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Dulces sueños, mamá

por Enrique Ángel González Cuevas

 

Nada importante en el mundo del cine de horror ha acontecido con la creación de Dulces sueños, mamá (Ich seh, Ich seh, 2014) de Severin Fiala y Veronika Franz[1]. No es que se trate de una mala película. De hecho cumple satisfactoriamente todos requerimientos del género: historia interesante y perturbadora, ambiente ominoso, empatía con las víctimas y miedo frente a su verdugo. El problema es que está demasiado inmersa en esos mismos códigos, de manera que queda como un filme más.

Los sueños perturbadores son claramente sueños. Las fantasías, igual. En Dulces sueños, mamá no hay mucho espacio para la sorpresa. De fácil lectura para el que está acostumbrado a los modos del terror europeo, esta película “de miedo” pierde el misterio a los pocos minutos por lo evidente que será el curso de los acontecimientos. Para quien está más cerca de Hollywood, la primera parte resulta aburrida por su ritmo lento y la falta de un arco narrativo claro (para los estándares ordinarios).

No falta quien hable bien de ella por su buena dosis de violencia y tortura, y no les falta razón. Sin embargo, no es nada del otro mundo y no resultan tan efectivas pues (otra vez) el elemento gore era predecible e imprescindible, así como el desenlace del mismo, haciendo que se pierda fuerza y diluyendo la poca tensión dramática acumulada.

La fotografía, a cargo de Martin Gschlacht, destaca por mucho y de hecho es lo que sostiene la película en los puntos donde la historia se empantana y el espectador distraído comienza a pensar en qué va cenar cuando salga de la sala de cine.

Bajo la influencia del director Ulrich Seidl, quien figura en la ficha técnica de la película como productor, la película fue escrita y dirigida por Veronika Franz y Severin Fiala, mujer y sobrino respectivamente del buen Ulrich. Su mérito como ópera prima no es menor, pero la cinta carece de independencia y novedad.

La pregunta es ¿por qué una película con estas características es cacareada como la más aterradora del año? Ciertamente es como la cuarta que ha intentado adjudicarse tal título en lo que va de 2015.  Por desgracia no se puede hablar mucho de Ich seh, Ich seh sin caer de lleno en la sinopsis o en el franco spoiler, pero algo se puede decir del elemento que más ha impresionado, con toda la razón del mundo, al público: más que un discurso visual sobre el miedo, la cinta usa al terror para hablarnos de ámbitos todavía más oscuros de la condición humana.

Triste por las coordenadas afectivas donde ocurre la acción, la película habla desde el dolor de la perdida y la imposibilidad de encontrarse y entenderse con la única persona que podría consolarnos: la madre. En este sentido, lo más destacable de la trama es la ausencia de “el mal” en la misma. Dulces sueños, mamá no se sirve de un villano que sólo busca dañar. En el filme sólo hay dolor, incomprensión y soledad; aquí no existe la clásica lucha contra una entidad maligna. O quizá sí y, en el fondo, el mal no sea sino otra cara del dolor, la soledad y la incapacidad para comunicarlos.

 

03.12.15


[1] Ella es la guionista de cabecera del incómodo Ulrich Seidl.

Enrique Ángel González Cuevas


@chontourette
Ciudad de México, 1986. Maestrando en Filosofía y ginecólogo paranormalista. Es entusiasta de la obra de Arthur Schopenhauer, así como cuentista y fan de la cultura zombi.
Tiene el sindrome tourette y nunca pone de acuerdo a sus ello, yo y súp....ver perfil
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