por Cuauhtémoc Pérez-Medrano
Se considera que en los años cincuenta se conformó la leyenda de la edad de oro del cine hollywoodense. Los Hermanos Coen lo saben, quizá por ello para la apertura la Berlinale 66, han presentado un filme que parodia u homenajea la comedia romántica, el western rosa, el musical, pero sobre todo el cine épico religioso. ¡Hail, Caesar! es una película dentro de la película, en un filme que aglutina distintas tipos de cine, pero vayamos con calma.
En la apertura de ¡Salve, César! nuestro marco principal se enfoca la figura de un crucificado, como preludio temático, Eddie Mannix se confiesa por mentirle a su mujer, no puede dejar de fumar, es un acto grave sentencia el sacerdote. La película es una ficción inspirada en el personaje real, Eddie Mannix (Josh Brolin), ejecutivo y productor, conocido como Fixer por solventar los problemas de imagen y legales de unos estudios de grabación que en la película llevan el nombre de Capitol Pictures y que bien puede ser cualquier casa productora de la posguerra estadounidense.
Mannix, en abstinencia de tabaco, tiene que resolver la desaparición de su actor principal Baird Whitlock (George Clooney), quien en plena filmación de la película Hail, Caesar! (filme en el filme mismo) ha sido secuestrado por un grupo de personas que se hacen llamar “The Future”. A la par, Mannix es tentado por dejar ese mundo de complicaciones al resolver distintos entuertos en torno al trabajo de producción de cine, y alejarse a una vida más fácil, un nuevo proyecto que lo desvíe del cine y del cuasi predecible fracaso por el creciente uso de la televisión. Para resolver la desaparición se van tejiendo las historias aderezadas con constantes planosecuencias, que van del más fino humor hasta el chiste más cruel.
Sobresalientes de manera constante son los discursos ideológicos, religiosos y fílmicos que con una sorna ingeniosa siembran humor seco, que van de la instrucción comunista durante el cautiverio a Whitlock (el actor secuestrado), a la instrucción interpretativa de un rol cosmopolita a un actor campirano de westerns rosas. Sin olvidar el debate entre un rabino, un sacerdote católico, otro ortodoxo y un historiador, sobre la representación de Jesucristo en el filme de Clooney, algo que puede llagar a ser de lo más absurdo por ser de lo más real. Al final el debate y la parodia se funden, dejando patente que la fe más fuerte de los Coen está en su cine, en los distintos retazos de cine cincuentero, en la plasticidad de la nostalgia, en el elogio de la simulación.
No cabe duda que ha sido una película ideal para abrir un festival como la Berlinale, una fiesta llena de encanto visual que una vez al año se derrama por las calles de Berlín.
11.02.16