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Ambulante 2016: Plaza de la soledad

La dignidad en la Plaza de la soledad

por Arantxa Luna

 

La Ciudad de México está constituida por una serie de lugares que marcan la vida de sus habitantes. Zonas de riqueza visibles al mundo y zonas de pobreza que son forzadas a mantenerse intangibles pues es en ellas en donde se percibe el desconocimiento ante una realidad que casi siempre nos es ajena.

Quizá sería interminable enumerarlas, pero no es secreto que después del Zócalo inicia una zona porosa, bulliciosa, que alberga un gran número de estos lugares que son forzados al anonimato, lugares que duelen pero que, a pesar de todo, son el hogar de personas de carne y hueso. Como tú y como yo. Lugares como la Plaza de la soledad.

Frecuentada por las viejas prostitutas, Plaza de la soledad es una zona de comercio sexual que adquirió mayor visibilidad desde que la fotógrafa mexicana Maya Goded inició un trabajo documental sobre la vida de estas mujeres que, además de ser sexoservidoras, también eran parte de un grupo de amistad, de unión, de historias de amores y desamores.

Después de este ejercicio con la imagen fija, Goded se interesó por las posibilidades que ofrecía un trabajo audiovisual y así, desde 2012, comenzó a filmar y a traducir todas las experiencias pasadas para que pudieran ser vistas en la pantalla grande. De este modo, documentó el día a día de algunas de sus primeras protagonistas: Carmen, Leticia, Raquel, y Ángeles para hilarlas en su primer largometraje Plaza de la soledad (2016).

Si bien la prostitución ha sido uno de los oficios preferidos por diferentes disciplinas, Goded logra alejarse de los lugares comunes que invaden esta temática pues su filme borra todo atisbo de amarillismo, de morbo, de la fácil y muy recurrente porno miseria del cine mexicano que nubla, entre muchas cosas más, el reconocimiento de la otredad.

Es sólo en este reconocimiento en donde se puede contener la suavidad y la gentileza con las que estas mujeres son retratadas. En ese sentido, el trabajo fotográfico de Goded no sólo se percibe a través de la composición y la preocupación por las imágenes, pues aquí traspasa el lente de sus primeros intereses para entregarnos una suerte de transparencia que permite reconocerlas por su condición humana, un sello fácilmente reconocible desde la publicación editorial que fue la génesis del producto audiovisual.

A pesar de eso, la frescura de Plaza de la soledad radica en recuperar e incluso adquirir una identidad propia en relación al libro pues aunque somos testigos, a simple vista, de un documental creado a partir de una estructura tradicional con sus testimonios y el material de archivo, hay momentos en donde Goded abandona su condición como directora y se convierte en un personaje más al ingresar y ser cuestionada por el entorno que está filmando. Así, abandona de manera sutil una estructura bien delimitada y entrega, además, pequeños momentos que rozan con la ficción al grabar, por ejemplo, un momento de desamor y despedida con una atmósfera planificada: una cantina, las luces, un vestido rojo, la bebida y la decepción.

De esta manera, es notorio el nivel de familiaridad entre la directora y su contexto pues incluso ha señalado que fue más sencillo trabajar con video que con fotografía: “En el primero, ellas participaban”, una complicidad que es evidente en la narración, las charlas, los bailes, las miradas contundentes, intimas, genuinas entre las protagonistas y la cámara, un trabajo que continuó en la postproducción: “la edición fue un diálogo con ellas”.

Sin duda, lo que hace Goded es demostrar que una mirada inocente que no está construida desde la ingenuidad, sino que se origina desde el conocimiento y el respeto, en este caso, hacia la femineidad. Aunque hay un dejo de romanticismo y nostalgia en esa mirada (la música de salón, la juventud que ya no está, las calles, los modos, la seducción añeja) sería irresponsable afirmar que el trabajo de Goded parte desde una visión reducida sobre el mundo de la prostitución pues el acercamiento a éste tiene un proceso de más de 20 años, de esta manera, este trabajo es un ejemplo de las posibilidades infinitas para desmenuzar un fenómeno.

La dignidad, la confianza y el respeto desde el trabajo son tangibles y permite que “Plaza de la soledad” deje de ser una frase, un territorio, un señalamiento incómodo e incluso el título de un filme para transformarse en un lugar de historias, de risas, de llanto, de vida y muerte. Como señala Goded, para derribar tabúes es importante recordar que se necesita “mirar con aprendizaje” pero, ¿cuántas veces lo hemos hecho?

Al final y gracias a esto, Plaza de la soledad no es un documental sobre la prostitución pues al centrarse en las viejas prostitutas en la Ciudad de México, un sector olvidado y rezagado, construye un pequeño ensayo compuesto de fragmentos que hablan sobre la vejez, el amor, la sexualidad, la amistad, de historias profundamente femeninas que revelan los miedos, la inseguridad y la fragilidad en donde sólo se percibe un pedazo de carne rentable.

Para ver las proyecciones de este filme dar clic aquí.

 

02.04.16

Arantxa Sánchez


@mentecata_
Hace un esfuerzo constante por caminar el línea recta. Le gusta el punto y seguido, la literatura, coleccionar imágenes y ver la tele. Dicen que es odiadora de profesión pero los servicios escolares de su universidad dicen que....ver perfil
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