por Hans Fernández
Hele Sa Hiwagang Hapis (Canción de cuna para un misterio afligido), la reciente película de 485 minutos del director filipino, Lav Diaz (1958), presente en la competencia por el Oso de Oro y rodada en tagalo, español e inglés, penetra a través de una atmósfera onírica y de un intenso lirismo en las guerras de liberación, llevadas a cabo por los independentistas filipinos en contra del yugo colonial español.
La película rodada en una elegante fotografía en blanco y negro y sobre lentos movimientos de cámara de Larry Manda, cuenta con escenas magistrales, y con un estilo que vincula a Lav Diaz con directores de la talla de Carl Theodor Dreyer, Andrei Tarkovski y Béla Tarr.
Diaz crea potentes ambientes de humedad: normalmente se ven vahos desde donde llega la iluminación a la escena, y consigue así una permanente interacción de luces, sombras y vapor, la que confiere a su filme un sello particularizante. La música se compone de la interpretación de nostálgicas piezas de guitarra clásica (compuestas por Ely Buendia) y del sonido que proporciona la propia naturaleza (el mar, las hojas, el viento, el bosque, los pájaros, el caminar de los hombres por la selva, entre otros), y el desempeño de los actores, por su parte, es simplemente sobresaliente.
Canción de cuna para un misterio afligido tiene lugar sobre todo en los tupidos bosques de la selva virgen de Filipinas en el siglo XIX, y cuenta la historia de la resistencia de los hombres del archipiélago, particularmente de la sociedad secreta Katipunan, ante la opresión colonialista española. Está narrada en un tono melancólico y metafísico, mediante el cual Diaz sumerge al espectador en la historia de la liberación del país asiático.
La película se inicia con el fusilamiento del escritor, patriota y héroe nacional José Rizal en Bagumbayan y se estructura como la búsqueda de otra de sus figuras clave: Andrés Bonifacio, fundador de Katipunan y líder revolucionario que opuso tenaz resistencia al colonialismo hispánico del archipiélago. Otros personajes importantes del filme son Gregoria de Jesús —la viuda de Bonifacio que busca los restos de su marido—, Caelestina —la querida de un militar español que, cual Malinche, traiciona al pueblo filipino— y tres tikbalang —seres mitológicos híbridos mitad humanos, mitad caballos—.
Al finalizar, una voz en off femenina señala que si bien han buscado sin éxito a Bonifacio, han encontrado en cambio un país en busca de su alma. Esta aseveración parafraseada indica que la ficción de Lav Diaz explora el tema de la identidad de una Filipinas postcolonial, o, dicho con otras palabras, su filme constituye una búsqueda metafísica de dicha identidad y asimismo puede ser considerado una reflexión alegórica en torno a una nación que tras el trauma de la experiencia colonial aún no ha acabado de encontrarse.
Canción de cuna para un misterio afligido representa una obra maestra comparable a filmes tales como Sátántangó (1994) en lo que concierne a su espesor ideológico, poder estético y político, así como en la rigurosidad desplegada de un estilo propio. Por lo demás, aunque algunos reporteros sólo quieran ver en la película filipina una adscripción al slow cinema, Diaz les dijo que él únicamente hace cine, arte que para él constituye un espacio de libertad.
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19.02.16