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La casa de Jack: collage de asesinos seriales

 

Primera parte: Mascaras del asesino

por Joel Gustavo

 

Robert Ressler, fundador del término “asesino en serie” declaró en su libro I Have Live in the Monster, que una de las principales razones por las que había dedicado más de 20 años de su vida al estudio de la mente criminal fue por ser vecino de John W. Gacy, uno de los asesinos seriales mas sádicos conocidos y quien –siendo un muchacho– entregaba solícitamente hasta la puerta de Ressler víveres comprados por teléfono de una tienda del vecindario. La potencial cercanía y convivencia de cualquier persona con un asesino serial ha generado en tiempos recientes miedo social pero también una creciente fascinación mórbida. En el cine encontramos claros rastros de la fascinación alrededor de la figura del asesino serial, pues desde antaño ha fecundado la imaginación de productores, directores, guionistas en películas como M el maldito (Fritz Lang, 1931), Desde el Infierno (Albert Hughes, 2001), My friend Damher (Marc Meyers, 2017) por mencionar algunas, pero la fascinación moderna por la figura del asesino serial adquiere sobre todo grandes dimensiones en la imaginación del público, pues su terrible sombra hoy día forma parte no sólo del imaginario colectivo sino de la cultura popular.

Por lo anterior, no resulta sorpresivo que Lars von Trier, director acostumbrado a filmar historias con personajes malsanos y patológicos escogiera la figura del asesino serial como fetiche de su más reciente filme: La casa que Jack construyó, una delirante historia sobrecargada de violentas confesiones asesinas, simbolismo atávico y la obsesión por crear una obra maestra cinematográfica. Para desarrollar este drama el escenario no podía ser otro que Estados Unidos, país numero uno a nivel mundial en casos de asesinos seriales documentados. Sin embargo, aunque los escenarios y su época –un poblado en las montañas de Washington entre los años 70 y 80– resultan fáciles de identificar en la película, las pistas para revelar las intenciones creativas de Trier no son tan claras; los siguientes párrafos componen un expediente, un reporte desde la escena del crimen dentro y fuera de la pantalla cinematográfica.

 

Las mascaras del asesino

Uno de los esfuerzos más tempranos por comprender y clasificar las psicopatías de la mente fue propuesto por Harvey Cleckley en The Mask of Sanity, un inventario de padecimientos mentales perfilados como mascaras psicopáticas. Las mascaras psicopáticas de asesinos seriales norteamericanos son el mecanismo dramático elegido por Von Trier para exponer momentos significativos en la vida de Jack en cinco episodios; un solitario ingeniero y frustrado arquitecto, bajo la fachada de un impoluto diletante abraza mórbidas obsesiones, las cuales son reveladas por Jack a un suspicaz interlocutor, Verge, a manera de episodios azarosos a lo largo de un periodo de doce años.

Mascara #1

El caso de Gary Rideway, mejor conocido como el Green River Killer, integra la primera mascara de Jack, al tener como escenario de sus crímenes las carreteras interestatales de Washington y al utilizar un vehículo como base de operaciones e instrumento de sus caserías humanas, además de tener como objetivo mujeres. Rideway –acusado de 41 asesinatos de mujeres y sentenciado a cadena perpetua por declararse culpable de 71– se mantuvo activo interrumpidamente por más de 12 años secuestrando, violando y asesinando autoestopistas, prostitutas y jóvenes fugitivas que caían bajo el engaño de su máscara de normalidad; un padre de familia y residente local, más aun, Jack y Gary, cubren arquetípicamente el perfil del asesino serial estadounidense: un joven adulto caucásico. Otros depredadores de las carreteras norteamericanas que refuerzan esta primera mascara son Edmund Kemper y John W. Gacy, quienes utilizaron sus automóviles como “gancho” y primer punto de encuentro con sus víctimas.

Mascara #2   

En su segunda confesión-episodio el asesino Jack acosa y asesina a su víctima en su propia casa luego de acecharla y engañarla. Algunos asesinos seriales como Richard Ramírez “The Night Stalker” o Dennis Rader  “BTK Killer” acecharon y atacaron a sus víctimas en sus propios hogares, lo que significa una gravísima violación del espacio personal, así como un temor contante en las pequeñas y grandes ciudades estadounidenses. Por otro lado, este episodio ilustra dos cuestiones fundamentales para comprender la mente y modus operandi de algunos asesinos seriales: 1. La firma o sello personal, es decir, el conjunto de actos realizados por un asesino para alcanzar su objetivo; y 2. Los motivos finales por los cuales comente el crimen. Así entre el primer y segundo episodio Jack cambia de modus operandi, lo que revela la común evolución de medios y fines con los cuales un asesino serial realiza y justifica para sí mismo la violencia depredadora contra otros seres humanos. Además, adopta un alias, “Mr. Sofistication” y como otros serial killers (“Jack the Ripper”, “BTK Killer” “UNABomber” entre otros), comienza a enviar cartas autografiadas al periódico local con impresiones de su arte fotográfico en el que posan de forma inverosímil sus víctimas.

Mascara #3

Jack expresa a Verge su tercer capricho asesino con una apología sobre la cacería como deporte ético y acerca del arte como permanente deseo por crear obras sublimes. Para ilustrar su punto de vista, Jack, no expresa el menor remordimiento al narrar la masacre de una madre soltera y de sus dos hijos pequeños. De forma particular este episodio revela al protagonista de la historia como el retrato de otro Jack, uno que en la realidad tenía como sello personal y que era estrangular a sus víctimas con su propio brasier: Jack Unterweger, mejor conocido como “El estrangulador de Viena”, quien siendo joven fue condenado a cadena perpetua por cometer repetidamente delitos menores y el asesinato de una joven. En prisión Uterweger se inscribió a los programas educativos penitenciarios a los que tuvo acceso, comenzó a escribir y publicar poemarios, obras de teatro, cuentos y su autobiografía titulada Purgatorio, esto le gano fama dentro y fuera de prisión al grado de ser liberado luego de purgar quince años de condena, gracias a la intervención de un movimiento social a favor del indulto de presos ejemplares por su rehabilitación.  Así, “El estrangulador de Viena” se convirtió en colaborador de periódicos, revistas y programas de televisión. Sin embargo, pasaron pocos años luego de su liberación para que volviera a cumplir sus fantasías asesinas en Austria, República Checa y Estados Unidos, donde estranguló a tres prostitutas mientras escribía un reportaje para una revista. Tomando en cuenta lo anterior Johann, “Jack”, Unterweger se revela como principal sospechosa fuente de inspiración de Von Trier.

Mascara #4

Como muchos asesinos seriales de la vida real, Jack gana experiencia y confianza con cada asesinato: una amante asesinada por aquí, una anciana atropellada por allá, toda esta masacre para concretar sus trabajos fotográficos donde utiliza los cuerpos de sus víctimas como modelos. El cuarto episodio homicida confesado por Jack lo vuelve sobre sí mismo para expresarse sobre el amor o mejor dicho sobre una amante sobre la que declara haber sentido verdaderos sentimientos de amor. En este tenor, el serial killer detrás de esta mascara no puede ser otro que Ted Bundy, un atractivo y carismático manipulador que descargó contra mujeres jóvenes sus alienados sentimientos misóginos, además de su más perversa violencia sexual. De esta manera, Jack y Ted, se hacen pasar por personas lastimadas e incapacitadas con el objetivo de urdir las trampas contra sus víctimas. Ted Bundy pasó a la historia no solo por la violencia de sus ignominiosos asesinatos, sino por ser objeto de un show mediático con él como protagonista, pues además de presentar su propia defensa legal durante su juicio, concedió entrevistas para periódicos y canales de televisión. Finalmente, en la víspera de su ejecución se transmitió en vivo una reunión de familiares de víctimas, miembros de congregaciones religiosas y público interesado en el caso, quienes luego de su ejecución celebraron lanzando fuegos artificiales para desearle buen viaje directo al Infierno.

Mascara #5

La incapacidad para sentir empatía por el dolor y sufrimiento de otro ser humano, así como las fantasías obsesivas alrededor del asesinato son dos características principales que determinan la mente del asesino serial. Para estos depredadores sociópatas el cuerpo humano es reducido a un mero medio para cumplir sus trastornados deseos. De este modo, las víctimas son cosificadas como parte de un ritual de humillación, dominación y poder total sobre el otro. Este proceso de dominación y aniquilación alcanza sus límites más sobrecogedoramente extraños en situaciones como la perfilada en la quinta contrición-episodio contado por Jack, donde se revela en persona Verge, crítico interlocutor de sus declaraciones y con quien mantiene desde el inicio de la historia un tenso dialogo confesional. Verge pregunta: ¿Qué hay de la casa que ibas a construir?, cuestionamiento que mueve a su colocutor a edificar una casa con el único material suficiente a la mano: sus obras de arte, el bosque congelado de sus víctimas, un refrigerador industrial depositario de sus piezas de arte victimadas. En la vida real, dos casos otorgan materialidad a esta quinta y última mascara, los casos de Ed Gein “The Butcher of Plainfield” y Jefrey Damher “The Milwaukee Canibal”. Gain, un granjero de Plainfield-Wisconsin conmocionó a la sociedad norteamericana de los años 50 al filtrarse en la  prensa el contenido de su casa, luego de ser arrestado a causa del asesinato de una vecina y por profanación de tumbas. En su rudimentaria casa, Gain diseño mascaras, ropa, lámparas y  adornos caseros hechos con huesos y piel humana. Por su lado, Damher curtió la piel de sus víctimas para crear juguetes sexuales, además, degolló el cráneo de sus víctimas para pintarlos y montarlos en un altar diseñado por él mismo.

 

28.01.19

Mr. FILME


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La letra encarnada de la esencia de F.I.L.M.E., y en ocasiones, el capataz del consejo editorial.....ver perfil
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