En Tarnation (2003), ópera prima del mismo Caouette, un precoz videoasta de 11 años de edad posa frente a su cámara VHS para atestiguar los momentos más íntimos de su histrionismo y desfalque emocional, un testimonio documental sin precedente que retrata la pre y post adolescencia de un niñato esquizo en los suburbios norteamericanos durante la nostálgica década noventera, con un tratamiento audiovisual artpunketo ahora sí que inmejorable.

Aléjate Renée, segundo documental de Caoutte, es a la vez reminiscencia y continuación de su primer película. Y en ella nos conduce, de la mano de su madre, por el farmacológico camino de su historia familiar. El caso de una viejita chimuela (la propia madre del autor-artista) que en otro tiempo fuera hermosa, y que ahora ríe de sí, con pudor y locura.

Existe un ensayo sobre la gerontología, del detrimento corpointelectivo y la inminente muerte en todo este trayecto, escenas de factura impagable como cuando Renée confiesa con apabullante convicción a Jonathan: “Soy Peter Pan… no sé sí lo sabías”.

Delirantes todos, delirante el montaje y las visiones de Caoutte que nos comparte. Proyecto que hemos de asumir como el más puro y sensato cine de autor en su expresión más amplia, pues al fin de cuentas, todos los grandes genios del cine siempre hablaron sobre sí en sus obras, ya sea Welles, Allen o Truffaut, por citar casos evidentes.

Jonathan Caoutte lo hace a tope y de manera impresionante. Aléjate Renée será sin duda el segundo episodio de una gran saga, en la que podremos augurar, que su tercera entrega será después de que Renée se haya alejado para siempre.