siguenos
Mucho, mucho amor

 

por Brianda Pineda Melgarejo

 

Vamos a brindar con copas de champán
para celebrar que más es más.
Sólo tienes que pensar que lo estrafalario
brilla más que lo normal

Fangoria

A un ritmo dinámico, como de aplauso incesante, el documental estadounidense Mucho mucho amor retrata la evolución de un personaje atractivo e inusual —sobre todo para la época en que tuvieron lugar sus apariciones (1969-2006): Walter Mercado. El recorrido por la vida del “profeta de una nueva edad” puertorriqueño, algo guarda de fiesta con temática astrológica —cada episodio está ilustrado por una carta de tarot: el mago, la torre, la carroza, etc— y esto se da no sólo en apariencia sino en tensión. Estamos frente a un personaje de carácter icónico. Admirado por su estilo particular, por la seguridad de sus acciones; comparable en atrevimientos a Elvis Presley, según uno de los testimonios en el filme. Sí, devoto de la excentricidad y, sobre todo, de la fe. Su horóscopo triunfó especialmente entre la comunidad hispanohablante en los años en que radio y televisión tenían la importancia que ahora tiene el internet. Su boom histriónico se ganó el respeto de millones. No fue ningún farsante, si acaso un promotor del vitalismo absurdo, un sí hecho cuerpo, invención y personalidad.

Walter Mercado fue un místico que no desdeñó lujos ni opulencias. Las piedras preciosas, el maquillaje, las capas y atuendos cubiertos de lentejuelas y glamour, los cientos de televisores encendidos proyectando su imagen, así como las pilas de libros y revistas, fotografías y pinturas figuran en una composición que a modo de naturaleza muerta le rinde un homenaje cinematográfico. Tras décadas de gloria en la pantalla chica un silencio sepulcral lo alejó del público. Walter, al igual que Celia Cruz, el mismo Elvis Presley y muchos otros íconos de la cultura pop, probó la miel amarga de verse traicionado (y en parte arruinado) por su mano derecha en los negocios. En el caso del rey del rock and roll fue el coronel Parker, su representante, quien malgastó los millones obtenidos durante sus giras y lo explotó sin preocuparle demasiado su mala salud. En lo que toca a Mercado fue su manager y amigo Bill Bakula —un ángel caído del cielo, como el mismo Walter creería— quien luego de décadas de promover y gozar de la fama del astrólogo puertorriqueño lo haría firmar un contrato en medio de las tinieblas donde le cedía los derechos de su personaje (pasados, presentes y futuros); es decir, un pacto donde Walter Mercado se convertía eternamente en el esclavo de un demonio en el que creyó ciegamente por error. Hasta aquí, si usted no ha visto el documental, se ofenderá por los spoilers. Le aseguro que vale la pena escuchar a Walter, a sus hermanas y al mismísimo Bill dando su versión de los hechos.

La tenacidad, unida a la elegancia y cortesía, a una vanidad infinita y creativa, dieron forma a un personaje andrógino y misterioso para las masas. Como se expresa en varias zonas del documental Walter fue, en suma, un adelantado para su época. No lo digo adjudicándole un radicalismo que no tuvo pues de su orientación sexual y de su vida privada no sabemos nada. El filme abre interrogantes sobre si era gay, sobre si era virgen. Qué importa. Con suerte inspiró a muchos a ser diferentes. Y vivió, hasta donde pudo, bajo su ley. Después de todo es innegable que su lugar de trabajo fue un espacio tan vigilado y limitado como la televisión abierta. Rescato del documental que se centre en la leyenda. Muestra otra dimensión de Walter Mercado, la del hombre más allá del set. En su vejez, a unos meses de morir. Lejos de Miami, sitio tan querido para muchos puertorriqueños. Sí, expone las contradicciones dadas por las circunstancias de la realidad pero no pretende separar al personaje de su creador —acaso no puede, tan delgada es la línea entre uno y otro—. Tampoco juzga sus andanzas astrológicas de tono espectacular. Recopila, elige y entrega una biografía bastante sintética. Nos permite cruzar el umbral de un templo (la casa de Walter en Puerto Rico) y penetrar en una habitación oscura  donde sólo hay un enorme televisor y un sillón donde alguien que espera nos invita a sentarnos. A su lado, participamos en un zapping familiar con el de aquellas tardes en que nuestros abuelos, tíos y padres anhelaban escuchar una voz que tuviese un contacto más directo con la voz del destino: con esa fuerza natural de la que Walter —por sentirse parte— afirmó ser un mensajero.

Enfatizo el carácter hasta cierto punto escueto del documental porque considero que el tema no está agotado. Se queda corto pese a su estructura circular de abrir hablando del nacimiento y cerrar con la muerte del astrólogo. Hay mucho material y posibilidades de acomodo. Con todo, este asomar generoso, a ratos efusivo, de cámara temblorosa en sus momentos menos afortunados y emotivo en camaraderías, nos presenta la colección de capas extravagantes (algunas hechas por las casas de moda más reconocidas, como la de Versace) de un hombre que vivió bajo la fórmula: más es más. Sin decir no a la vida, predicando esa religión que consiste en mantener una buena actitud y contagiarla a los demás, en especial a aquellos necesitados de Dios. Muchos dirán que se trata tan sólo de un personaje que compartió su sabiduría de frases hechas mientras hacía el ridículo. Estuvo a su modo fuera de la norma. Y más allá del prejuicio irradia en reflejos una energía revitalizante y enigmática. Esto queda representado no sólo en los espacios filmados, o en los testimonios de quienes le conocieron, sino en el performance vislumbrado en la escena final donde a sus 87 años Walter Mercado acude al Museo de Historia de Miami con el fin de celebrar los 50 años cumplidos desde aquella primera emisión televisiva en 1969. Ahí convive con cientos de personas ansiosas de verle y además contempla en compañía de su eterno asistente Willie Acosta la exposición sobre su vida.

Mucho mucho amor: la leyenda de Walter Mercado nos muestra fragmentos de la vida de un hombre que al igual que Oscar Wilde eligió hacer de su vida una obra de arte. Al final la muerte —esa otra cara de la fuerza vital en la que tanto creyó el actor y bailarín— dejó caer al suelo el cuerpo de Walter cubierto de brillos del mismo modo en que el astrólogo dejó caer tantas veces sus capas estrafalarias luego de abandonar el escenario. Y un hombre más volvió al polvo sin, por fortuna, ser olvidado todavía.

 

23.10.20

Brianda Pineda


@brryanda

Xalapa, 1991. Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas por la Universidad Veracruzana. Ganadora en dos ocasiones del Premio Nacional al Estudiante Universitario Carlos Fuentes. Ha publicado reseñas y artículos en La Palabra y el Hombre y reseÃ....ver perfil

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