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Viena and the Fantomes (2020): Gerardo Naranjo, espiritista

 

por JJ Flores Hernández 

 

Más que un objeto, un casete fue una época. Si la música es una experiencia, el casete permitió poderla tener a la mano. La revolución de los “walkmans”, primero, y los “discmans”, después, fue la confirmación de la música como viaje. No es raro pensar que la música es también una droga dura. Paralelo a la evolución de los dispositivos musicales fueron también los sonidos. Hacia finales de los años ochenta, el postpunk estaba consolidado. En 1980 el suicidio de Ian Curtis, la publicación de Closer y la inmortalidad del sencillo “Love Will Tear Us Apart” enmarcaron esa nueva era para el después del punk. De carácter liminar, el post punk al tiempo que ambicionó destruir todo, lo reinventó.

 

Anton Corbijn mostró esa transición ligada a lo que hoy conocemos como la estética del videoclip en Control (2007), al no ser nada más una película biográfica sino también la condensación de una época y sus sonidos. Si el videoclip, piensa Corbijn, mató a las estrellas de la radio esto fue posible por la fuerza hipnótica de la imagen. Rehaciendo presentaciones en televisión, el cineasta neerlandés no recuerda a Ian Curtis, lo revive. La música de una época, el dispositivo con el que se lleva y las relaciones que posibilita, son las intenciones de Gerardo Naranjo en Viena and the Fantomes, uno de los dos filmes que tras Miss Bala (2011) ha realizado este año. En ambos, Corbijn y Naranjo, hay una apuesta espiritista empero en el mexicano, otrora lúcido, se vuelve acto fallido.

 

De la música y el casete McOndo, el movimiento literario, hizo manifiesto: una escritura motivada por la sonoridad y el ritmo de las imágenes. Hacer literatura con imágenes era algo que se sugería en otros tiempos empero aquí se asentó. Al reducir los límites de un relato, centrarlo en las realidades de las urbes e inyectarle los sonidos de una generación, las historias (ya no totales), se volvían aún más cercanas: transitaban en el barrio, sonaban a rock o punk y no siempre terminaban bien. Mala onda (1991) de Alberto Fuguet es un ejemplo de este pasaje. Ambientada en Santiago durante algunos días de septiembre de 1980, a meses del suicidio de Curtis y en los días del plebiscito chileno, el joven Matías Vicuña redescubre su colonia y la ciudad y se encuentra de frente el desamor y la desesperanza. Acorazado por la urbe, las drogas y mucho rock, Vicuña abúlico, se entera de la política represiva del Estado en carne propia. La conciencia política surge en la refriega. "Ser joven no significa sólo tener pocos años, escribió Fuguet, sino sentir más de la cuenta, sentir tanto que crees que vas a explotar." Gerardo Naranjo hizo también un díptico homologable con Drama/Mex (2006) y Voy a explotar (2008). Sustrajo el espíritu de las juventudes, la urbanidad y la música para mostrarnos un grado de orfandad contemporáneo. En el inicio de Voy a explotar está situado su genio. Román, en off, cuenta sobre su hartazgo. Un joven camina con pistola en mano, una música lo acompaña. Entra a la oficina del director de la escuela. Le dispara. Corte. Román escribe en su libreta lo que acabamos de ver, trae audífonos, aún usa “walkman”. Para Naranjo, como para Fuguet, la juventud es una asfixia.

 

En Viena and the Fantomes, Viena (Dakota Fanning, dubitativa-dudando) es una adolescente que viaja con un grupo musical de postpunk en la década de los ochenta. Sin motivaciones, ni razones, ella sólo les sigue. Nunca se revela si es por la música o sólo por el escape y la ruta sin fin, empero sí se sugiere que huye. También película de viaje, el convoy del grupo tiene escasas presentaciones y poca audiencia. Todo en la cinta está en decadencia o muriendo. Los diálogos escasean y la música inunda cada plano. Viena encarna el prototipo (imago masculino) de la mujer que acompaña a un grupo, o a sus artistas, y que para poder pertenecer debe aceptar las peores condiciones. El viaje se hace andando, y Viena transita sin mucha motivación. Las demás personas hacen poco más de lo mismo: gritan o se molestan y la música, aunque parece que suena muere, es uno de los tantos fantasmas. Gerardo Naranjo hurta del punk el desenfado y el desorden, el caos y lo no narrativo. No obstante, en la película son éstos sus más visibles defectos. La secuencia inicial, trasunto de videoclip con plano detalle a un casete, prometía lo mejor de Naranjo y sin embargo nos muestra lo cerca que está del estropicio de How to Talk to Girls at Parties (Mitchell, 2017) y cuan alejado se encuentra de la épica musical de Leto (Serebrennikov, 2018). Lo llamativo aquí es que parece querer ser otra cosa lejana a sus posibilidades. Naranjo mira con nostalgia y tropieza.

Durante nueve años Gerardo Naranjo se dedicó a dirigir capítulos de teleseriales en Estados Unidos mientras intentó levantar algún proyecto de estudio. Viena and the Fantomes se percibe también como un grito por seguir creando. Es volver al formato de cine independiente pero con un conjunto de rostros conocidos. En no pocos momentos se siente la desesperación por contar algo, por volver a un set en mayor libertad. Es un casete con voces del pasado, hay una vejez prematura en su montaje. Virginie Despentes relee la música de la época a través de un vendedor de discos en la trilogía Vernon Subutex. El homónimo vendedor pasa de ser un sabio de la música a un sin techo para terminar por ser una deidad en el futuro. Lo que hace posible este salto en Despentes es el oído, la consciencia de que sus personajes tienen voz y esta tiene vida propia: les crea y les suelta. Naranjo, contrario a su espiritismo precedente, desoye. Embebido por la música, excluye la singularidad que pudieran tener sus personajes: las personas hacen el cine no las estrellas o la gente famosa. Fanning, Evan Rachel Wood, Zoë Kravitz y Jon Bernthal son también fantasmagorías. Como la chamarra de Marjane Satrapi “el punk no está Muerto”, empero Naranjo sólo ve un cadáver.

Uno de los momentos más contundentes y sólidos estilísticamente motivará a Viena a separarse de su músico en turno. Freddy (Jeremy Allen White, pálido-palideciendo) y ella están en una de las casas rodantes, en cama. En un plano cenital se miran. En primer plano, él sostiene la mirada: esta cosa que tienes, dice, es tan pura. Como que siento que debo lastimarte, como si mi deber fuera hacerte daño. Y ver el sufrimiento, concluye. Viena se levanta. De esa separación no hay regreso. Viena logra escapar. Lo que hasta ahora en la obra de Gerardo Naranjo había sido un acto de espiritismo generacional es aquí una estafa.

@JJFloresHdz

Centro de la ciudad, Qro, Qro.

 

03.08.2020

Mr. FILME


@FilmeMagazine
La letra encarnada de la esencia de F.I.L.M.E., y en ocasiones, el capataz del consejo editorial.....ver perfil
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