logros del popular activista negro, quien gracias a toda una serie de actos, manifestaciones y discursos (no sin sus respectivos sacrificios), consiguió dar un fundamental paso para conseguir el voto de los ciudadanos negros en los Estados Unidos.

Selma fue uno de los pueblos que aún padecía, para 1965, una recalcitrante xenofobia y Luther King (con su equipo de defensores de la causa afroamericana) lo toman como un lugar estratégico para presionar al gobierno estadounidense a sumarse a su lucha. Tras meses de marchas y protestas pacíficas, con todo el aparato racista en contra de ellos, el mencionado sueño de Martin (recurrente motivo en la película) se va abriendo camino. A partir de informes del FBI que tenían bien vigilado (con ojos hasta en la cocina) al reverendo, se retrata cada respiro que da el protagónico en aquel año turbio.

Este filme es necesario en un país que tras siglos de abusos contra la raza negra aún lleva a cuestas un importante problema de segregación a nivel nacional (véase el reciente caso de Ferguson y la fría respuesta de un presidente con raíces afro), pero que quizá queda en aquella fórmula que simplemente busca el espectáculo a partir de las lágrimas y no entra de lleno al verdadero cine político-politizado ni a una actitud crítica.

Selma, el poder de un sueño cumple con una función básica en la industria de cine de los Estados Unidos y lo hace dentro de toda corrección política y asignaciones del buen gusto pro establishment. En primer lugar llena la cuota de la película de primer nivel (o seria, si se quiere, cabe recalcar) con protagonistas afroamericanos y en segundo lugar, de ser un filme hecho por una mujer. Pero esto va más allá, ya que fuera de revisitar el pasado reciente para hablar de un presente aún con problemas de racismo, se queda en una anécdota totalmente maniquea donde “los buenos” son nobles a más no poder y “los malos” tienen sus corazones viciados.

En el argumento pareciera que las trabas y la moralina blanca, que pretende conservar la segregación y que está orgullosa de su xenofobia, fuera un concepto abstracto o una idea que de facto no tiene lugar más que en la personificación del villano: el gobernador Wallace (Tim Roth). La Casa Blanca se ve presidida por un bonachón e ingenuo, aunque colérico, Lyndon Johnson (Tom Wilkinson) quien apoyado por su bienintencionado asistente, Lee White (Giovanni Ribisi), llevará a buen puerto con aplausos y demás, la causa del voto negro.

El icónico (en el cine gringo contemporáneo) Alabama es el escenario de este filme de factura respetable que se sostiene con base en frases construidas y clichés narrativos. Si bien la pretendida historia de esta película es de un valor que no se puede negar, sí es bastante cuestionable su manera propagandística para un mero espectáculo, no para una causa real. Selma pertenece a ese cine que mira a la taquilla y no a la experiencia estética que politiza miradas. Precisamente ahí encuentra su talón de Aquiles.

 

Adenda oscarera

El filme de la realizadora Ava DuVernay es, como mencioné, la cuota anual del cine de estudios con categoría A, con un mensaje pro-minorías (cuando hoy la minoría es la blanca y ya no la afroamericana ni la latina) y de ser mujer tras la cámara. Selma le da por su lado a “La Academia” con un mensaje de superación personal, de fórmula biográfica y da coba a la Casa Blanca. Para acercarse al Óscar o por lo menos dar la pelea, se inserta en un protocolo de espectáculo (la tanda anual de 3 close ups en pantalla grande para Oprah, la productora) y de imagen gubernamental (la tanda anual de filmes bien vistos por Obama: Precious, 2009; Historias cruzadas, 2011; Django sin cadenas, 2012; 12 años esclavo, 2013).

 

12.02.15



Julio César Durán


@Jools_Duran
Filósofo, esteta, investigador e intento de cineasta. Después de estudiar filosofía y cine, y vagar de manera "ilegal" por el mundo, decide regresar a México-Tenochtitlan (su ciudad natal), para ofrecer sus servicios en las....ver perfil
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